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La nueva Iglesia africana recupera su identidad

Juan Arias

Juan Pablo II visitó ayer durante seis horas Bangui, capital de la República Centroafricana, e inició su estancia en Zaire. Desde Bangui, el corazón de África, el Papa ha dirigido un llamamiento a los cristianos centroafricanos para que trabajen por el bien común, a fin de superar el subdesarrollo, dejando de lado la corrupción y las rivalidades tribales. Juan Pablo II resaltó también la necesidad de mantener las libertades esenciales para mantener la paz y asegurar el desarrollo.

Juan Pablo II ha colmado de elogios en Camerún a su presidente, Paul Biya, católico practicante, como pocas veces había hecho con otros jefes de Estado en otros viajes. Sin embargo, cuando el martes pasado este corresponsal, junto con otros dos colegas de la televisión italiana, se adentró en la selva, tuvo que pasar tres puestos de control. Los militares los habían montado, no por el viaje del Papa, es decir, para proteger la persona de Juan Pablo II, a quien aquí nadie ni siquiera ha pensado en tocarle ni le ha amenazado, ya que más bien ha sido recibido como un rey o un dios.Estaban allí los militares bloqueando la carretera de tierra roja para proteger al presidente. Y dichos puestos de vigilancia existen desde que el año pasado los adversarios políticos del presidente Biya intentaron derrocarle.

A la misión católica de Nbalmayo no había llegado el Papa. En la gran iglesia parroquial de estilo neogótico, uno de los tres sacerdotes indígenas del lugar estaba celebrando una misa. El gregoríano se alternaba con los cantos que acompañan en los poblados de la selva al tam-tam. La devoción de la gente era visible. Comulgaron todos menos los polígamos.

El párroco Namaya dice que el Papa debe convocar un verdadero concilio de toda la Iglesia africana, precedido por un sínodo preparatorio en cada país. A la pregunta de si dicho concilio podría celebrarse en Roma, da un salto como si hubiésemos dicho una blasfemia: "Por supuesto que no, el concilio tiene que celebrarse aquí, en África".

Abordamos el problema de la poligamia y reconoce que está muy difundido entre sus fieles de los poblados de la selva. Afirma que es un tema que está llamado a desaparecer, que mas que un problema de fe es un problema "sociológico". Y explica que será la secularízación y el desarrollo económico lo que acabará con esta costumbre. "Será imposible para un hombre tener varias mujeres", afirma sonriendo, "cuando quieran todas un coche, una docena de vestidos y joyas".

En la iglesia había sólo dos imágenes: una Virgen Milagrosa y un Sagrado Corazón blancos. Le preguntamos por que no los han hecho negros. "Nos los han traído de Europa y allí los fabrican blancos", dice, para añadir: "Además los misioneros europeos les decían a estas gentes que estuvieran tranquilos y que fueran buenos porque así en el cielo serían como ellos".

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En el poblado de Ngomechap, ya en la selva, entramos en una de las chozas; en la puerta, una abuelita de 124 años nos recibe levantando las manos al cielo. Su hijo se encontraba bajo los efectos de un ataque de malaria. Nos enseña, a la puerta misma de la choza, las cuatro tumbas de familia. Todo alrededor está cuajado de todas las frutas y plantas que ofrece este país. Una de sus hijas nos va dando a probar una por una las maravillosas golosinas de aquella tierra. Nos explica que su tío era el hechicero del poblado y ahora, al convertirse, se ha hecho catequista. Parece increíble, pero allí en plena selva tanto el misionero negro en su iglesia de madera como el ex hechicero catequista hablan de la hipótesis de que se celebre en África un concilio como si se tratara de una conversación habitual. Aquí la religión es aún algo que forma parte de la propia vida.

Ahora, los nuevos conversos están concienciándose de que no deben ser despojados de su africanidad para ser cristianos. Y lo viven como una pasión común que les une a todos. Por eso los animistas se sienten más cerca de los nuevos cristianos que intentan cada vez más conjugar su nueva fe con sus costumbres más ancestrales.

Todo lo que un día, aún no muy lejano, les habían arrancado los primeros misioneros, desnudándoles de su identidad para poder abrazar mejor la fe de los europeos, lo están recuperando hoy con coraje. Para ellos el concilio podría ser un formidable acontecimiento vital, no sólo religioso o cultural sino, sobre todo, vivamente existencial. Por eso del concilio se habla ya desde las chozas más lejanas de la selva.

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