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FERIA DE COLMENAR VIEJO

Nada más que fachada

Los toros de Benítez Cubero tenían fachada. Y fachada impresionante. El segundo, que sería devuelto al corral por cojo, levantaba al cielo dos apabullantes pitones. El tercero, playero, despertó murmullo y admiración. Y el quinto era un precioso veleto, de astifinas defensas. Pero toda esta aparatosa presencia no era mas que tramoya para asustar al público, porque detrás de aquella fachada no había más que flojera e invalidez. Alguien debió de ir a Manzanares con la historia de esas extrañas cabezas. Y el torero de las finuras prefirió marcharse al cine. En su lugar compareció Ruiz Miguel, diestro con menos esencias. Cuando salió el primer toro todos esperábamos la pelea del león con el astado. Pero el toro se acabó después de los puyazos. Llegó a la muleta quedado, a la defensiva y embistiendo a oleadas.

Plaza de Colmenar

29 de Agosto. Sexta de feria.Toros de Benítez Cubero, muy bien presentados, sin fuerza. Segundo, sobrero del conde de La Maza, inválido. Ruiz Miguel: silencio, pitos. Dámaso González: silencio, ovación y saludos. El Soro: silencio, un aviso y oreja.

El cuarto fue el único toro con algo de fuerza. Se equivocó el torero al cambiarlo tras dos varas y quedó, falto de castigo. Desarrolló sentido en la muleta, buscando al matador por los dos pitones.

Para Dámaso González fue el inválido sobrero. Una vara y un picotazo lo dejaron con tendencia a arrodillarse cada dos pasos. Dámaso le dió su habitual montón de pases y el toro se tumbaba al finalizar cada tanda. En el quinto, el albaceteño nos colocó una,faena de pases con la mano alta, sin ligar, péndulo entre los pitones, banderazos por alto, y rodillazos. Tan aburrido resultó aquello, que el público estuvo más pendiente de la banda de música que del torero.

El Soro no pudo lucirse en el tercero, un inválido cambiado con un picotazo y que se cayó mucho durante la faena de muleta. El triunfo le vino en el último de la tarde, una ovejita sin fuerza, que llegó medio muerta a la muleta. Antes, el de Valencia le había puesto cuatro pares de banderillas con rapidez supersónica, pero con más autenticidad que en otras ocasiones. En la faena hubo de todo, como es lógico. Sólo le faltó darle un beso a aquel inofensivo animal, que contemplaba atónito cuantas monerías le hacía el torero.

El presidente sólo le concedió una oreja, es de suponer que porque se atuvo a las ínfimas condiciones del toro; como es natural, escuchó lo suyo de parte del triunfalista público.

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