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España preside la 40ª Asamblea General de la ONU

Jaime de Piniés, embajador incombustible

Francisco G. Basterra

Jaime de Piniés, de 67 años, el diplomático español que en 1960 le plantó cara a Nikita Jruschov en las Naciones Unidas cuando éste lanzó un demoledor ataque contra Francisco Franco, preside desde ayer la 40ª Asamblea General de la ONU. Uno los cometidos de su actual cargo consiste precisamente en evitar que surjan incidentes como el de hace 25 años, que concluyó con el líder soviético golpeando el pupitre con un zapato, en una imagen que dio la vuelta al mundo.

La historia diplomática de Jaime de Piniés es un ejemplo de tenacidad y capacidad de supervivencia. Uno de los diplomáticos que han trabajado con él destaca que "ha sabido conjuntar un gran olfato para la trama burocrático-administrativa de la ONU con un conocimiento ajustado de los vaivenes de la política española".

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Uno de los diplomáticos favoritos de Franco, a quien hizo de intérprete en su entrevista con el presidente Eisenhower en 1959, De Piniés sirvió al anterior régimen con eficacia, haciendo de bombero en la ONU en las épocas difíciles de una España puesta en cuarentena por las democracias occidentales. Llegaron las libertades, y De Piniés, en contra de lo que pensaban muchos, siguió en su puesto.

Cuentan en Nueva York que el embajador en la ONU, que ha sido delegado de España ante la organización en 28 asambleas generales, encantó a Felipe González, antes de que éste llegara al poder, en una cena en la, que presentó al entonces líder de la oposición a la alta sociedad neoyorquina y al mundo de las finanzas. Posteriormente, la falta de decisión del Gobierno socialista, la ausencia de un recambio mejor o la consideración de que lo estaba haciendo muy bien hicieron que De Piniés continuara en su casi vitalicio cargo. El hecho de que ya se supiera que iba a presidir esta asamblea le sirvió a este hábil diplomático para negociar su jubilación, que finalmente se produjo el pasado junio. El 28 de agosto, un real decreto en el Boletín Oficial del Estado le nombró embajador en misión especial.

El compromiso consistió en que los socialistas no le sustituirían y mantendrían oficialmente vacante la embajada, que ahora dirige como embajador en funciones Emilio Artacho, a la espera de que se decida a ocuparla el ex ministro Fernando Morán.

No ver a Jaime de Piniés al frente de la delegación española en esta asamblea, delegación de la que ya formó parte como secretario de embajada en 1956, resulta casi tan chocante como no contemplar al eterno Andrei Gromiko dirigiendo la soviética, hecho histórico que se produce este año. Desde 1960 a 1985, con una interrupción de poco más de un año como embajador en Londres, De Piniés ha sido el representante permanente de España ante la ONU. En 1960, con motivo del incidente con Jruschov, su nombre ya apareció en la primera página de The New York Times, donde su fotografía a tres columnas volvió a ser publicada ayer.

Hace unos años volvió a los periódicos, pero a las páginas de sucesos, por una paliza que le propinó un gigantesco conductor de un camión de basura que al parecer no atendió a las razones del diplomático español, que había aparcado su coche donde debía estar el camión. El nombre de Jaime de Piniés llegó a ser unido en las columnas del corazón a la millonaria Betty Bloomingdale, una amiga de Nancy Reagan dueña de los almacenes del mismo nombre. De Piniés se casó este verano con Julia Ghirardi, de origen italomexicano.

Jaime de Piniés fue el hombre encargado de defender el único asunto exterior que tuvo España durante años: Gibraltar, y lo hizo bien, aunque el triunfo jurídico internacional no favoreciera la negociación política. Fue destacada también su labor sobre el Sáhara, defendiendo la descolonización y el derecho de autodeterminación para los saharauis.

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