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El fin de un secuestro

Los pesqueros artesanales faenan en condiciones infrahumanas y en zona considerada de guerra

Javier Rivas

Las circunstancias exactas que rodearon el ametrallamiento del pesquero canario El Junquito la noche del pasado viernes día 20, incidente del que ha asumido la responsabilidad el Frente Polisario, se conocerán sólo cuando regresen sus tripulantes, ahora retenidos por la guerrilla saharaui. Lo indudable es la muerte del contramaestre del barco, Guillermo Batista Figueroa, y la tensa espera de seis familias canarias. Pero, a raíz del caso de El Junquito, han vuelto a la actualidad las difíciles condiciones de trabajo y existencia de los pesqueros artesanales de Las Palmas, faenando en zona de combate, la mayoría de las ocasiones en situación ilegal, sobre barcos no más grandes que una pequeña habitación y en condiciones infrahumanas."No hay más huevos que ir a la costa. No podemos pescar en otros sitios", piensa, resignado, el armador del Graciosa, pesquero artesanal con base en Las Palmas que se encontraba cercano a El Junquito la noche en que éste fue ametrallado por un comando del Frente Polisario.

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Los cerca de 40 pesqueros artesanales que, como el Graciosa o El Junquito, tienen su base en Las Palmas deben aproximarse incluso a milla y media de la costa del Sáhara si quieren conseguir un buen nivel de capturas. Los barcos arrastreros, mayores y con redes, han destruido los puestos de tierra -donde los artesanales lanzan sus aparejos- más allá del límite jurisdiccional de las 12 millas. Dentro de este límite, en aguas que el Gobierno español reconoce como de soberanía marroquí, los puestos han permanecido más protegidos, pues, teóricamente, los arrastreros no pueden pescar dentro del límite de las 12 millas, aunque muchas veces lo hagan.

Así, los pequeños pesqueros artesanales han de colocarse la mayoría de las veces en situación ilegal y faenar incluso dentro de las aguas exclusivas que delimitan las seis millas. Hay que rentabilizar el salir a la marea, a faenar; hay que seguir pescando. En ello influye también el que los tripulantes, el patrón y el armador del barco vayan a la parte, es decir, que se repartan las ganancias según un porcentaje fijado de acuerdo al nivel de capturas obtenido. Por tanto, cuanto más pesquen más cobran.

El sitio tradicional

La zona del banco canario-sahariano donde fue ametrallado El Junquito es, de hecho, zona de guerra, aun cuando las autoridades españolas no lo admitan así al no reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática como una nación beligerante con Marruecos. Pero esa zona es también donde los pescadores canarios han acudido a faenar desde que tenían uso de razón, donde pescaron sus padres y abuelos. "Los marineros son conscientes de que están pescando en territorio en guerra, en una zona controlada por el Frente Polisario, pero es nuestra zona tradicional de pesca y una pesca que no podemos realizar cerca de las islas", opina Juan San Ginés, miembro de la coordinadora del Sindicato de Trabajadores del Mar, al que, afirma, están afiliados unos 2.700 marineros de las siete islas, aunque poco más de 100 coticen.El reconocer la zona como de combate se complica también por la oposición de los armadores, ya que ello supondría que tuvieran que pagar seguros y sueldos más altos.

Muchos pescadores no comprenden por qué, si el Frente Polisario reivindica las aguas al sur del cabo Bojador como propias del pueblo saharaui y son zona de combate, han de pagar las licencias de pesca a Marruecos y no al propio Polisario. España es el único país con flota faenando en la zona que ha reconocido la soberanía marroquí sobre las aguas del Sáhara. Incluso el último acuerdo de pesca con Marruecos extendía esta soberanía hasta la zona sursahariana, que el acuerdo tripartido de 1975 había asignado a Mauritania. Pesqueros de otras nacionalidades, como los soviéticos y coreanos, no tienen este tipo de problemas.

Por ello, los pesqueros españoles, para no ser multados, han de llevar las dos banderas: la española, en la popa; la marroquí, en el palo de proa. El Polisario pide que la flota española no lleve una bandera marroquí. Las tripulaciones quedan, así, entre los dos bandos.

Y, al ser Marruecos el país que concede las licencias a cada barco, muchos tripulantes y, sobre todo, armadores son reacios a hablar contra la política del reino alauí, pues temen tener posteriores dificultades a la hora de renovar las licencias.

La necesidad de seguir pescando allí para no perder unos ingresos económicos escasos y difíciles de lograr -un marinero viene a obtener una media de 75.000 pesetas al mes- lleva a los pesqueros a desoír los comunicados que repetidas veces emite el Frente Polisario recomendándoles no faenar.

Avisos de peligro

Incluso, como reconocen medios cercanos al Polisario en Las Palmas, miembros del Frente han llegado a aproximarse en una lancha Zodiac a un barco que estaba faenando y a decir a sus tripulaciones: "Hombre, no pesquéis aquí, que hay peligro".Pero tienen que pescar allí porque hay que trabajar; porque, como dice Antonio Fernández Sepúlveda, patrón del Graciosa, "yo tengo seis bocas que alimentar". Y para ello, en muchas ocasiones, han de bordear la legalidad, han de ser "piratas, obligados por la supervivencia", en palabras de Juan San Ginés. Aun con el miedo, hay que salir a la marea.

Para evitar el peligro, como más de un pescador comenta, hay pesqueros artesanales que, en vez de faenar, bajan hasta Mauritania o incluso a Sierra Leona a comprar pescado a buques de esas nacionalidades que luego revenden a precio superior en Las Palmas.

En el puerto una de las frases más repetidas es: "Estamos dejados de la mano de Dios". Muchos pescadores consideran escasa la protección que les prestan las patrulleras de la Armada española -a las que llaman las económicas "porque no llevan nada"- Para ellos, si bien ha mejorado el servicio médico y de comunicaciones, esta vigilancia de la Armada española lo que supone es asumir un papel de gendarme y proteger una zona que, por su longitud -600 millas, unos 1.000 kilómetros-, Marruecos no puede controlar.

Quejas que aumentan al hablar de la política del Gobierno central o del autónomo canario. Para Hilario Estévez, presidente de la cofradía de pescadores de Fuerteventura, "el pueblo canario paga con su trabajo y su vida la nefasta política exterior española de ayer y de hoy. Han conseguido hasta despreocupar al pueblo canario de sus propios problemas. Y por parte del Gobierno autónomo no hay apoyo ni presión a favor".

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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