_
_
_
_
Tribuna:LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pobre de mí

La copla tiene resonancias gregorianas. Y se abate, machacona y plomiza, sobre el mosaico irregular de adoquín y álabe -liquen de siglos- del casco viejo. Es el final; el último empujón, rugido, sístole de un corazón que se detiene.Es el rito, la vela, la liturgia, la cosa, el olor a cera y candelilla, la orgía necrófila y el catafalco. Y es que en esta tierra todos llevamos el corazoncito fajado de estolas y cingulillos. Por eso aprovechamos el mogollón y el extranjerío para dejar salir al curita que llevamos dentro, y así celebramos-concelebramos (gregarios que somos) nuestra gran misa rural, tumultuosa y pagana.

Queremos morir cantando como el cisne, y para lograrlo hemos instituido esta procesión plebeya, funeraria y cirial. Pero no somos cisnes y, en ese ejercicio, vamos, pálidos, ojerosos y abrumados, el talante cenceño, escuálido el continente y el hígado penitenciario y sombrío. Es el momento de la autocompasión, y en él todos corremos parejos en indigencias y desalientos.

A veces, entre la pleamar responsoria destacan, frescos y saludables, los aldeanos. Con el semblante gargólico y rubicunco y la expresión asimplada, miran aquí y allá, a ésta que deja asomar el entrepecho, a aquélla que enseña la braguita nocturna y trasegada Asombrados, alborozados, trémulos, socarrones e ingenuos. Callo de siglos en la timidez cobriza de los océanos.

Llegan del frontón y del domingo, la cartera rebosante y, bajo la boina, fantasías abstractas y peregrinas de imprevistas seducciones que al final se suelen traducir en noches mercenarias. Ellos aún están en la fiesta.

Nosotros, los de a diario, desde el yanqui aguerrido y mandibular al oriental oblicuo y fotográfico y desde el cándido oceánico hasta el agabachudo y melifluo ultramontano, igual los naturales que los foráneos, estamos en otra fase. Apenas trasgos, sombras dudosamente verticales, luchamos ya sólo por la supervivencia.

Adictos o posesos, intentamos robarle al jolgorio un soplo más, alargar un instante la oscuridad penúltima y, envueltos en la melodía salmódica de la turba, creemos cantar también.

Todo está consumado. La ciudad -un pringue de champaña dulzón y vomitona al que se agarran tenaces las deshiladas suelas de las alpargatas- se retrae en un trismo agónico, barbechada de confetis y vidrios rotos, y el personal, los pies adamascados de topadas y coscorrones (cicatrices cárdenas de escaramuzas y callejeos), se retira a la otra orilla del cansancio. Infinito el cansancio que arriba al fin hasta los rincones recónditos con su sofrónico abrazo.

Llega la hora del juicio, la reflexión y sosiego. El recuento de glorias y bufonadas, el corolario de lances, dichos y chismes, la crónica de las deserciones y los descalabros; el relato de los hechos. Éste, que rozó el asta aguzada y fiera de un Miura; aquél, el dulce solomillo de alguna nórdica vocinglera y pechugona. Hazañas que han de ser literatura con que pasar todo el año largo y tedioso.

Y el santo, exhausto, puede tenderse al fin en su alcolchado lecho de nimbos. Lejos, una voz destemplada entona: "Ya falta menos p'al glorioso San Fermín". Cubriéndose con su mágico capote episcopal y torero, el patrón sonríe entre sueños y se abandona en un bostezo lento, plácido y deleitoso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_