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Moscú proyecta extender el cultivo de las 'tierras vírgenes'

Pilar Bonet

En la vasta estepa del Kazakistán soviético, la principal zona cerealera del este de la URSS, los nombres de Nikita Jruschov y Leonid Breznev apenas si le mencionan, pero sus sueños colonizadores extensivos siguen siendo alimentados por los dirigentes de la República en contra del espíritu de intensificación económica que preconiza Mijail Gorbachov. Durante los próximos cinco años, las autoridades del Kazakistán proyectan incrementar con cuatro millones de hectáreas más las superficies de las tierras vírgenes, hoy 35 millones de hectáreas, cuya explotación pusiera en marcha Jruschov en 1954.

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Uno de los tomos de la nada modesta autobiografía de Breznev se titula precisamente Las tierras vírgenes, calificadas por el dirigente como el "símbolo de una devoción sin límites a la patria" y "una de las grandiosas realizaciones de la época socialista". La epopeya atrajo a Kazakistán a medio millón de personas procedentes de la parte europea de la URSS.Hoy, 31 años después, los logros reales son un tema polémico, dado que las estadísticas soviéticas son poco de fiar, tal como lo demuestran las frecuentes falsificaciones ahora denunciadas por la Prensa y por el mismo Gorbachov. Parece, sin embargo, que la tecnología disponible en las tierras vírgenes no está a la altura del reto planteado por una naturaleza que, con pluviosidades de 80 a 350 milímetros anuales, está por debajo de los mínimos que se considerarían rentables para la siembra de una zona de secano en EE UU. En 1984, las estepas del Kazakistán dieron 22 millones de toneladas de cereales, según las estimaciones soviéticas, habiendo sido el plan de 27,5 millones de toneladas. La productividad por hectárea es muy baja, y estimaciones norteamericanas calculan que el promedio durante los cuatro últimos años ha sido de ocho quintales métricos por hectárea.

Con todo, el ambiente es optimista en Kazakistán, y mientras Gorbachov habla de intensificación económica y de suplir la escasez de población con el desarrollo técnico y científico, el vicepresidente del Gobierno y jefe del organismo de planificación del Kazakistán, Muhamed Rajimov, pone el énfasis en aumentar la superficie cultivable y el número de sovjozi (granjas estatales). Y lo hace confiando en que nazcan más niños gracias a la mayor fertilidad de las mujeres asiáticas en relación a las rusas.

"Lo que dijo Gorbachov no vale al ciento por ciento para el Kazakistán", señala Rajimov refiriéndose a las ideas de intensificación económica. El trabajo de reconstrucción de lo existente, en oposición al desarrollo de nuevos proyectos, se va a llevar a cabo en todas las ramas de la economía, "pero no en las dimensiones expresadas por Gorbachov", dice el presidente del Gosplan de Kazakistán, para quien la población y el agua son los dos problemas más agudos de la República.

El problema del agua

La población no basta para construir el metro de Alina-Ata, pero Rajimov sigue pensando en la creación de nuevos sovjozi y preguntando a los funcionarios locales cuáles son los planes de producción de las mujeres susceptibles de dar a luz. En cuanto al agua, el lobby dirigente del Kazakistán es partidario del trasvase de una parte del caudal de los ríos siberianos a la estepa de Asia central. Ecólogos y científicos de distintas instituciones soviéticas se oponen a este proyecto, que podría producir un enorme desequilibrio ecológico e influir en la superficie de los hielos eternos en el polo Norte. Rajimov está convencido de que el proyecto es viable y que no influirá en el clima si el desvío de agua se hace de forma controlada.Las convicciones y deseos de las autoridades del Kazakistán pueden no coincidir, sin embargo, con los aires que soplan en Moscú. El plan quinquenal del Kazakistán para 1986-1990, donde se contempla el aumento de la superficie de las tierras vírgenes, no ha sido aprobado aún y la gestión del máximo dirigente de la República, Dinmujamed Kunaev, de 73 años, ha sido puesta en entredicho de forma elocuente esta semana en las páginas de Pravda. El órgano del partido ha dedicado un largo artículo a criticar la organización del PCUS en una de las regiones del Kazakistán (Chimkentsk), donde el primer secretario, A. Askarov, y otros funcionarios han sido destituidos.

El artículo de Pravda era algo más que la nota de rigor y establecía que sólo la intervención de la Fiscalía General de la URSS puso fin a fenómenos que habían sido tolerados durante años por los funcionarios del partido en Kazakistán. Los expulsados habían robado, hecho la vista gorda ante la corrupción y falsificado datos económicos. Askarov se había hecho construir un tendido eléctrico de 14 kilómetros hasta un pabellón de caza que destinaba a su uso particular. Y mientras tanto, el jefe del organismo de planificación de la República reconoce que el sur del Kazakistán no está unido aún a la red eléctrica del resto de la URSS. Actitudes como estas están "en contradicción radical con el espíritu y las exigencias de los tiempos", advertía Pravda.

Como el primer secretario de Ucrania, VIadimir Cherbitski, también miembro del Polítburó, Kunaev es un funcionario cuya carrera política está ligada a Breznev. Junto con él, Kunaev trabajó en el desarrollo de las tierras vírgenes y la reorganización de la industria del Kazakistán. Tras la caída de Jruschov en 1964, Kuriaev ocupó por segunda vez el puesto de primer secretario del Kazakistán, que no ha abandonado desde entonces.

En defensa del barbecho

En la región de Zelinogrado, en el corazón de las tierras vírgenes, se encuentra el Instituto Estatal de Investigación Científica del Cultivo de Cereales. Se trata de un centro experimental único en su género en la URSS, cuyo director, el académico Alexander Baraev, se hizo famoso en su día por enfrentarse a Jruschov en defensa de la rotación de cultivos y el barbecho.Dado a sostener sus ideas propias en contra de otras opiniones más especializadas, Jruschov se oponía a la rotación de cultivos en las tierras vírgenes. Esta rotación era propuesta por Baraev con objeto de defender la tierra, guardar su humedad, mantener su valor nutritivo y protegerla de la erosión del viento.

En 1964, Jruschov quiso echar a Baraev del instituto, pero la organización del partido se opuso a ello y consiguió mantenerlo en el cargo. Poco después, Jruschov perdía el suyo. Hoy, Baraev es un plácido anciano de 72 años que posee el Premio Lenin y se ha convertido en un símbolo de las tierras vírgenes.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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