Bajonazos en Las Ventas
"Este chico apunta", se suele decir del torero principiante o desconocido que ensaya las suertes con técnica ortodoxa. Los tres de ayer, que militan en zonas de baja cotización, también apuntaban, tal que Juan Mora, cuyo estilo propende a la exquisitez, pero no mucho. Pues donde de verdad apuntaban los tres -¡inquietante propensión!- era a los bajos. Con el acero toledano hacían el siniestro apunte. Pocas veces se habrá visto en una corrida tal cantidad de bajonazos, cobrados con tanto descaro. Si uno lo dirigía al blando, el otro se iba al sótano, y el siguiente dejaba expuesta a la pública vergüenza infamante cuchillada, por los entornos del brazuelo. Quien mayor subnivel toricida alcanzó fue El Cali.Y consumada la tabernaria agresión, daban la vuelta al ruedo, con total desahogo y contraposición a los deseos del público, manifiestamente opuestos a semejante propósito. El público les gritaba ¡fuera¡, y ellos continuaban dentro, por el redondel, devolviendo con sonrisas y saludos más gritos que aplausos. Acaso estaban satisfechos con el toreo realizado, y aún sería peor, pues sobre que ese toreo fue mediocre, desvelarían un escaso sentido de la autocrítica y del ridículo.
Plaza de Las Ventas
12 de octubre.Tres toros de Jiménez Pasquau; 1º sobrero de Alarcón; 3º y 6º de Palha. Flojos y manejables. José Luis Galloso: bajonazo descarado y descabello (silencio); tres pinchazos bajos y bajonazo perdiendo la muleta (silencio). El Cali: bajonazo descarado (silencio); dos pinchazos bajos -aviso- y descabello (vuelta protestada). Juan Mora: media atravesadísima baja (vuelta protestada); pinchazo bajo y bajonazo descarado.
Sólo Galloso no dió vuelta al ruedo, ni lo intentó siquiera, aunque a la vista del desenfado de sus compañeros la habría podido dar sin ningún problema. A Galloso le salió un primer toro que sabía a canela y lo devolvieron al corral por inválido absoluto; patas arriba se caía el pobre animal. El sobrero tenía un trapío impresionante, incierta embestida, catadura mala, sabía a rancio, y el contrariado Galloso lo macheteó a dos manos, con buena técnica, una vez se hubo convencido de que intentar derechazos y naturales constituiría un riesgo inútil. El cuarto sacó genio y de nuevo se vió obligado a aliñar. Esta vez Galloso no tuvo suerte.
El lote de El Cali poseía mejor manejabilidad, si bien a El Cali no le llegaba con demasiada fluidez la inspiración. En el segundo, para enjaretar el de pecho cada tres derechazos, daba vigorosas revueltas, que no complacían a la afición. Al quinto tardó en descubrirle la nobleza y, descubierta, templó y ligó una tanda de naturales y dos de redondos. Para celebrar el gozoso hallazgo vinieron los pinchazos apuntando a los bajos, y finalmente el diestro se homenajeó con una vuelta al ruedo, en cuyo transcurso pudo escuchar un amplio surtido de los más expresivos improperios que contiene el Diccionario de la Academia.
Otro mansito noble el tercero, Juan Mora le dibujaba el natural y el redondo con exquisitez de virtuoso. Este diestro posee privilegiadas dotes para interpretar las suertes con depurado estilo; sólo que no le deja demostrarlo su acendrado instinto de conservación. Este instinto le impidió redondear la buena faena que había estructurado en el tercero, y estructurarla, siquiera, en el sexto, cuya escasa fijeza le imprimía a las zapatillas un movimiento uniformemente acelerado.
No estaban inspirados los matadores. Sin embargo la tarde no se fue de vacío pues los banderilleros sí lo estaban: bregaron con eficacia y banderillearon con decoro. Uno de ellos, Antonio del Pino, prendió al cuarto dos pares impresionantes, "asomándose al balcón", y en el segundo de ellos, de dentro a fuera, dejándose alcanzar con los pitones los golpes de la pechera. Saludó montera en mano, naturalmente, para corresponder a la cerrada ovación del público.
Ante la general sorpresa, otro se cortó la coleta. Hombre, eso se avisa. El Cali brindó la muerte del quinto a su peón Madrileñito, lo cual fue indicio de que algo pasaba allí y, terminada la faena, le cortó la coleta, en presencia de las cuadrillas. El público, puesto en pié, dedicó una ovación grande al veterano subalterno, que salió a los medios a saludar y recibió los abrazos y parabienes de sus compañeros. Madrileñito se jubiló con torería que fue lo suyo toda la vida. Y lo será, hasta el final.
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