Dos públicos diferentes
Akira Kurosawa no está sorprendido por la gran acogida que ha tenido su película en Occidente: "Lo que me asombró es que Francia quisiera ayudarme a producirla, que me facilitara los medios económicos para realizarla". La promoción de la película ha obligado al director a estar presente en varias exhibiciones: "No me importa, porque me gusta ver la reacción del público en la sala. En Japón, los espectadores no demuestran sus emociones. En Europa, por el contrario, el público deja ver lo que siente ante una escena u otra. Yo soy como los actores de teatro, para los que esas reacciones son enriquecedoras. Cuando estoy dirigiendo una película, pienso: aquí los espectadores reaccionarán de este modo, y luego me apetece saber si mis previsiones fueron correctas". El problema es que cada vez que ve Ran piensa todavía que hay escenas mejorables: "Aún tengo la película en la cabeza, todavía le doy vueltas, pero tengo que olvidarla para poder iniciar otra etapa".Kurosawa se extraña ante la opinión de quienes interpretan las últimas escenas como expresión de religiosidad. El hermano ciego de Sué tiene una imagen de Buda, se le cae y la cámara la enfoca largamente, pero según el director no hay que olvidar las escenas precedentes. "Sué le ha dado el cuadro de Buda para que no esté solo, para que le haga compañía, y al final, su hermano está completamente solo, al borde de un abismo. Yo creo que son los hombres quienes cometen estupideces, no los dioses. Son ellos los que luchan y se matan. ¿Hasta cuándo esos actos abominables? En Ran se acaba una batalla, pero la guerra continúa".
Babelia
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