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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El presidente Pujol y la OTAN

Era previsible. Llevamos tres meses oyendo murmurar lo que ahora ya está en las páginas de los periódicos. Un nuevo intento de erosionar el Gobierno de la Generalitat y el prestigio de su presidente, atribuyéndole la intención de sacar al Gobierno del PSOE del grave apuro del referéndum sobre la OTAN. El rumor insidioso está bien calculado. Se trata de acusar al presidente de la Generalitat de preparar un nuevo 6 de octubre, o, dicho de una forma más clara, de poner la política de Cataluña a remolque de los intereses de la política española, con la particularidad de que este nuevo 6 de octubre sería más grave que el de 1934, puesto que esta vez no habría ninguna justificación para pretender que también se actúa en defensa de los intereses nacionales de Cataluña.El planteamiento más preciso de esta nueva maniobra lo hemos leído hace unos días en Diario 16. Copio literalmente: "Si Jordi Pujol disuelve el Parlamento catalán en la fecha oportuna, el referéndum sería jurídicamente imposible. Y Felipe González se lo agradecería eternamente. Pujol tiene en esto la palabra". Es difícil decir más cosas en menos palabras. La insinuación está bien urdida. Veamos.

En primer lugar, hay que tener en cuenta el complicado atolladero del referéndum en que se ha metido el presidente González. Hace unos días, Txiki Benegas, secretario de organización del PSOE, enumeraba los motivos de serio apuro en que se encuentra el Gobierno, y confesaba, lamentándolo, que el referéndum sólo es necesario "porque nos comprometimos electoralmente y la oferta está hecha". La complicación del problema aumenta por su enorme importancia internacional.

Nervios de acero

Personalmente, me admiran más cada día que pasa los nervios de acero de Estados Unidos y de los otros países de la OTAN que ven acercarse inexorablemente la convocatoria del referéndum -convocatoria que tiene que hacerse forzosamente dentro de este trimestre- sin un gesto, sin un suspiro. Con la excepción del primer ministro italiano, Bettino Craxi, que ya hace meses que muestra públicamente su nerviosismo. No es extraño que el presidente González haya declarado hace unos días, sobre unas manifestaciones de Manuel Fraga relativas al referéndum: "No debería incrementar cualquier tipo de riesgo de no estar en la OTAN". Parece asombroso, porque el mayor riesgo para la permanencia de España en la OTAN es precisamente el referéndum que sigue prometiendo el Gobierno como cosa segura, y no unas declaraciones de Manuel Fraga. Pero no resulta asombroso si pensamos que lo que Felipe González quería decir es que no debería hablar más del referéndum quien es partidario, como él, de quedarse en la OTAN. El subconsciente ha traicionado al presidente González; lo que desea es silencio, que no se hable más del referéndum.En segundo lugar, las fechas se nos echan encima. El presidente González ha. actuado como los malos estudiantes, que dejan para el día antes de los exámenes el estudio de las asignaturas más difíciles. Es sabido el resultado que obtienen los que usan esa técnica. He aquí los hechos: según la ley de Referéndum, una consulta de este tipo no puede convocarse a menos de 90 días de unas elecciones. Las elecciones gallegas serán el 24 de noviembre, y las andaluzas, el 22 de junio del año próximo (por razones que aquí sería demasiado largo de explicar, pero que, les aseguro, pueden creer que son sólidas). Esto quiere decir que las únicas fechas posibles para el referéndum (si se hace, como es lógico, en domingo) son los días 2, 9 o 16 de marzo próximo. Por tanto, el presidente González tiene que iniciar el trámite parlamentario de convocatoria en diciembre, y antes de que comiencen las vacaciones. ¿Cómo salir del apuro?

Hasta ahora se habían estudiado tres salidas diferentes. La salida de don Tancredo, que consiste en liarse la manta a la cabeza y hacer el referéndum. Si resulta favorable a la OTAN, no hay problema, y si resultase contrario, el presidente González denunciaría el Tratado de Washington (con lo cual cumpliría su palabra) e inmediatamente disolvería las Cortes y convocaría elecciones generales, yendo a ellas con un programa que incluiría la permanencia en la OTAN. La salida de don Tancredo, como se ve, es pésima. Excesivamente traumática.

La salida Solana

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La salida Luis Solana pretende evitar el referéndum, y consiste simplemente en adelantar las elecciones generales. Es una salida mala porque obliga al PSOE a ir a las nuevas elecciones sin haber cumplido tampoco la otra promesa esencial de su programa de 1982. La tercera salida es la salida canaria, que consiste en hacer dimitir al presidente socialista de la comunidad canaria y, aprovechando la mayoría que tiene allí el PSOE, mantener al Parlamento canario incapaz de elegir un sustituto durante dos meses. Ello supondría la disolución del Parlamento canario y la convocatoria de nuevas elecciones. La salida canaria es tan mala como la anterior porque depende exclusivamente de la voluntad del PSOE y obliga a una convocatoria de elecciones ya dentro de diciembre, después de dos meses de crisis epiléptica. Como dirían los franceses, c'est cousu de fil blanc. La cuarta salida, o salida catalana, en cambio, es perfecta: hace imposible el referéndum sin que el PSOE tenga la culpa. La culpa la tendría Pujol.La salida catalana tiene además dos elementos que la convierten en algo creíble por los ciudadanos, frente a los que se quiere desprestigiar al presidente Pujol:

1. Por fin se da una explicación racional a la inexplicada modificación del artículo 46 del Estatut Interior de Cataluña, que autoriza al presidente de la Generalitat a disolver el Parlamento y convocar elecciones, cosa que no estaba prevista en esa ley cuando fue aprobada por unanimidad después de un largo y difícil consenso que duró un año. Esta modificación se hizo el pasado mes de abril por procedimiento de urgencia, con los únicos votos de Convèrgencia i Unió y sin que el portavoz de ese grupo fuese capaz de explicar una razón convincente para romper el consenso.

2. Creo que a los lectores que me han seguido hasta aquí no se les habrá escapado la sutil frase del artículo citado al principio: "Felipe González se lo agradecería eternamente". ¿Soy demasiado suspicaz viendo ahí una insinuación sobre la influencia benevolente que el Gobierno podría ejercer cerca de los fiscales que llevan más de un año hurgando en las engorrosas diligencias que se instruyen por presuntas responsabilidades en la gestión de Banca Catalana?

Preocupado hace meses por la divulgación de la salida catalana en forma de secreto a voces, el pasado 11 de julio aproveché mi participación en el debate parlamentario sobre la crisis de Gobierno para obtener una declaración oficial que frenase definitivamente el rumor.

Dije al presidente González al final de mi turno de réplica, refiriéndome a la fecha del referéndum: "Yo estaría más tranquilo si usted nos dijese la fecha en que piensa hacerlo, porque, fíjese si es importante, que eso impediría que algún acontecimiento externo a su voluntad lo hiciese imposible, o por lo menos lo dificultase. ¿Por qué no tranquilizar a todos dando una fecha para una cosa tan importante?".

Planteamiento incomprendido

Felipe González me contestó inmediatamente que no podía responderme porque no entendía mi planteamiento, aunque unos minutos más tarde, ya al final de su intervención, volvió a referirse a mí y dijo: "... no sé exactamente a qué se refería. Puede que fuera a que exista una crisis parcial en alguna autonomía que podría forzar a un proceso electoral.La naturaleza jurídica del problema no cambia en absoluto, tanto si se da una fecha como si no" (las citas entrecomilladas del debate parlamentario son copia literal del Diario de Sesiones del Congreso). Y ya pueden suponer los lectores que, ante esta respuesta, y sin posibilidad reglamentaria de volver a preguntar, me quedé más preocupado que antes.

Pero ahora es fácil deshacer toda la cadena de insinuaciones. Al presidente Pujol le basta, como dicen los beduinos, con sentarse a la puerta de su tienda y esperar a ver pasar el cadáver de su enemigo. Le basta con dejar que pasen las fechas claves para la convocatoria del referéndum sin disolver el Parlamento de Cataluña. Ello es suficiente para hundir en el más profundo descrédito a los inventores de la insinuación.

Francesc Vicens es diputado a Cortes de Esquerra Republicana de Catalunya.

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