_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

16 / Azaña

14 de abril del 3 1, cuando la bandera republicana ondea en Cibeles y se le requiere para hacerse cargo de la Historia: "Lástima, sólo otro mes y terminaba mi novela" / "Mire usted, Umbral, las ciudades comienzan a estar bien a partir de los dos millones de habitantes" / El Jardín de los frailes y las Confesiones de un pequeño filósofo, de Azorín, o dos maneras opuestas de hacer ensayos de pubertad / Azaña o "el pasantillo resentido" / Elogio del resentimiento / Conspira en las reboticas de Atocha y funda Acción Republicana / Jamás dijo, de Casas Viejas, "los tiros a la barriga" / Azaña, chulo de putas / Se declara en verso a Lolita Rivás-,Cherif / Se casa en Los Jerónimos con tul ilusión / Salva a Sanjurjo y Aznar le llama "dictador" / "Catalanes, ya no hay un rey que os haga la guerra" / Preso en el puerto de Barcelona / Cogido de las manos a Camer moribundo / La Xirgu, le llamaba "el señor republicano" / Agüista y mal autor teatral / Azaña masón (4).

Cuando la bandera republicana ondeaba ya en Cibeles y fueron a decirle a Azaña, aquel 14 de abril, que tenía que hacerse cargo de la Historia, él, en su refugio de perseguido (barrio de Salamanca), hizo un gesto como de asco (2).-Sólo con un mes más y terminaba mi novela.

Su novela era Fresdevall, nombre que dio a un lugar castellano llamado, más sensatamente, pero con menos belleza, Fresdelvall, pues que el toponímico se refería a un valle. Allí había situado, inevitablemente, la historia de tres generaciones de su familia (volvamos sobre Goethe: "el artista, haga lo que haga, no conseguirá sino, expresar su propia subjetividad"). Azaña, en su infancia y mocedad, frecuenta el Campo Laudable, nombre que le dieron los romanos, y en seguida comprende que aquello es un burgo podrido (y militarizado, para mayor incomodidad). Este Campo Laudable pertenece, naturalmente, a Alcalá de Henares, patria cervantina de don Manuel Azaña. Azaña vuelve poco por Alcalá, salvo con algunos amigos, y la tristeza lluviosa de la provincia le hace llegar, con el tiempo, a esta confidencia, que uno entiende bastante:

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

-Mire usted, las ciudades comienzan a estar verdaderamente bien a partir de los dos millones de habitantes.

Nunca más aquel salón de espuelas perdidas bajo los soportales militares de Alcalá. Estudia en El Escorial, con los agustinos, como da ya un poco de asco el contar, por tan sabido, y de aquellos ensayos de pubertad escurialense le queda El jardin de los frailes, novela autobiográfica, cuadrada y completa, como el Monasterio, que a veces me ha gustado contrastar con las Confesiones de un pequeño filósofo, de Azorín. Qué diferentes maneras de leer la propia pubertad y, sobre todo, qué diferencia entre el talento y prosa de Azaña y la cortedad y parquedad de Azorín. Luego, Azaña estudia Derecho en Madrid, y se hace pasante de algo, por subsistir (aunque algunas modestas rentas le quedaban de la familia arruinada). Su oficio de pasante, cuando empieza a funcionar brillantemente en la política y la oratoria, hace que la Derecha Sempiterna hable del "pasantillo resentido".

Y aquí habría que hacer un elogio de las clases medias resentidas, un elogio del resentimiento español de clase media, que, de vez en cuando, encuentra un caballero vengador y marengo, como Azaña. Resentido, sí -¿y por qué no?-, don Manuel Azaña, resentido el pequeño burgués lúcido que ve cómo la cultura es un bien suntuario, y la Patria y todo. Todo es un bien suntuario de los suntuosos. Es cuando comprende que España es el cortijo de unos cuantos y, aparte su pasantía o lo que fuere, decide, desde este Madrid "de adobes y tranvías", hacer la revolución desde abajo, empezando por el Ateneo, de que ya hemos hablado aquí, y dedicándole a la docta casa más atención y talento de los que se merecía aquella fonda cultural donde se daban conferencias. Se afeita el rubio bigote juvenil, se abandona a la gordura y la calvicie, y se deja llevar a las reboticas de la calle Atocha, o por ahí, para fundar Acción Republicana. Cuando la sublevación de Jaca, con los impolíticos fusilamientos de, Galán y García Hernández, que le dan ya a la República venidera el romanticismo de plazuela que necesitaba, la mayoría de sus compañeros se entregan, por solidaridad con los detenidos y fusilados, pero Azaña anda escondido por Madrid, de piso en piso (incluso en su propia casa, donde menos podían buscarle, con la bella Lolita Rivas-Cherif, su esposa), y aprovecha la pausa para. trabajar en Fresdevall (3). Azaña viene a vengar el resentimiento activo y ambicioso de clase media, no el resentimiento de escalafón, y por eso tiene a tantos funcionarios y profesionales consigo. Obreros, menos. Odiaba el campo desde su experiencia cerril en la natal Alcalá. Pero tampoco dijo nunca, a propósito de Casas Viejas, aquello de "los tiros a la barriga". Dijo en las Cortes, imprudentemente, que en Casas Viejas había pasado lo que tenía que pasar, sin saber realmente lo que había pasado. No se sabe si no tenía ambiciones o las tenía escondidas. En todo caso, era un gordo sensual corregido por la inteligencia.

Azaña, en Madrid, había vivido con algunas musas del arroyo y amadas mal vestidas, aunque no consta que fuese amigo particular de Carrère, y hasta había vivido, no sólo con ellas, sino de ellas, y de esto se jactaba años más tarde. Le fascinaba Europa, por donde había viajado bastante, y no le interesaba demasiado América. Una vez, en un banquete oficial, un amigo le hizo reparar en la magnificencia del servicio: "De buena gana les robaba una copa". Y Azaña:

-Lléveselas usted todas, para no descabalarles el juego.

Era un intelectual que sólo tenía nociones intelectuales de los hechos fácticos. Ya ministro de la Guerra, veía a los generales tan niños, con su ambición, de borlas, que no reparaba en que eran niños que tenían juguetes bélicos y disparaban de verdad. En Azaña, como en todo intelectual, hay una incapacidad para hacerse cargó de lo fáctico, hay una me cánica reconversión de los hechos en ideas. La guerra civil fue la guerra de un general contra un, ensayista. Naturalmente, ganó el general. Cacharrería, Granja del Henar, tertulias de Azaña, donde su inteligencia perezosa perdía el tiempo, sin saber aún que era el tiempo de España. Entra en el juego de la política caciquil por Puente del Arzobispo y le derrotan siempre, claro. Se enamora de Lolita Rivas-Cherif y se declara a ella en versos humorísticos: el viejo juego freudiano/bergso niano de la risa comol expresión de lo reprimido. Pero ella, veintitantos años menor que él, le acepta, y se casan en Los Jerónimos con tal ilusión, que los ritos de la derecha difícilmente son salvados por la izquierda burguesa. Azaña, primero como ministro de la Guerra (su histórica reforma militar, que Franco no le perdonaría), y luego como presidente del Consejo, tiene a su derecha al presidentede la República, el sainetesco don Niceto Alcalá Zamora, y a su izquierda a Largo Caballero y la CNT. Todo esto le preocupa más que la sanjurjada (consigue de don Niceto la no ejecución de Sanjurjo) y los movimientos, de la derecha. (Manuel Aznar, de tan brillante carrera franquista, llegó a llamarle "dictador" en El Sol.) Conseguido el Estatuto catalán, va a Barcelona con Maciá y dice desde el balcón de Saint Jaume:

-¡Catalanes, ya no hay un rey que os haga la guerra!

Pero luego la República se agrava de la manera que todos sabemos, y Azaña llega a estar preso en el Cádiz y en otro barco/ cárcel, en el puerto de Barcelona, confusamente promiseado, promiscuamente confundido, lejos de la ignorancia ignorante o deliberada de Alcalá Zamora, presidente de la República. Azaña sacó de todo aquello un libro, Mi revolución en Barcelona, del que se vendieron en seguida 25.000 ejemplares. Había ido a ver a Carner y le había cogido las manos pero Carner ya sólo era un cadáver que prestaba atención. Azaña es feo, gordo, indiferente y cínico. Anduvo peregrinando España con Adelaida de Rivas-Cherif, Mateo Rivas Cuadrillero, María Luisa Valdés y su mujer, Lolita Rivas-Cherif. Como los del 98, identificaba España, sobre todo, con Castilla, al menos estéticamente. Le gustaban pueblos como Villalba de los Alcores. Hizo La Pluma, revista literaria en fascículos de 48 páginas, a dos pesetas, en su piso de Hermosilla, 24, duplicado, no lejos de donde había vivido Galdós, en una especie de librería de viejo, antes de cambiarse a su casa confortable y final de Argüelles. Con él escribieron gentes como Díez-Canedo y Pedro Salinas, más "El paseante en Corte", que no era sino el propio Azaña. Andábamos por los años 20. No sabía don Manuel qué España de hidras había despertado y hostigado. Su mujer, Lolita, era una belleza entre Romero de Torres y el modelo femenino Restauración. Aparece siempre muy erecto en los actos oficiales, Azaña, como queriendo interiorizar su grosor. Los hombres y los nombres que le rodean por entonces son Historia tópica de España. Pero Estampa se permitía esta aleluya: .¿Será Lerroux, será Azaña el que nos mande en España?". No puede decirse que el humor político/periodístico haya mejorado mucho desde entonces. El Emperador del Paralelo también hizo mucho daño a la República, con su demagogia y su múltiple juego, y acabó siendo glosado por "El caballero Audaz". Cada uno tiene los juglares que se merece.

Las relaciones entre Azaña y Macià siempre fueron reservonas, aunque ambos usaban abrigos de espiguilla. Azaña tenía verrugas en el lado derecho de la cara y hablaba muy bien en las plazas de toros. Margarita Xirgu le llamaba "el señor republicano" y nunca creyó demasiado en él como autor teatral. Azaña era agüista, como Azorín (aunque también tomaba vino) y puede vérsele en los viejos balnearios españoles, resolviendo España en la cabeza o resolviendo su siempre inacabada novela Fresdevall. Cuando está preso se pone boina. En noviembre del 37 visita el frente de Madrid con el general Rojo. En el 38 estuvo en Valencia. También recorrió el frente con Miaja. El 4 de noviembre de 1940 es enterrado en Montauban, Francia, y había dejado dicho que no quería que lo moviesen de donde cayera. Todo lo anterior y lo posterior a ese noviembre vencido y exiliado es Historia casi escolar que da como vergüenza repetir. En Azaña hay un dandy republicano e interior a quien la naturaleza ha hecho la gracia sin gracia de sacarle gordo y adiposo. Es un lírico que siempre eleva la metáfora a concepto. Un conceptuoso que se expresa mejor en metáforas. Gran escritor y arrojado político, demasiado intelectual para hombre dé acción. Le faltaba crueldad para ser cruel, pero n o le faltaba frialdad mental. Ni él mismo sabía muy bien, seguramente, si quería la gloria literaria o la gloria política. (Hoy le pasa a Tierno, quizá.) Corporaliza como nadie a los hijosdalgos españoles, devenidos "pasantillos" que incorporan activamente el noble resentimiento de nuestras clases medias intelectuales. Nervioso e inseguro, podía dejar que el cigarrillo entero se le hiciese ceniza, entre los dedos, sin perder el pulso, mientras las revueltas, revoluciones y contrarrevoluciones rodeaban su estatua y su estatura.

Notas:

1. Azaña se dejó arrastrar a la masonería, de mala gana y por vaga curiosidad. En seguida pasó al estado de durmiente, por la ingenuidad letárgica de aquellas prácticas.

2. Azaña llega a corporalizar fácticamente la República como un rey la Monarquía.

3. La novela Fresdevall, jamás terminada, está en sus OP. Pero el género de Azaña, entre la metáfora y la ideación, era el ensayo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_