_
_
_
_
_

Referéndum en un barrio de París para decidir sobre la expulsión de las prostitutas

Soledad Gallego-Díaz

El alcalde del II-Distrito de París, Alain Dumait, ha organizado un insólito referéndum en su barrio. Los 6.000 vecinos han recibido por correo una papeleta con la pregunta: "¿Perjudica a su vida cotidiana el ejercicio irregular de la prostitución que se practica en la calle Saint Denis y vías adyacentes?". Las respuestas han comenzado ya a llegar, pero los resultados definitivos no se harán públicos hasta el día 31. "Nos quieren echar, pero le aseguro que tendrán que sacarnos por la fuerza, una a una, y que vamos a defendernos", dice una de las prostitutas de Saint Denis que tienen fama de ser las más combativas y organizadas de la capital. Si Dumait quiere expulsarlas se va a encontrar con una auténtica guerra callejera.El barrio de la Bonne Nouvelle, en pleno centro de París, a dos pasos del Beaubourg, está considerado desde hace muchos años como un pequeño Pigalle. En 1975, el Ayuntamiento contabilizó ya 500 mujeres que ejercían la prostitución en las aceras. La convivencia cotidiana con los vecinos era, sin embargo, distendida. La Bonne Nouvelle, con sus calles tortuosas y sus edificios del siglo XVIII, ha sido siempre un barrio vivo, lleno de pequeñas tiendas y talleres de artesanos, que no se escandalizaba fácilmente.

Todo cambió a principios del los años ochenta. Las autoridades decidieron limpiar los prostíbulos del bulevar de La Chapelle, la gota de oro, y las mujeres se lanzaron a la búsqueda de nuevos apartamentos y aceras. La elección era fácil: la calle Saint Denis y todas sus paralelas. Según Dumait, hoy día hay 2.000 prostitutas y 250 estudios que se alquilan permanentemente o por horas. "Y eso sin hablar de las tiendas de sexo o los locales porno", se queja el alcalde, miembro del partido neogaullista Asamblea por la República, (RPR) y antiguo periodista.

"En lugar de preocuparse tanto por las prostitutas", explica un pequeño comerciante, votante socialista, "Alain Dumait podía haber hecho algo para mejorar las viviendas de este barrio. ¿Sabe usted que la Bonne Nouvelle es el distrito parisiense con menos cuartos de baño por habitante de toda la ciudad?". Esta opinión no es, sin embargo, la mayoritaria.

Mañana, tarde y noche

Para muchos otros vecinos, la llegada masiva de prostitutas y proxenetas ha conllevado otra serie de consecuencias desagradables. "De día, puede pasar", afirma un panadero, "hay unas cuantas chicas en la calle, pero la vida sigue normalmente. Pero, al atardecer, todo cambia". De día, el barrio, excepción hecha de las tiendas porno y gran número de hoteles más o menos miserables, parece un barrio cualquiera de París, con sus puestos de venta de verdura o de flores ambulantes, los camiones de reparto subidos a las aceras y centenares de mujeres que, bolsa en mano, van a la compra. "Mire usted, de noche no hay quien duerma entre los coches, los gritos y el barullo. En verano no se puede ni abrir las ventanas"."El problema no es sólo la prostitución", asegura un periodista local, buen conocedor del barrio, "la población ha disminuido y envejecido. Los jóvenes se marchan de la Bonne Nouvelle porque los pisos son insalubres, y aquí sólo van quedando sus padres, viejos comerciantes y artesanos. Además, como los pisos son baratos, se están instalando muchos inmigrantes, sin dinero y que prefieren vivir en el centro de la ciudad, aunque sea en un barrio de mal tono, antes que irse al extrarradio".

Según un sondeo realizado en 1982, cerca del 30% de la población del distrito está formado por trabajadores inmigrados. "Mire todos esos chavales que están por la calle", se indigna una vendedora; "como no encuentran trabajo, están todo el día dando vueltas por el barrio y peleándose entre ellos". La presencia de jóvenes árabes parece sulfurarla todavía más que la de las prostitutas. Nada indica, sin embargo, que en la Bonne Nouvelle se cometan más delitos que en otras zonas de la capital igualmente pobres.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Alain Dumait asegura que su referéndum no tiene nada que ver con cuestiones morales. "Resulta muy fácil pasar del problema cuando no lo tienes permanentemente delante de ti, pero aquí, en el II Distrito, habría que estar ciego para no verlo".

Dumait sabe que la prostitución no es delito en Francia (el proxenetismo, sí), y que la única forma de expulsar a las mujeres es cerrar los apartamentos y estudios. Cada vez que lo ha intentado se ha encontrado con una respuesta fulminante. Las prostitutas de Saini Denis se han manifestado ya delante del Elíseo y han sido recibidas por un miembro del gabinete del primer ministro, Laurent Fabius, tras varias horas de asedio al palacio de Matignon. "Los agentes del fisco quieren que paguemos impuestos, pero luego no nos dejan trabajar", protesta una de ellas.

La situación está congelada: "Laude, qué actuaba como nuestro portavoz, la más activa de todas, se ha ido, al parecer a Tunez y ahora estamos un poco desorientadas". Laude tenía más de 20 años de oficio y grandes dotes de organización: "Sólo una mujer con tanta experiencia como ella puede unirnos y hacer que la Prensa hable de nuestros problemas", prosigue su compañera.

Por el momento, las chicas de Saint Denis se limitan a discutir en las esquinas, por grupos, y a increpar a los comerciantes: "Como votes para que nos echen, a ver quién te va a comprar esa bazofia de carne que vendes", le grita, riendo, una prostituta a un viejo carnicero. Las risas no ocultan la preocupación real: "El referéndum no tiene ningún valor legal, según nos han explicado", afirma Elisabeth, "pero el alcalde lo presentará como una forma de presión frente a las autoridades, que sí tienen el poder para echarnos". Tanto ella como sus compañeras están decididas, sin embargo, a no dejarse expulsar una vez más: "En Saint Denis estamos y en Saint Denis nos quedaremos".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_