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El Vietnam de la URSS

La tenaz resistencia de la guerrilla afgana

El 28 de diciembre de 1979, el Ejército soviético invadió Afganistán y ocupó el país. Moscú sustituyó a un líder comunista caído en desgracia por otro más fiel. Comenzó así una guerra sin cuartel entre las tropas soviéticas y las afganas fieles contra la resistencia musulmana. Casi seis años después, el conflicto bélico continúa, y la solución pacifica no parece estar en el horizonte cercano. Y la guerra afecta también a las relaciones entre las dos superpotencia, además de causar graves problemas en el vecino Pakistán. El presidente Babrak Karmal ordenó ayer que se miciaran las elec ciones locales, que se pretenden presentar como una muestra de respaldo popular al régimen.

El ejército soviético de ocupación sólo controla realmente la capital, Kabul, y otras grandes ciudades, s egún aseguran fuentes militares occidentales y medios de la guerrilla musulmana. La resistencia afirma que controla el 80% del territorio.En el vecino Pakistán, cerca de tres millones de refugiados afganos viven en condiciones muy precarias y -a pesar de la ayuda suministrada por organizaciones humanitarias internacionales- representan una carga financiera muy importante y una fuente de conflictos que provoca un estado de permanente tensión en las relaciones entre los gobiernos de Islamabad y Moscú.

La ciudad de Peshawar, en la provincia de los territorios del noroeste de Pakistán, a unos 50 kilómetros de Afganistán, a través del célebre paso fronterizo de Khyber -actualmente cerrado al tráfico-, se ha convertido en la sede de las organizaciones de la resistencia afgana, en centro de organizaciones internacionales para la ayuda humanitaria a los refugiados de la guerra y también en importante punto para el comercio de armas para la guerrilla afgana.

Precaria situación militar

"Mi país se ha convertido en una especie de Vietnam para la Unión Soviética, porque los ocupantes soviéticos nunca podrán ganar militarmente, ni controlar el territorio", dice Mohammad Yaqub Sharafat, dirigente de la resistencia, desde su puesto de responsable, en Peshawar, de la Agencia Afgana Islámica de Prensa.

"La situación militar cada día es más precaria para los soviéticos y para las tropas del régimen fantoche de Babrak Karmal", añade Sharafat, en su precaria oficina, ubicada en un patio con varios camiones con pintura de camuflaje.

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"La resistencia está cada vez mejor organizada, y tenemos más experiencia y mejores armas. Controlamos el 80% del territorio y nuestros ataques llegan hasta Kabul", continúa Sharafat.

Los soviéticos tienen actualmente unos 130.000 hombres en Afganistán -la mayoría, tropas de elite-, equipados con carros de combate, aviones Mig y, sobre todo, helicópteros MI-24, considerados por los expertos militares occidentales como la mejor arma contra una guerrilla que opera principalmente a través de emboscadas en las zonas montañosas.

"No recibimos ayuda militar de ningún país", dice Sharafat, "porque nos suministramos de las armas recuperadas a los soviéiticos o las que aportan miles de desertores del Ejército afgano".

Frente al potencial de los 130.000 soldados soviéticos, más otros 70.000 soldados del Ejército afgano, la resistencia guerrillera diusulmana moviliza entre 150.000 y 200.000 hombres que, en patrullas de 20 a 60 integrantes, llevan a cabo las operaciones de los temibles muyaidin o guerrilleros nacionalistas islámicos, cuyo punto común, es ante todo, la religión del profeta de Alá. Los muyaidin son siempre calificados de "grupos de bandidos" por la Prensa soviética, la única que informa desde Kabul, ciudad prohibida para los periodisias occidentales.

"Hay cada vez mayor coordinación entre los siete principales grupos de la resistencia", comentan en la sede del grupo Jamiat e Islami, dirigido por Burhanuddin Rabbaní. Esta sede, en un barrio periférico de Peshawar está vigilada por un joven muyaidin equipado con un fusil ametrallador del modelo soviético kalaslinikov, mientras hace la guardia al lado de un enorme ventilador.

"Necesitamos más material antiaéreo", añaden en el grupo Jamiat e Islami. Dicen que operan en Afganistán en pequeños pero efectivos grupos, equipados con modernos morteros de 122 milímetros e incluso algunos.misiles del tipo Sam 7 arrebatados a los soviéticos.

Apoyos de Egipto y China

Pero la mayoría de los integrantes de la guerrilla musulmana va equipada con vetustos rifles y desconoce el uso del material bélico moderno. Aunque oficial mente ningún país reconoce el apoyo bélico a la guerrilla, Egipto y China son considerados como los principales proveedores, directos o indirectos de la guerrilla, mientras que Peshawar, una ciudad perdida con unos 600.000 habitantes, cuenta hoy con varias organizaciones estadounidenses con nombres que habitualmente sirven de cobertura a los agentes de la Agencía Central de Inteligencia (CIA), entre una comunidad de muyaidin calificada por el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, como "combatientes de la paz" en esta guerra santa del islam nacionalista afgano contra el comunismo, un calificativo casi idéntico al utilizado para la guerrilla que lucha contra el régimen sandinista de Nicaragua.

Los soviéticos no pueden ganar

"Es un hecho que los soviéticos no pueden ganar ningún apoyo popular en Afganistán, al cabo de casi seis años de guerra", comenta el profesor Syed Bahauddin Majrooh, director del Centro de Información de Afganistán y antiguo catedrático de Literatura de la universidad de Kabul, antes de la ocupación soviética.

"Hay incluso divisiones en el interior del clan de Babrak Karmal y la fracción comunista que ya estaba en el poder antes de la llegada de las tropas soviéticas, con Hafizullah Amin", agrega el profesor Majrooh.

"La política de tierra quemada, con el empleo de armas químicas y napalm, arrasa pueblos y cultivos, enviando miles de refugiados a Pakistán, pero también a miles de nuevos miembros para la resistencia concluye Majrooh. Este antiguo catedrático no considera posible un triunfo militar para la Unión Soviética y califica de utopía el querer controlar una frontera con Pakistán con más de 2.000 kilómetros, poblada básicamente por la etnia de los pujhun y con unos 230 pasos posibles entre las zonás montañosas.

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