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El síntoma Sajarov

LA VANGUARDIA

La concesión de permisos por parte de las autoridades de Moscú para que la disidente Irina Grivnina haya podido abandonar la Unión Soviética tras dos años de larga espera y para que Elena Boriner, esposa del disidente Andrei Sajarov, pueda viajar a Occidente con el fin de recibir tratamiento médico en Estados Unidos son síntoma de una aparente buena predisposición que parecen tener los dirigentes del Kremlin con el fin de respetar los derechos humanos de los ciudadanos soviéticos, tantas veces violados.

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Esta decisión, sumada a la propuesta de desarme hecha por Mijail Górbachov durante su vísita oficial a París, a comienzos del presente mes, serían dos bazas importantes que el número uno soviético podría jugar en el encuentro con el presidente norteamericano. Hay que tener en cuenta que el «presidente Reagan puede plantear al dirigente soviético en Ginebra, como se ha venido rumoreando estas últimas semanas en Washington, otras cuestiones que no sean simplemente las de la reducción de armamento de los arsenales nucleares de los dos países más poderosos del mundo. Una de estas otras cuestiones es la violación de los derechos humanos en la Unión, Soviética. El caso de Andrei Sajarov, premio Nobel de la Paz en 1975 por su lucha en defensa de los derechos humanos, confinado en la ciudad siberina de Gorki desde hace cinco años y sin posibilidades de abandonar su país, así como la situación de los judíos en la URSS, son dos controvertidas cuestiones que Occidente ha denunciado reiteradamente.

Las autorizaciones ahora concedidas pueden abrir una cierta esperanza para encauzar una incipiente resolución del problema referente al respeto de los derechos humanos en el territorio soviético. Pero la duda, pues, se plantea cuando se intenta responder a la pregunta de si después del encuentro de Ginebra entre los dirigentes de las dos superpotencias -cumbre que se presenta con unos aires de cierta distensión y buena predisposición- todo volverá a ser igual que antes.

30 de octubre

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