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Inquietudes intelectuales en las cárceles españolas

Celdas para una revista

Gabriela Cañas

Las revistas carcelarias son un fenómeno relativamente nuevo en España. Hasta hace un año, sólo los reclusos de Almería y Las Palmas habían conseguido organizarse para editar su propio órgano de expresión: Flash y Mosquito, respectivamente. Ahora son ya 15 las prisiones españolas que cuentan con una publicación dirigida y confeccionada por los propios reclusos. A la almeriense Flash y la canaria Mosquito, se han venido a sumar La Voz, en El Puerto de Santa María; Mensaje, en Carabanchel (Madrid); La Bola, en Málaga; Fontcalent, en Alicante; Día 0, en Teruel; El Interior, en Murcia; Intramuros, en Valencia; Galería, en Pamplona; Camello, en La Coruña; Alcatraz de Henares, en Alcalá-Meco, Yeserías, en Madrid; Sol y Sombra, en Córdoba, y Transición, en Granada. Dada la falta de espacio en la mayoría de las prisiones, celdas vacías sirven de modesta sala de redacción.Algunas de estas revistas, como Transición, consiguen incluso una espléndida edición gracias al apoyo de algún organismo oficial. Otras, como Galería, en Pamplona, han de conformarse con ser una modesta colección de fotocopias. Todas ellas, aunque supervisadas por los responsables del centro penitenciario, recogen las quejas de los reclusos y, sobre todo, su creación plástica o literaria. Sólo la revista de las mujeres de Yeserías está limitada a la edición de poesías hechas por las reclusas.

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La cultura entre rejas

Los presos que hacen posible la existencia de estas revistas suelen ser los de mayor nivel cultural. "Somos, además, unos privilegiados", dice uno de Carabanchel, "porque tenemos un destino, algo que hacer y, a veces, acceso al teléfono para contactar con gente de fuera. Cosas de las que no disfruta el resto de los internos". Redactores, pues, de elite, que a través de sus pequeños órganos de expresión informan a sus compañeros sobre reformas legislativas o les invitan a la concordia e incluso a la enmienda ("... Una cosa es cierta: siempre estaremos a tiempo mientras aliente en nosotros la vida y el deseo sincero de corregir el rumbo").

Tensiones y lamentos

No siempre el resto de los presos de una cárcel ve con buenos ojos el hacer de sus compañeros "Aquí, como en todas partes, hay mucho facha", dice un preso-redactor, "y a veces hemos tenido problemas con ellos". El problema, para un redactor de La Voz, de El Puerto 2, es que el nivel cultural es bajo y se leen poco estas revistas. "Es que entre rejas" dice otro, "es muy difícil leer".

En muchos casos, la edición de la revista constituye la actividad cultural más intensa de una prisión. Es el caso de la valenciana Intramuros, de la que se editan mensualmente 200 ejemplares. Escrita con sangrante ironía, Intramuros refleja un auténtico interés por mejorar las condiciones de vida en el interior de la cárcel.

El comic ocupa una parte importante en estas publicaciones carcelarias. El descreimiento, la vida cotidiana entre las celdas, la ironía y la obsesión por la falta de libertad se reflejan en unas páginas en las que a menudo se plasman escritos desgarradores. "Cuerpo natural, fantasmal", escribe una reclusa, Flores Annie, en La Voz, "pues tu sensualidad, tu sexualidad, no pueden, no deben existir. Lo primero que aprende el preso es que el cuerpo es la expresión de la libertad".

"Yo he visto llorar a un preso", escribe Miguel Cortés en la revista granadina Transición, "cuando su carta leía; mas lo que decía no lo sé; pero eran cosas horribles, cosas que al preso se le clavaban como nardos en el alma".

La vida monótona de la prisión es fuente de inspiración de poemas y dibujos: "Esperan con impaciencia,el día del vis à vis./ Esperan la visita del abogado./ Esperan el día del locutorio./ Esperan la hora para recoger el correo./ Esperan que se les autorice efectuar una llamada telefónica/ Esperan poder obtener un destino./ Esperan no tener problemas con nadie./ Esperan que no les roben lo poco que tienen en el chabolo [celda]./ Esperan...". Firmado, El Loco, en la revista de Carabanchel, Mensaje, de la que se editan 2.000 ejemplares al mes.

Donativos, pedidos aquí y allá o la venta directa de los ejemplares hacen posible la existencia de esta publicaciones. "Cada uno nos llevamos siempre unos cuantos ejemplares", dice un funcionario, "y los vendemos a todo aquel que pillamos". José Manuel, uno de los presos de Carabanchel, uno de los más importantes promotores de la Asociación Cultural Rafael Alberti y de la edición de la revista, está dispuesto además a abrir nuevas vías de comunicación para los presos. Ha conseguido un completo equipo de vídeo y quiere hacer programas informativos rodados y realizados en la mastodóntica prisión. "Sólo los que estamos aquí podemos dar una visión real de lo que es la cárcel".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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