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Crítica:DOS MUNDOS DE LA DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

No es el paso de los vivos

La pieza Cafe, Müller, aparentemente desenfadada, representada anteayer por Pina Bausch en el teatro de la Zarzuela- es la decantación del terror a las presiones del mundo exterior. La lucha corporal entre parejas y contrarios deviene en una fricción última para sostener el hilo de la vida. Los que están solos tienen un contacto accidentado entre sí. La simultaneidad de acciones distintas es aparente, pues hay un motivo único que impele a todos los bailarines: decir que no saben qué hacer con su tragedia personal e intentar colocarla, desesperada e inútilmente, en los demás.El paso de Pina Bausch no es el paso de los vivos. Su tránsito por el escenario es quebrado, de una indecisión angustiosa, como sobre cristales rotos. No avanza, ensaya el desplaz arniento con el motor de la respiración para retroceder hasta su esfera de miedo allá al fondo (incluso gira en la puerta-torno que la devuelve a escena: un símbolo de la espiral del nunca jamás), bañada por la inclemente luz blanca que también es el signo ,descarnado de la indefensión. Los fragmentos cantados de Purcell enlazan las acciones respaldando el concierto de movimientos entre los personajes y la estantigua (Pina misma) que poco a poco se dinamiza y asume el drama, ella sola, dando brazadas de ciego en un mar de aire usado.

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Se hace el oscuro final justo cuando el espectador está en vilo, suspendido entre los dramáticos esquemas ideados por Bausch. Su talento se demuestra con un valiente regreso al expresíonismo, pero matizándolo de esa desidia tan actual, una atmósfera gris plomo que resuma un filoso desprecio por la emoción fácil y la anécdota. Para Pina Bausch, el trato con la escena es siempre de tierra a la hora de poetizar con los movimientos, volviendo crudo el mensaje y trascendente el gesto. Dos herencias culturales perviven claramente aun a través de su obstinación desacralizadora: Mary Wigman y Kurt Joss, la primera muy difuminada en,las evoluciones de brazos, y el segundo, en el elevado cerebralismo de la expresión. El cóctel se completa con Brecht, de quien aplica para sí misma el distanciamiento.

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