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LA LIDIA

Un lote de mansos

Marisol y Jesús Trilla, propietarios del antiguo hierro de Albaserrada, enviaron ayer a Las Ventas un lote de toros desesperadamente mansos. Cuando se lidian cuatro toros y dos de ellos son condenados a la infamia de las banderillas negras ya se puede ir pensando en enviar todas las camadas al matadero.Porque los toros infamados sacaron, además, peligro, especialmente el sexto, que destrozó capotes durante toda la lidia y desarrolló enorme sentido en banderillas, lo que dio lugar a que se luciera por su destreza y arrojo al clavar el peón Manuel Guirado, obligado a saludar montera en mano. Antes, en el segundo, había sido retirado a la enfermería otro subalterno, Curro de la Riva, que sufrió una cogida al intentar sacar al marrajo de su querencia a los tableros. El toro le tiró un hachazo escalofriante y lo prendió por el pecho.

Plaza de Las Ventas

Madrid, 4 de agosto. Toros de Marisol y Jesús Trilla, mansos. El segundo y el sexto, condenados a banderillas negras. Tercero, de Román Sorando, manejable. Cuarto, sobrero de Sánchez Cobaleda, soso. Miguel Márquez: silencio en los dos. El Puno: palmas, bronca cuando saluda por su cuenta. José Lara: vuelta, aplausos. El peón Curro de la Riva fue asistido de herida en el labio superior y contusión en el hipocondrio, con posible fractura de costilla, de pronóstico reservado.

Al sexto toro le echó un meritorio valor José Lara. Después de castigarlo por bajo y aguantar tarascadas, llegó hasta quedarse quieto con él en un toreo con ambas manos, al hilo de las tablas, que fue jaleado por el público. Cuando cuadraba a su enemigo, El Lupas le gritó: "Así se viene a Madrid, con pundonor". Era la expresión oral de lo que pensaban todos los espectadores.

Al tercero lo había recibido a porta gayola, para pasarlo después en lances a pies juntos y rematar con media y un lance por alto y a una mano. También lo recibió de rodillas, en el centro del ruedo, al iniciar la faena de muleta y lo toreó con aguante e incluso con tranquilidad de pasmo, la figura vertical y la mano baja. La estocada le resultó muy atravesada, hasta el punto de que asomaba por el brazuelo. Remató con dos descabellos y algunos le regatearon la vuelta al ruedo, que merecía por su valor y deseos de triunfar. José Lara se ha ganado la repetición, aunque no haya cortado trofeos en esta ocasión.

Miguel Márquez ha pasado con más pena que gloria. Un primer toro muy quedado, que escarbaba y esperaba al torero le impidió lucirse. Lo trasteó desconfiado. En el cuarto, que tenía la cara alta, nada pudo hacer.

El Puno hizo una faena de aliño al manso negreado y no entendió al insípido quinto, al que toreó sin correrle la mano ni darle el toque de muleta, como le apuntaban desde un burladero sus peones Antonio Aguado y Curro Toledano. El torero colombiano dio la impresión de hallarse desentrenado y sin sitio, extremos explicables en un diestro que apenas torea. La estocada con la que tumbó a este quinto toro fue lo mejor de su actuación, que él debió creer merecedora de ovaciones, porque salió a saludar cuando nadie lo había reclamado.

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