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GENTE

Ana Ailza,

viuda desde hace 15 años, visitaba semanalmente la tumba de su difunto esposo para rendirle homenaje y llevarle flores, en el cementerio de Ezpeleta, una pequeña localidad próxima a Buenos Aires. Pero hace unos días se llevó una tremenda sorpresa. Al llegar hasta el nicho de su esposo, Florindo Carlos Lombardi, comprobó que la tapa estaba entreabierta. Sin vacilar, la abrió completamente y pudo ver que en el interior no había nada. La viuda se dirigió de inmediato a la dirección del cementerio, y Facundo Bermejo, responsable del camposanto, le informó: "Ha habido un error. Su esposo nunca estuvo allí". Durante 15 años había llevado flores a un nicho equivocado.

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