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EE UU, un incierto mandato

El ansiado retorno del 'vaquero de Marlboro'

Francisco G. Basterra

En esta democracia electrónica uno de los principales problemas con que se enfrentará Reagan en su recuperación es demostrar cuanto antes que es de nuevo el vaquero del anuncio de Marlboro, como lo describió el periodista James Reston. En cuanto llegue a su rancho de California, en la primera quincena de agosto, los norteamericanos querrán verle de nuevo en sus pantallas cabalgando o limpiando maleza, sus aficiones preferidas.Este país rinde un culto a la forma física y "ésta siempre, ha sido importante en la política norteamericana. Quizá derive del espíritu de frontera, pero es importante. Lo que cuenta es la imagen de vitalidad", explica el analista político Richard Scammon.

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En las próximas semanas el país se colocará instintivamente junto a su presidente enfermo. "Esto está por encima de la política", ha dicho esta semana el principal adversario de Reagan, el presidente de la Cámara de Representantes, el demócrata Tip O'Neill, cuando fue preguntado por el impacto político de la operación del presidente.

A los norteamericanos siempre les ha gustado más Reagan como persona que sus políticas. "Curiosamente, lo sucedido no podría haber estado mejor pensado y ha servido para que cuando comenzaban a aparecer los escasos resultados de su política la atención se vuelva a desviar al hombre", explica Harrison Hickman, un creador de imagen para los demócratas.

El debate sobre la salud del presidente puede provocar también una aceleración del debate electoral de 1988. La carrera presidencial está todavía abierta y los partidos no habían comenzado a prefabricar a sus candidatos, aunque ya algunos inicien una fase de colocación.

La enfermedad de Reagan servirá, sobre todo entre los republicanos, para comenzar a pensar en el posreaganismo, con la idea de que ya la supervivencia política no esté asegurada sólo con la herencia del actual presidente. En este sentido, todos los ojos están puestos en el vicepresidente Bush, a quien el destino podría depararle aún un ejercicio presidencial por renuncia o desaparición del primer mandatario, y que hoy aparece como el candidato oficial no declarado y más previsible del Partido Republicano.

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Los demócratas, que todavía atraviesan una fase de recomposición tras el desastre electoral de 1984, no pueden pensar aún en las elecciones de 1988.

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