Un factor de riesgo controlable por la dieta
La relación existente entre la hipercolesterolemia y el desarrollo de la ateroscierosis (forma de arteriosclerosis en que se deposita colesterol a modo de gotas de cera) está en la actualidad fuera de toda duda. En efecto, a medida que la concentración de colesterol en sangre aumenta por encima de cierto nivel hay un aumento rápido y exponencial de la incidencia de patología cardiovascular aterosclerótica.La aterosclerosis es la principal causa de mortalidad en los países desarrollados y mata por sus consecuencias (accidentes coronarios, accidentes cerebrovasculares, etcétera.) En Estados Unidos, en los últimos 15 años, la cardiopatía coronaria ha disininuido el 30% y los accidentes cerebrovasculares el 40%, feliz augurio de la desaparición de la epidemia coronaria, en gran parte debido al control de los llamados factores de riesgo de la aterosclerosis.
El colesterol total que hay en la sangre es la suma del colesterol en las tres clases mayores de lipoproteínas sanguíneas: lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), lipoproteínas de baja densidad (LDL) y lipoproteínas de alta densidad (HDL). El colesterol en la LDL se relaciona directamente con el riesgo de coronariopatía y el colesterol en las HDL está inversamente relacionado con este riesgo.
El trabajo de Brown y Goldstein ha ampliado la comprensión del papel del LDL-colesterol. Demostraron, en células de la aorta humana y fibroblastos humanos, la existencia de un receptor específico en la superficie de estas células que se unen y degradan las LDL plasmáticas. Individuos con hipercolesterolemia familiar tienen un número reducido o ausencia de estos receptores. Si el colesterol plasmático elevado se relaciona causalmente con la aterosclerosis, quedaba por ver si la reducción del colesterol plasmático da como resultado una disminución de la incidencia de aterosclerosis y sus manifestaciones clínicas.
Recientemente, la publicación de un estudio hecho en Estados Unidos por el Lipid Research Clinic ha supuesto la primera prueba estadísticamente concluyente de que la disminución del colesterol en sujetos que, previamente, lo tenían aumentado (colesterol total y LDL) mediante una dieta y, cuando era necesario, con el uso de fármacos, produce un descenso significativo del número de los infartos de miocardio.
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