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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Drama bajo el sol

Exagerando un poco, Una gata ardiente puede pasar por una versión contemporánea o aggiornata de Los pianos mecánicos. En ambos casos la acción se sitúa en una playa de moda y el nudo de la historia es un drama moral que desemboca en muerte. En la novela de Henri François Rey y el filme de Bardem la libertad sexual era piedra de escándalo y, en distinta gradación, para los autores; en Una gata ardiente lo es para los personajes, ya que el atractivo suplementario de la película se ha buscado en el traslado del top-less playero a una sala refrigerada, acompañado del hecho que sean madre e hija quienes disputen por un mismo hombre, un chulo profesional.Pero Una gata ardiente no pretende retratar las costumbres de los burgueses galos. Aunque los líos de cama matrimoniales o de las adolescentes ninfómanas sean uno de los materiales de base. Frank implica la crónica en una estructura policíaca en la que el asesinato es peor, más que por el hecho de arrebatar la vida a alguien, por las miserias personales que se quieren ocultar cometiéndolo.

Una gata ardiente

Director y guionista: Christopher Frank. Intérpretes: Valerie Kaprisky, Bernard Girardeau, Jacques Perrin. Francesa, 1984. Estreno en Madrid: cines Azul y Minicine

Valerie Kaprisky es una chica de buena familia aquejada de lolitismo no satisfecho a tiempo. Eso hace que detrás de su belleza se oculte un espíritu manipulador que se sirve de su cuerpo para llevar por la senda de la perdición a honrados padres de familia, como Jacques Perrin, un sumiso cuarentón embobado por la muchacha. La Kaprisky, como Saint-Tropez, con aguas infestadas de medusas, es encantadora y peligrosa. En cambio, Birardeau, el macarra, tiene corazón de poeta y un cuerpo demasiado sensible. Para él, avispas y medusas son enemigos mortales debido a una peculiar inmunodeficiencia.

La película defiende los miedos y valentías de la gente madura, de Perrin o Caroline Cellier, a pesar de criticar sus convencionalismos, y porque traza un retrato ácido de la jovencita que no respeta tabúes. Pero esa curiosidad, así como el buen trabajo de los actores no basta para camuflar la vulgaridad de la puesta en escena, puro teatro filmado en el que todo se explica verbalmente. Así más que de una película hay que hablar de una idea de guión. Y los filmes son para verlos, no para leerlos.

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