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La amenaza de guerra nuclear y la izquierda

El lanzamiento de las dos primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, demostró que el ser humano había adquirido el potencial necesario para destruir literalmente el planeta Tierra, y que un Gobierno democrático, presumiblemente civilizado, pudo decidir el lanzamiento de dichas bombas sobre ciudades densamente pobladas, con la muerte inevitable de decenas de miles de personas no combatientes. A lo largo de los casi cuarenta años transcurridos desde aquella terrible fecha, el mundo ha sido testigo de una ininterrumpida carrera de armamentos que supone la fabricación no sólo de las nuevas armas atómicas y de las más modernas armas nucleares, sino también las de las inimaginables destructivas armas químicas y biológicas, que incluso utilizadas a pequeña escala podrían destruir, como sabemos, la vida en la Tierra. Durante estas cuatro décadas se ha hablado de boquilla fingiendo estar de acuerdo con la necesidad del desarme, pero los acuerdos reales alcanzados no han hecho más que establecer unos límites superiores para la expansión de los arsenales nucleares. Hasta ahora no figura para nada la destrucción de una sola cabeza nuclear o vehículo de transporte de la misma. Mientras que se acumulan más armas y los progresos de la tecnología se suceden sin interrupción, los escasos recursos naturales se están malgastando en porcentajes cada vez mayores en la producción de armamento. Si llegara a estallar una guerra nuclear, la utilización de menos de la mitad del arsenal actual originaría en pocos días de combate un invierno nuclear, con un descenso en masa de las temperaturas atmosféricas y con la ocultación del Sol durante varios meses, lo que acabaría con la mayor parte de la vida no destruida por la propia guerra.El conjunto de la economía mundial, tanto en las naciones desarrolladas como en los países del Tercer Mundo, se ha convertido en una economía de guerra y de preparación para la guerra. La reciente y alabada prosperidad de Estados Unidos bajo el mandato del presidente Reagan es una prosperidad basada fundamentalmente en el presupuesto militar. Los aparatos de aviación, carros de combate, submarinos y misiles cada vez más sofisticados requieren de todo tipo de ordenadores y de microchips. Los contratos firmados para la producción de dicho material han permitido dar empleo a ingenieros y técnicos últimamente en paro, obtener beneficios a las grandes corporaciones y suculentas ganancias a las industrias de servicio y de consumo que suministran los productos necesarios y colman las apetencias y gustos de la reciente y próspera comunidad científico-militar. El déficit tan descomunal consecuente con el masivo gasto militar, junto con la fuerza artificial del dólar, se deriva del hecho de que los que adquieren billetes del Tesoro nacional de Estados Unidos reciben los más altos tipos de interés que puedan conseguirse actualmente en el mundo. La fabricación de armas convencionales se ha convertido en el mayor desarrollo industrial sobre el globo, de las que el 70% de todas las ventas internacionales de armamento se realizan a los países del Tercer Mundo, con Estados Unidos y la URS S a la cabeza como principales proveedores, y con la Francia socialista y la más, reciente socialista España compitiendo por los mercados de armamento en Próximo Oriente, en África y en Latinoamérica.

Cuando me pregunto qué factores son los que mantienen el impulso de la loca carrera armamentista, dos respuestas vienen a mí inmediatamente. Una es la de que vivimos en un mundo de naciones soberanas, ninguna de las cuales está dispuesta a ceder un ápice de su soberanía sobre los espacios aéreos; sus derechos sobre las 200 millas de aguas jurisdiccionales, antiguamente mares abiertos; su derecho a contaminar la atmósfera, a destruir bosques, a convertir los terrenos agrícolas en zonas desérticas y a consumir en armamento los insustituibles recursos minerales del planeta. Ellos sacrifican normalmente las necesidades civiles de su propia población con miras a poseer el armamento suficiente que permita repeler cualquier posible alianza de fuerzas enemigas soberanas. En los. casos de la Unión Soviética, Estados Unidos y a veces China existen enfrentamientos ideológicos de antaño que han incrementado la sospecha natural que caracteriza sus relaciones. Sin embargo, hay que tener presente que la carrera de armamentos que precedió a la I Guerra Mundial se produjo entre naciones todas ellas reivindicando ser cristianas, capitalistas y constitucionales, por lo que sería ilusorio suponer que la batalla ideológica existente entre marxistas y antimarxistas no deja de ser más que un elemento provocador adicional.

El otro factor que contribuye poderosamente al impulso de la carrera armamentista es la dependencia de la avanza da economía capitalista de la preparación para la guerra. La crisis económica de los años treinta se palió en la Alemania nazi y en el país democrático de Estados Unidos mediante la repoblación forestal, la construcción de carreteras y mediante programas de construcciones hidroeléctricas y de otros tipos de obras públicas, pero la prosperidad sólo se recuperó como resultado del rearme en preparación para la II Guerra Mundial. La guerra de Corea, la, carrera de armamento nuclear, el abastecimiento de armas para pequeños Estados clientes y las ventas de armas para los países tercermundistas han sido cada vez más importantes para la prosperidad del capitalismo de Estados Unidos desde 1950, y la reciente recesión económica de 1982 finalizó con la inversión de varios billones de dólares por parte de la Administración Reagan en la investigación . y producción de armamento. En el caso de la Unión Soviética, el esfuerzo por emparejarse con Estados Unidos ha significado que la flor y nata de los recursos científicos soviéticos se hayan vertido en producción militar.

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EXPLICACIONES DE LA GUERRACuando el imperio austro-húngaro declaró la guerra a Serbia en 1914, el doctor Sigmund Freud lo celebró con satisfacción. Pensaba que: el imperio daría una rápida lección al advenedizo reino de porqueros eslavos. Cuatro años de guerra le hicieron cambiar por completo de forma de pensar. Mientras tenían lugar las batallas al norte de Francia, Freud se preguntaba qué era lo que dentro de la naturaleza del ser humano podía. explicar el dolor de tal autodestrucción. En consecuencia modificó las teorías que sostenía antes de 1914, en las que la libido era la única fuente de energía del inconsciente, y formuló la teoría de los instintos de la vida y de la muerte, Eros y Thanatos, respectivamente, que luchan en el interior del ser humano.

Los historiadores liberales, influidos por el rebosante optimismo de la época ilustre de Francia relativo a la perfectibilidad del hombre, han explicado la guerra en términos de una lucha económica racional por la escasez de tierras y de recursos, o en términos de la necesidad de zonas neutrales entre las grandes potencias o imperios. Los marxistas han explicado la guerra desde el punto de vista de una lucha de clases, y su convencimiento de que la lucha revolucionaria entre la burguesía y el proletariado industrial finalizaría en la consecución de una sociedad sin clases y por tanto sin guerras fue un artículo de fe hasta las últimas décadas. A mi modo de ver, y me entristece el tener que decirlo, los motivos económicos racionales y la lucha de clases contribuyen efectivamente al estallido de la guerra, pero no se aproximan a explicarla completamente. Luis XIV derramó sangre inocente de Francia en cuatro guerras por la dinastía y de prestigio nacional, cuyos beneficios económicos apenas ha brían sido de consideración incluso en el caso de que sus ejércitos hubieran tenido más éxito. La Alemania imperial comprendida entre los años 1880 y 1914 estuvo extendiendo continuamente su in fluencia económica en la zona oriental y suroriental de Europa y en Próximo Oriente, destruyendo sus propios logros al decidirse a intervenir en la guerra en 1914. Allá para el año 1939, la Alemania nazi había recuperado gran parte de esa influencia, pero Hitler pensaba en términos de odio, de poder absoluto, y destruyó igualmente la hegemonía económica que Alemania había conquistado por se gundavez. Ejemplos como el de Hitler o como el de la reciente dictadura en Argentina pueden quedar en parte descalificados por motivos de encontrarnos en casos de locura criminal, pero no puede decirse lo mismo de la expansión de Esta dos Unidos a través del continente americano. Repetidas veces una próspera comunidad de raza blanca con amplios re cursos aún por desarrollar despojaba a los indios de sus tierras bajo considera ciones de destino manifiesto. La indiscutible evidencia de la historia muestra que muchasde las guerras se han librado por motivos de dominio, de codicia o de odio de razas, en las que los factores económicos racionales han tenido más de raciona lización que de racionalidad. Y ahora entro en la cuestión de lo que la izquierda podría hacer frente a la presente economía de preparación para la guerra. Pero lo primero que tengo que hacer es definir lo que yo entiendo por izquierda, puesto que el significado de este término ha sido alterado mucho en las últimas décadas. La izquierda solía incluir a todos los partidos socialistas y comunistas, que con todos los defectos de acción fueron encomendados presumiblemente a la creación de una sociedad internacional sin clases, sin guerras. Cuando tomaron las armas en defensa de la República Española y cuando combatieron entusiásticamente al lado de los aliados occidentales durante la II Guera Mundial, no lo fue por propios motivos de agresividad, sino que lo hicieron en propia defensa contra la manifiesta agresión de los poderes fascistas. Pero yo no considero como acciones de la izquierda el establecimiento del imperio soviético en el Este europeo, o el envío de mercenarios cubanos a África, o la venta de armamento a Gobiernos autoritarios en Oriente Próximo y África por parte de los Gobiernos socialistas de Francia y España.

De esta forma, mi propio concepto de la izquierda ya no incluye a los partidos socialista y comunista, aunque comprende a gran parte de los individuos que pertenecen a ellos. Para mí la izquierda está constituida por aquellas personas que están dedicadas activamente a la no-violencia, a excepción de aquellos casos más evidentes de inmediata autodefensa, como en el caso de la lucha contra el fascismo en los años treinta. En las prósperas naciones de Occidente, la izquierda significa aquellos quienes sencillamente no disfrutan de los beneficios materiales de la libertad política y económica, sino que están dispuestos a contribuir y a aceptar un estilo de vida ligeramente menos ostentoso con miras a la creación de escuelas, hospitales, seguros de vejez para las clases más pobres en sus propias sociedades y a proporcionar una importante ayuda económica al Tercer Mundo. En el mundo dominado por la Unión Soviética, la izquierda comprende a aquellos que, con mucho mayor riesgo personal que el que pueda pedirse de alguien del Occidente democrático, están dispuestos a desafiar a los dogmáticos gobernantes autoritarios en nombre de la libertad política y religiosa. En todas partes hay personas en la izquierda en defensa (te los derechos de la mujer y de las minorías étnicas y religiosas; también los que trabajan por la abolición del encarcelamiento político. Volviendo de nuevo a la teoría de los instintos de Freud, debería decir que la izquierda incluye a aquellos en los que Eros es más fuerte que Thanatos, en los que los motivos de amor, labor creativa, justicia y tolerancia son superiores a los motivos de dominio, explotación y destrucción.

EL PUNTO DE PARTIDA

En la cabecera de mi programa para la izquierda apunto la necesidad del desarpie nuclear-químico-biológico. Hago de él el primer punto de todos porque, a menos que se lleve a cabo el desarme, no podrá conseguirse ningún otro tipo de objetivos. Incluso en ausencia de guerra accidental o nuclear, las economías de las naciones más avanzadas se han visto inmersas cada vez más en la producción de armas para la guerra, en detrimento de todas las actividades civiles normales. Si se produce una guerra nuclear, destrozará la civilización, como todos sabemos, y traerá consigo una multitud de desastres tanto de tipo genético como ambientales, que no pueden predecirse con todo detalle pero cuyos efectos perdurarán durante cientos de años. Por otra parte, está bien claro que las superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, desconfían de forma tan poderosa la una de la otra, y con razones documentadas suficientes por ambas partes, que el resto de la humanidad no puede esperar posiblemente el desarme como consecuencia tan sólo de sus negociaciones bilaterales.

Europa tiene aquí una oportunidad que tendría que explotar con mucho mis vi

La amenaza de guerra nuclear y la izquierda

gor de lo que lo ha hecho hasta ahora. En todas las tentativas e intenciones, las superpotencias pueden ignorar al Tercer Mundo en sus previsiones nucleares, así como el de las pequeñas naciones desarrolladas, si todas estas pequeñas naciones deciden actuar individualmente. Pero incluso las superpotencias tendrían que prestar atención a las, exigencias de los países unidos del occidente y del norte de Europa, por no hablar de una Europa que eventualmente podría incluir a algunos de los actuales países miembros del Pacto de Varsovia. (Análogas consideraciones podrían aplicarse a los casos de Japón y de China como potencias que podrían presionar en favor del desarme y tendrían que ser escuchadas, pero estoy concentrando mi atención en Europa y en las posibilidades de acción de la izquierda europea.) Los europeos deben presionar a sus propios Gobiernos en demanda de resultados, de un proceso de desarme específico y no tan sólo de acuerdos que limiten el incremento del armamento.La izquierda europea debería tratar también en cada oportunidad que se le presente de multiplicar los contactos con las personas de la Europa oriental: en forma de turismo, reuniones atléticas, intercambios culturales y artísticos de toda especie, congresos de asociaciones profesionales y académicas, etcétera. El comportamiento de todos los Gobiernos de los países del Este, con la excepción de Albania, muestra que están también interesados en romper con el aislamiento ideológico y político soportado durante el período que va desde 1945. Los hechos reales les han forzado a apoyar a la Unión Soviética dentro del marco del, Pacto de Varsovia. La lealtad a esa alianza militar es el precio que pagan por la creciente importancia de los experimentos económicos, por la parcial libertad de expresión y libertad de prensa, por los cada vez mayor número de contactos profesionales y por motivos de viaje con los países de Occidente y por una gradual eliminación ideológica de su interior vida política. Los europeos de Occidente deberían tener en cuenta que existen controles severos que limitan lo que puedan hacer los europeos orientales públicamente, pero sin desafiar el santo y seña de democracia popular debería hacerse factible en gran parte el aumentar los contactos personales y culturales, y puede uno imaginarse, sin pecar de optimista, que en los años venideros los Gobiernos de la Europa del Este podrían jugar un papel mediador y tranquilizador en el desarrollo de una Europa neutral que a la larga serviría al propio beneficio de la Unión Soviética. En segundo lugar, y a efectos sólo de desarme, la izquierda debe poner especial énfasis en los derechos humanos en sus formas más variadas y específicas. La base de apoyo de la izquierda no está en la preparación de una revolución marxista o anarquista, sino en el empeño de la defensa de los derechos humanos. Los matices diferirán en gran medida de un país a otro. En los países industrialmente más desarrollados, el elemento más importante de lucha puede ser el de los derechos de la mujer y de las minorías étnicas. En aquellos países de débil desarrollo económico y tradiciones constitucionales de poca raigambre, como en el caso de Latinoamérica y de gran parte de África y Asia, los elementos de lucha más importantes pueden estar en la libertad de expresión y de organización y en la desaparición del encarcelamiento y tortura por cuestiones de opinión -el esfuerzo por liberar a los prisioneros de conciencia, tal como son llamados por Amnistía Internacional-. En los países más pobres, los derechos humanos pueden significar sencillamente el derecho fundamental a no carecer de una mínima asignación de terreno cultivable. Pero cualquiera que sea la combinación de elementos debidos a los diferentes niveles de desarrollo anterior, la izquierda debe significar en todas partes tolerancia, igualdad de oportunidad y el trato como personas de los seres humanos.

UNA ECONOMÍA CIVIL

En tercer lugar de mi programa para la izquierda europea. debería figurar el desarrollo de una variopinta economía civil sin doginatismos sobre lo privado en contra del sector público. Durante casi un siglo, en el período comprendido entre los años 1880 y 1960, fue un artículo de fe para la izquierda que todos los recursos naturales e instalaciones de producción deberían ser expropiados del capital privado y que los bienes sociales y el control de los mismos traerían consigo una mayor producción y justicia distributiva. La experiencia aportada tanto por la Europa occidental como por la Europa oriental ha demostrado que la nacionalización no es ninguna panacea.

El problema principal que surgirá de la creación de una economía orientada de forma civil será la necesaria reconversión de la producción militar. En teoría, los empresarios capitalistas asumen riesgos, riesgos con los que se supone justifican sus altos beneficios. Sin embargo, en la economía de preparación para la guerra los contratos deprecio de coste más beneficio se han convertido en orden del día. La Boeing, Lockheed, la General Dynamics, etcétera, reciben del Gobierno de Estados Unidos contratos a largo plazo por cantidades especificadas a precios especificados. Si los costes se elevan durante el período de contrato, como sucede siempre de alguna u otra forma, las corporaciones se dirigen de nuevo al Gobierno con objeto de recuperar sus costes extras y que se han estimado en una media de alrededor de un 30% a través de los años. Mientras tanto, los principales contratistas han subcontratado un gran número de corporaciones más modestas para la obtención de las herramientas, piezas de repuesto, uniformes, mobiliario, hamburguesas para el almuerzo, etcétera, y que son necesarias para producir el equipo militar. Es un sistema que, cuando enseñaba historia contemporánea en California, solía llamar "socialismo para el rico". De hecho, los beneficiarios de ese sistema tienen toda la razón para votar al presidente Reagan, y en el futuro, a quienquiera que mantenga esta bonanza económica.

Pero al fin y a la postre, cuando prevalezca la cordura y los desembolsos militares se reduzcan quizá al 10% de su nivel actual, la economía armamentista, de beneficios garantizados, tendrá que ceder el paso a una economía de producción en pro de las necesidades y gustos civiles. La izquierda debería pensar muy seriamente en la forma de llevar a cabo esa transición. Si no se dispone rápidamente de nuevas formas de demanda, la crisis económica será desastrosa no sólo para los ejecutivos asociados e ingenieros y técnicos, sino igualmente para los millones de obreros industriales y de empresas de servicio cuyos trabajos han dependido de la economía de preparación para la guerra. Por fortuna se dispone de claros precedentes que permiten ayudar a tal planificación. Inmediatamente después de finalizar la II Guerra Mundial, unos 10 millones de soldados americanos fueron desmovilizados, y los obreros industriales, liberados de las fábricas de armamento. No se produjo un desempleo en masa debido a un consenso social acerca de la necesidad de reconstruir la completa infraestructura de fábricas, industrias de máquinas herramientas, medios de comunicación, vivienda y educación que habían estado abandonadas durante los años de la guerra. Un consenso similar en la Europa occidental con respecto al Plan Marshall, la Comunidad del Carbón y del Acero y finalmente el Mercado Común hicieron posible no sólo la recuperación de la economía europea, sino la consecución de niveles de prosperidad sin precedentes para todas las clases de población.

NECESIDADES MEDITERRÁNEAS

Desde el punto de vista del futuro económico, sugeriría que la tarea más importante para la izquierda es mostrar el gran número real de necesidades económicas en que podría emplearse el capital y la fuerza del trabajo que actualmente se de dican a la economía de guerra. Personal mente veo una mejora potencial de la economía española por lo que se refiere a una infinidad de necesidades civiles. Toda la costa mediterránea española padece de una endémica escasez de agua y que la amenaza la salud del pueblo y la de la propia existencia de la industria turística. En la solución de este problema encontramos terreno para una productiva y útil labor social a cargo de meteórologos, in genieros hidráulicos, programadores, constructores de instalaciones auxiliares para el aprovisionamiento, técnicos agrícolas y de repoblación forestal, ecologistas, ingenieros y técnicos del Departa mento de Higiene y Sanidad y para miles de trabajadores industriales y de empresas de servicio en la construcción y mantenimiento del complejo de instalaciones necesarias para maximizar los escasos recursos de agua. Otro tanto puede decir se aproximadamente acerca del mejor aprovechamiento del suministro de agua para las tierras agrícolas del interior que tienen una pluviometría irregular.

España produce también una amplia variedad de artículos de cerámica, metálicos y de cuero, pescado, vinos, nueces y cítricos. Todas estas industrias. gozan de un cartel tradicional de productos excelentes y disponen también de mucho terreno para la incorporación de mejoras técnicas. La izquierda debe exigir la formación de toda clase de químicos industriales, la inversión en favor de una mejor calidad de los productos agrícolas, metálicos, madereros y de cerámica españoles. Sería bien recibido la utilización de ordenadores para la consecución de un mejor proyecto, para el control de calidad de los productos químicos, cooperando en la búsqueda de mejoras en la relación coste-beneficio, proporcionando rápida información en lo referente a mercados, etcétera. Los ministros de Economía del Gobierno central, de la Generalitat y del Gobierno autónomo vasco, junto con los banqueros, deberían centrar más su atención en la modernización de la infraestructura del transporte y de los medios de comunicación en España y preocuparse menos de la atracción de algunas operaciones espectaculares con multinacionales de alta tecnología. A este respecto recuerdo una conversación mantenida hace algunos años con un veterano americano de las Brigadas Internacionales, un hombre que sigue queriendo y visitando España y que comenzando allá por los años cincuenta ha conseguido una fortuna dentro de la industria internacional del transporte camionero. Tras describir sus instalaciones y medios de comunicación en Bélgica y Francia, le pregunté por qué no disponía de ninguna en España. La respuesta que me dio fue que tras inspeccionar las carreteras y embarcaderos españoles había decidido, en contra de sus deseos, no operar en España, pues no le resultaría productivo.

Una tarea más que asignaría a la izquierda, menos tangible que las tareas políticas y económicas pero igualmente importante a la larga, es pregonar sencillamente el amor a la vida. Volviendo por un momento a la teoría de los instintos de Freud, puede afirmarse que todos nosotros estamos motivados por una compleja combinación de los instintos de la vida y de la muerte: Eros, significando amor, consideración para con los demás, imaginación y satisfacción creativa, respeto por toda la naturaleza orgánica e inorgánica, es decir, la postura que el difunto doctor Albert Schweitzer calificó de "veneración por la vida"; Thanatos, significando dominio, posesión, manipulación, explotación y destrucción. Los impulsos que mueven a explotar el poder político y económico son en un grado muy considerable el resultado de impulsos eróticos frustrados o subdesarrollados. Dicho de un modo más familiar, aquellos que son felices en su vida privada no tratan de explotar o de destruir a sus vecinos. Siempre ha sido cierto, y seguiré siéndolo, que los seres humanos están motivados por una combinación de potenciales creativos y destructivos. En el pasado, los Atilas y los Hitlers fueron literalmente incapaces de destruir el mundo, pero a partir de 1945 la posibilidad de una destrucción universal ha sido un constante y nuevo factor que ha pasado a formar parte del drama del ser humano. Si queremos que en el futuro florezca la civilización humana, tenemos que hacer todo lo posible para tratar de que Eros sea más poderoso que Thanatos dentro de la combinación de pasiones que motivan tanto la vida individual como la colectiva. Resumiendo brevemente lo que he tratado de establecer en este informe, diré que la tarea más inmediata, la de mayor emergencia para la izquierda, es la de trabajar por la consecución del desarme biológico-químiconuclear. A continuación, en condiciones específicas, figuran los derechos humanos y el desarrollo de una diversificada economía civil en tiempo de paz. Y siempre, como objetivo a largo plazo, insistir en la importancia de Eros frente a Thanatos como instintos que rigen la vida humana.

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