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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Goldoni no se aparece

Carlo Goldoni es una materia frágil y delicada, un cristal veneciano al que hay que pulsar con delicadeza para que suene. Tienta a los grandes directores de su propia tradición italiana -Gorgio Strehler, Luchino Visconti-, a los de su escuela -el español Lluís Pasqual-, y consiguen que se les aparezca.Carlo Goldoni tienta también a los pequeños, y no se les aparece un espectro risueño, alegre y observador. Es el caso de esta Posadera, de la que se conse a el título original -La locandiera-, pero no su fluidez. Pide una representación viva, activa, brillante, espumosa, maligna y crítica, y no lo consigue una compañía madura y apelmazada, donde toda huella de espontaneidad está encarcelada por la dirección plúmbea.

La locandiera (La posadera)

De Goldoni. Intérpretes: Francisco Portes, Miguel Palenzuela, Ramón Pons, José María Pou, Rosa Vicente, Pedro García, Miguel Mateo, Rafael Ramos de Castro, Teresa Cortés, Carmen Utrilla. Músico: José Antonio Ramírez. Escenografía y figurines: Tomás Adrián. Director: Juan Antonio Hormigón. Estreno: Teatro Progreso. Madrid.

Destello de Pou

El juego de galán y dama no lo proporcionan José María Pou -que tiene alguna vez el destello fugaz de algunas de sus creaciones, pero no levanta el papel- ni Rosa Vicente, cuyas aptitudes están lejos de ser las descritas en las conversaciones. Francisco Portes tiene alguna aportación cómica, pero más al estilo del gracioso a la española que en el del personaje italiano, y Teresa Cortés y Carmen Utrilla alcanzan carcajadas en personajes episódicos de carácter.El director ha añadido una especie de andamiaje donde dos albañiles conversan ocasionalmente sin que su función de amañado distanciamiento revele su necesidad; un saxonofinista de esmoquin que va intentando tocar La marsellesa hasta que por fin le salen al final algunos guiños al público para que entienda bien las frases políticas, y una longitud desmesurada de las acciones y subacciones reiterativas.

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