Utopías en el armario
'PRAVDA' HA publicado el sábad pasado el texto del proyecto de programa del PCUS que será aprobado en el con greso del próximo mes de febrero. Se trata de un escrito cuyo contenido merece atención, pero aún más si se tiene presente la importancia que en la semántica oficial de la URSS se otorga a esta clase de escritura. Baste considerar que los mecanismos de poder transitan en la Unión Soviética entre las luces y sombras que suscitan las palabras. La fuente de legitimación no se halla en una determinada relación con el pueblo ni con los electores, sino en un lugar determinado del proceso histórico que se define en unas frases, con frecuencia alambicadas, y en las que se sintetizan los textos clásicos, los de Lenin en primer lugar, la verdad a priori, más cierto aderezo de análisis sobre la realidad inmediata. Entre esa reunión de frases demiurgicas, la de más alta jerarquía corresponde al programa del partido.Solamente se han escrito tres en la historia del PCUS: el fundacional de 1903; el de 1919, poco después d6 la toma del poder, y el de 1961, en la etapa de la desestalínización. El mismo, proyecto actual se presenta, no como un cuarto programa, sino como una nueva redación del tercero, el de la época de Jruschov. Muestra, por tanto, de los límites que el cambio que Gorbachov representa o de lo que en este momento le es posible cambiar.El proyecto ha suprimido una serie de metas, algunas incluso cifradas, utópicas desde que se redactaron, y cuyo recuerdo resulta hoy notoriamente embarazoso para los dirigentes soviéticos. Según aquellas previsiones, en 1980 la producción por habitante sería superior a la de EE UU; el comunismo, como sociedad de la completa abundancia, sería una realidad para "nuestra generación", etcétera. Las supresiones y correcciones se introducen, sin embargo, de manera disimulada, con alusiones indirectas y evitando una refutación frontal. Se reconoce, por ejemplo, que en el programa de 1961 había errores, que sus metas no se han cumplido y, como consecuencia, se anuncia la intención de analizar la causa de los desajustes. En buena parte es lo que hizo en su tiempo Jruschov con la denuncia del estalínismo. La llamada nueva línea del partido se impuso, y los estalinistas, encabezados por Molotov, fueron finalmente expulsados de la dirección. Esta vez¡ sin embargo, el cambio se hace sin ruptura, con correcciones graduales, más o menos sustanciales, pero dentro de un continuismo. Ello conlleva que para medir con acierto los resultados del actual proceso será necesario un plazo más largo. Por ahora, la acción de Gorbachov ha sido rápida, mucho más que Jruschov en los años cincuenta, en lo que se refiere a la sustitución de personas, pero más matizada en la formulación de nuevos caminos, cuyas metas se prestan a diferentes interpretaciones.
Ello puede reflejar tanto que Gorbachov se encuentra aleccionado por la derrota de Jruschov como -lo que parece más probable- que las condiciones y el proceso actual no son comparables a los de anteriores fases históricas.
Las modificaciones más importantes del nuevo programa son quizá las menos explícitas. Se dice: la URSS aspiraba antes a desarrollar su economía para colocarse a la cabeza del progreso, de la humanidad; ahora el programa pone su énfasis en la necesidad del desarrollo económico y tecnológico, pero con la meta más modesta de no ser superada por otros. Tal es sin duda la preocupación esencial de Gorbachov; la necesidad prioritaria que tiene pata lograr un apoyo social para su proyecto de modernización. La raíz de las propuestas de Gorbachov se encuentra en que el actual equipo dirigente en la URSS necesita, por motivos incluso nacionales, uña distensión de verdad, disminución de gastos militares y un mayor intercambio tecnológico con Occidente. Es decir, una situación internacional que permita abordar los graves problemas económicos -y, por tanto, sociales- que hoy conoce la URSS.
En ese orden, las modificaciones puntuales del programa permiten, sobre todo, una actitud mucho más pragmática. No hay, corno en la reforma húngara, un reconocimiento explícito de la importancia del mercado para el progreso económico, pero parece que el nuevo texto, sin romper con los principios de lo que Marcuse llamó "marxismo soviético", sí ampara una política, desde la cumbre del partido y del Gobierno, que permita ciertas flexibilizaciones del antiguo dirigismo y se contribuya así a aumentar la eficacia productiva y lograr que la URSS no quede rezagada ante la revolución tecnológica en marcha.
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