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TEATRO

Tiempo perdido

¡Viva el duque, nuestro dueño! se vio en una época en la que todo alimentaba: de ella se obtenían riquezas políticas como la persecución de los marginados, el desprecio brutal del poderoso la sucia y caótica caída de una sociedad dominante que se defendía haciendo víctimas; la opresión llevada a la situación límite -el hambre-, y una savia teatral común, la de la representación dentro de la representación, el doble fondo, la realidad de donde emana la ficción...La obra sufre ahora de un desplazamiento: no que sus ideas hayan caducado, sino que el mensaje es insuficiente. Ha experimentado, al mismo tiempo, un crecimiento de volumen que le hace perder densidad. Las cancioncillas son largas y de música pobretona, interpretadas con escasa convicción. Está infantilizada; lo que pudo ser, teatro para adultos parece ahora destinado a aburrir un poco menos a los niños. Quedan siempre briznas de diálogo, situaciones originales, que no se abren bien paso entre los inútiles movimientos escénicos.

¡Viva el duque, nuestro dueño!

De José Luis Alonso de Santos. Intérpretes: Antonio Iranzo, Tito García, Luis Mostalot, Concha Goyanes, Berta Labarga, Álvaro Labra, Valentín Gascán. Música de Pedro Luis Domingo. Escenografía de M. Gijón. Vestuario de E. Torrego. Dirección: Alberto Miralles.Templo de Debod. Madrid, 12 de julio

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