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Las tres H del síndrome por la sangre

Habituados a la muerte, los heroinómanos no temen al SIDA

Javier Rivas

"No se imaginan que puedan contraerlo. No les preocupa demasiado hasta que les dices que han dado positivo en la prueba. Antes jamás pensaron que pudieran contraerlo". Estas palabras de la doctora Carmen García, del centro de tratamiento de toxicómanos de la Cruz Roja en Madrid, simbolizan bien la actitud mental de un heroinómano cuando se le habla del SIDA. No deja de ser lógico. Un yonqui se ha acostumbrado a codearse con la muerte, se ha habituado a ella. Sabe que en cualquier momento puede acabar con él la sobredosis, una adulteración de la papelina diaria, un arma en el atraco a una farmacia o a un banco.

Muchos han visto morir a un amigo y casi todos han padecido algún tipo de infección, en especial la hepatitis. El SIDA les queda lejano, no les angustia, "piensan que es un riesgo más de los que conlleva consumir heroína, por lo que no le dan mayor importancia", afirma la doctora García. Y si hay preocupación en algunos es sólo porque el síndrome mata más rápido que el caballo.Esta lejanía se traduce en una absoluta falta de información sobre el síndrome. "En los dos últimos meses con el auge del SIDA en la prensa, están más informados. Pero todavía en el pasado mes de julio los había que preguntaban ¿ésto qué es? cuando se les decía que habían dado positivo en el test", dice la doctora García. Otros conocen mejor los síntomas de la enfermedad, "pero te dicen: no va conmigo, eso es cosa de maricas".

"Los chicos nunca han hablado del SIDA. Sólo en los últimos días alguno que otro ha demostrado cierta curiosidad por saber cómo podían enterarse si lo tenían o no". Los chicos son los heroinómanos de Tetuán o de la U.V.A. de Hortaleza con los que Tato habla casi todos los días. Tato hace trabajo social de base, continuamente trata con delincuentes juveniles, yonquis muchos de ellos. "No, los chicos no tienen angustia, aunque procuran saber con quien se pican".

Pero los chicos, como dice Tato, son un grupo con un riesgo de contagio del síndrome muy alto. La mayoría de los heroinómanos son inmunodeprimidos al haber padecido otras infecciones anteriores y están muy expuestos a coger cualquier infección. Problema que se agrava por las nulas condiciones de asepsia e higiene en que casi todos ellos se chutan.

Más de un 60%

El riesgo citado tiene prueba palpable en el hecho de que nunca bajan del 60% los porcentajes de presencia del virus del SIDA entre grupos de heroinómanos, según los test de detección realizados por varios centros sanitarios de España y confirmados por el Centro Nacional de Microbiología, Virología e Inmunología Sanitarias de Majadahonda (Madrid). Así, bastantes doctores piensan que será alto el número de heroinómanos españoles que padecerán el SIDA.

Al Centro de tratamiento de la Cruz Roja, al que acuden heroinómanos de todo el territorio de la Comunidad Autónoma de Madrid, "no vienen pidiendo que se les haga específicamente un test para saber si están contagiados, sino que el test se les hace junto con otras pruebas. Acuden por problemas infecciosos habituales o, más normalmente, pidiendo tratamiento de deshabituación", según la doctora García. "Al decirles que son positivos se asustan bastante, sobre todo por la posibilidad de contagiar a sus más allegados", añade, "pero, con todo, continuan sus costumbres normales".

Gran experiencia en yonquis tiene también la doctora Pepa Sanz, jefe en funciones del servicio de Medicina Interna-Infecciosas-I del hospital del Rey de Madrid. "Son más duros que los homosexuales que vienen aquí, porque ya han sufrido otras infecciones", dice. "Saben el riesgo que corren con la drogadicción y no tienen miedo a la muerte porque han visto morir a otros drogadictos, a amigos suyos".

"A muchos drogadictos no les importa la muerte, son muy fatalistas porque saben que en cualquier momento pueden caer. Los que están muy enganchados de la heroína, conociendo que no sobrevivirán a la adicción, te pueden llegar a decir que les da lo mismo que les mate el SIDA o una sobredosis".

"Y si vienen es para tratarse de las infecciones habituales que causa la droga, no para prevenirse expresamente del SIDA.". En cambio, sí que desean vivir aquellos que dependen menos del jaco o que cuentan con el apoyo de sus familias.

En el hospital del Rey han fallecido por SIDA tres heroinómanos, todos en torno a los 20 años. "Ninguno supo que era SIDA, porque nunca lo preguntaron. Vinieron por una infección oportunista y pensaban que su enfermedad era una consecuencia más de la drogadicción", afirma la doctora Sanz.

"Ahora tenemos varios en estudio, algunos ya con un cuadro clínico de pre-SIDA. Sus familias están derrotadas, en especial las de los fallecidos, y son de la gente más ineresada en mantener la confidencialidad". Son familias completamente normales para las que tener un hijo drogadicto no era un caos; pero otras se enteran ahora de que tienen un hijo heroinómano.

Jeringas desechables

El Ministerio de Sanidad aconseja a los heroinómanos que, para prevenir el contagio del síndrome, usen agujas y jeringas desechables. Pero, en la psicología de un yonqui, el Ministerio de Sanidad queda a años-luz. Como asegura la doctora Sanz "ninguno ha manifestado su deseo de cambiar, por miedo al contagio, el rito de usar una misma jeringa para todos", de picarse en grupo.

Y la marginación que sobre el heroinómano cae por su adicción influye mucho en su despreocupación por prevenirse del contagio. Para más de un médico, desde el punto de vista social es menos importante el SIDA que la drogadicción en sí, "porque de ésto se mueren". Para más de un médico el heroinómano es el culpable.

La marginación se puede traducir, por ejemplo, en el problema que bastantes heroinómanos encuentran para conseguir jeringas y agujas desechables.

Ricardo Usieto, director-coordinador de Sociología de la Salud de la Escuela Nacional de Sanidad, cree que "no se puede ir a acabar con el heroinómano por esta cuestión del SIDA. No es el momento de evitar que se pinchen, sino más bien de procurar que puedan llevarlo a la práctica en condiciones de asepsia y tranquilidad, facilitando las jeringas y agujas de un sólo uso, y reduciendo al mínimo el horror de los lavabos o de los basureros como hábitat de las picaduras".

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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