El actor británico Roger Rees se ha convertido en un nuevo y sorprendente Hamlet
El actor Roger Rees ha obtenido un gran éxito en Londres por su interpretación de Hamlet. La Royal Shakespeare Company le ha encomendado este importante papel en la producción de Ron Daniels para su propio teatro, el Barbican. La forma de actuar de Rees se caracteriza por una original distribución de los énfasis en cada estrofa y lo sitúa entre los grandes actores que se han enfrentado a las dificultades del personaje.
En el siglo XVII, pocos actores ha habido de primera magnitud que no hayan intentado abordar el papel de Hamlet y existen, por tanto, muchos conceptos de cómo interpretar al atormentado príncipe. Ben Jonson, el más culto de los dramaturgos isabelinos, dijo que la labor de Shakespeare estaba destinada a la eternidad y que siempre habría un Hamlet apropiado para cada época. Desde luego que el dilema del ser o no ser es eterno. Jonson quiso dar a entender que la manera de abordar el famoso papel reflejaría la esencia de los tiempos.Desde que el gran actor Edmund Kean, en el siglo pasado, después de retirarse por el foro tras la escena en que manda a Ofelia que se vaya a un convento, volvió de puntillas otra vez al escenario para depositar un delicado beso sobre el cabello de la joven acurrucada en el suelo, otros Hamlet han hecho también mucho uso de su imaginación; aunque ninguno quizá tanto como Kean (lo interesante de aquel gesto del beso en el cabello es que parece ser que ella ni siquiera se dio cuenta; pero desde luego que el sorprendido público sí que le hizo patente su aprecio con una gran salva de aplausos).
Kean era un Hamlet inimitable. Opinaba, entre otras cosas, que era un error dirigirse directamente al público en los soliloquios. Tal estilo declamatorio resultaba poco convincente por su afectación y artificialidad. El soliloquio exigía hablar con naturalidad. Atestar todas las frases de vocablos enfáticos era, como poner todas las líneas de un libro en bastardilla; o sea, que se perdía todo el efecto que se perseguía.
Parece ser que su gran rival de la época, William Macready, no opinaba que debía exagerarse el contraste. Macready envidió a Kean toda su vida, pese al hecho de estar los dos muy nivelados en la apreciación de los críticos. Eran dos Hamlet distintos; pero ambos excelentes, cada uno a su modo. Es interesante observar cómo, incluso hoy día, los intérpretes de Shakespeare tienden a identificarse con uno u otro de aquellos dos ilustres predecesores suyos, en sus estilos y en la manera de abordar el papel.
Una revelación
¿En cuál de las dos categorías entra el más reciente Hamlet de todos, el joven Roger Rees, a quien la distinguida Royal Shakespeare Company ha encomendado el papel del príncipe de Dinamarca?
Rees (cuya soberbia interpretación del Nicholas Nickleby de Dickens le ha hecho famoso tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos) se enfrenta con el papel de Hamlet por vez primera y, naturalmente, nos tenía a todos a la expectativa. Nuestra curiosidad ha quedado satisfecha: Rees no se modela en Kean, ni tampoco en Macready. Su interpretación es personalísima y se caracteriza por su original distribución de los énfasis en vocablos de cada estrofa donde con frecuencia no los esperábamos. Nos da la sensación de querer evitar siempre el cliché que pudiéramos llevar en la mente.
Todos los niños británicos se ven obligados a leer a Shakespeare en la escuela (como nosotros a Cervantes o Lope) y Roger Rees parece querer huir a toda costa de lo que tal vez recuerde todavía como los horrores (que son indudables) de la declamación escolar. A veces casi corre el riesgo de apartarse demasiado de la sonoridad natural de la rima shakespeariana. Lo que hace es recalcar los vocablos que él cree que debe subrayar (en esto coincide con Kean). Lo hace con extraordinaria pericia y, aunque llega al punto de hacernos temer que va a poner en peligro el resto de la frase, cuyos versos deja salir en un susurro, siem pre la salva como por encanto. El esfuerzo adicional que exige del auditorio resulta didáctico y terapéutico a la vez.
Roger Rees es una revelación. Se distingue muy especialmente en las e scenas de ironía y conflicto. Uno de sus momentos más brillantes es aquel en que induce al puñado de juglares a representar ante los reyes la sátira en que tan acerbamente les critica. La reina (Virginia McKenna, ¿la recuerdan en aquella espléndida película de la selva?) revela su ofendido asombro con la elegancia natural que caracteriza a su personalidad. McKenna es una gran actriz; pero quizá queda demasiado elegante en el papel de Gertrudis. Las reinas de la Edad Media (y especialmente la madre de Hamlet) seguramente eran un poco más brutas, más vulgares de ademán que la exquisita y finísima McKenna. Pero da gusto verla, de todas formas.
Esta producción de HamIet es magnífica. La escenificación -en el teatro más moderno de Londres- es inmejorable en lo que toca a puro romanticismo. Bajo una iluminación rembrandtesca, de sombra y contraste, el castillo de Elsinore le deja a uno estupefacto. Entre remolinos de espesa niebla, en una solemne semioscuridad, el fantasma del rey asesinado es sobrecogedor.
Cuando tomó el papel de Hamlet, señala Rees, ya sabía que lo iba a interpretar un total de 140 veces: más que la mayoría de los otros actores en este siglo... aparte de Gielgud y Maurice Evans. Pero afirma que para él es una especie de aventura romántica, y que la está disfrutando de forma muy intensa. Su indudable dedicación y su personalísima identificación con el personaje de Shakespeare le dan una verosimilitud interesante: un Hamiet diferente en muchos aspectos y, a veces, muy brillante.
Babelia
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