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Reportaje:

Las víctimas del SIDA, leprosos del sigIo XX

Francisco G. Basterra

Un creciente clima de miedo, que en algunos casos bordea la histeria, se está apoderando de la sociedad norteamericana ante la extensión del SIDA. El síndrome de inmunodeficiencia adquirida, al igual que las pestes medievales, está provocando problemas de discriminación en colegios, cuarteles, oficinas e incluso en las relaciones personales, que convierten a las víctimas de esta enfermedad incurable en los leprosos del siglo XX. La enfermedad, que ha afectado ya a más de 12.000 norteamericanos, de los que 6.000 han fallecido, ha roto en la opinión pública las barreras que la confinaban a un grupo reducido y específico de la población: los varones homosexuales, los drogadictos y las personas contaminadas a través de transfusiones de sangre.El 37% de la población considera que el SIDA es la mayor amenaza sanitaria que pesa sobre Estados Unidos y un 64% lo califica de un problema muy serio, tercero en importancia tras el cáncer (92%) y las enfermedades coronarias (88%). Aumenta la creencia de que "el público en general" puede verse afectado por el virus del SIDA y que su transmisión es posible por contactos' heterosexuales. Esta impresión está haciendo que el miedo a contraer el síndrome se convierta en una enfermedad en sí mismo. Las autoridades sanitarias tratan de disminuir la ansiedad de la población, al tiempo que nuevas investigaciones señalan que el SIDA puede ser transmitido por más medios que los que originalmente se pensaba. Ya las lágrimas y la saliva son sospechosos como transmisores.

El The Washington Post, en un trabajo investigativo sobre el tema, asegura que las actuales víctimas son sólo "la punta, de un iceberg" y que es imposible saber hasta dónde se extenderá la enfermedad. El doctor Robert Gallo, del Instituto Nacional del Cáncer y uno de los descubridores del virus del SIDA, afirma lo siguiente: "Creo firmemente que con el tiempo y con el suficiente contacto heterosexual con los afectados, este virus se va a extender gradualmente a todas las capas de la población si antes no hacemos algo". Sin embargo, la enfermedad no se ha extendido de una forma significativa a la población en general en EE UU y hasta ahora sólo un 1% de los casos ha sido transmitido por contactos heterosexuales.

El miedo y el prejuicio ante lo desconocido -se calcula que antes de dos o tres años no habrá una vacuna eficaz contra este azote- no tienen límites incluso en una sociedad tan avanzada como la norteamericana. De nada. sirve que el centro de control de enfermedades infecciosas de Atlanta haya dicho que los niños que sufren el SIDA (183 en 23 Estados) deben acudir al colegio y no constituyen un peligro para el resto.

Ryan White, de 13 años, víctima de la enfermedad, se ha convertido en una figura nacional porque su escuela en Kokomo (Indianápolis) le ha impedido comenzar el curso. Sigue las clases desde su casa mediante un teléfono y un ordenador. Sus padres han demandado a la dirección del colegio por discriminación. En Nueva York, cerca de 18.000 escolares se negaron el lunes a volver a su colegio después de las vacaciones en protesta por la admisión de un alumno no identificado que padece el SIDA. Tras la sorpresa de Rock Hudson, víctima de la nueva plaga, las actrices de Hollywood dudan en besar a los galanes. En California se advierte a la policía que el boca a boca para reanimar heridos es peligroso.

La archidiócesis de Nueva York se ha echado atrás de sus planes de establecer un centro para víctimas del SIDA en un antiguo convento, junto a la escuela católica de una parroquia. Los padres de los niños amenazaron con sacar a sus hijos del colegio si se abría el refugio. El Estado de Colorado obligará a los médicos y laboratorios a comunicar los nombres de los afectados por el SIDA, que mantendrá en una lista que asegura será confidencial, pero que para los críticos de la medida puede provocar discriminación.

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Análisis a los reclutas

El Pentágono ha decidido que los más de 300.000 reclutas que ingresan anualmente en los diversos ejércitos pasen un análisis de sangre para ver si han estado expuestos al SIDA. Si las pruebas resultan positivas deberán abandonar el Ejército. El Gobierno está pensando incluso en extender esta prueba a los 2,1 millones de ciudadanos que trabajan en las Tuerzas Armadas.

Las funerarias están cobrando 1.000 dólares -unas 173.000 pesetas- más por embalsamar a las víctimas del SIDA. Equipos de televisión en Nueva York y Washington se han negado a filmar a personas con la enfermedad. Un hombre en Virginia tuvo que pedir por correo sus bonos de beneficencia para la comida porque los empleados de la oficina de la Seguridad Social se negaban a recibir a una persona con SIDA. Las residencias de ancianos no aceptan a víctimas del síndrome. Una profesora aseguró que no volverá a limpiar las lágrimas a los niños, después de oír que el virus había sido hallado en ellas.

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