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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terrorismo y propaganda

NUNCA, NI siquiera durante su campaña electoral, había empleado el presidente Ronald Reagan un lenguaje tan duro como en su discurso del 7 de julio. En él acusó a cinco Estados (Irán, Libia, Corea del Norte, Cuba y Nicaragua) de formar una "confederación del crimen" y de preparar y realizar actos terroristas, verdaderos actos de guerra contra EE UU. Es lógico que Reagan quiera expresar la justificada indignación de la población norteamericana contra los causantes de los secuestros de sus ciudadanos, hace unos años en Teherán, últimamente en un vuelo de la TWA y en Beirut. El terrorismo es un cáncer que amenaza la estabilidad de la situación internacional, que desborda los marcos de las fronteras estatales y que en ocasiones está animado, protegido o financiado por unos países contra otros. Pero el tono pasional del discurso de Reagan, que ha motivado una respuesta más pasional aún por parte del líder cubano Fidel Castro, poco podrá contribuir a tal objetivo: abundando en descalificaciones, carecía de argumentos y de propuestas concretas. Ni siquiera la Esta que citó de países culpables corresponde a la que ha hecho pública el Departamento de Estado norteamericano recientemente. Agregaba unos y quitaba otros; entre los suprimidos está Siria, por la razón obvia de que su papel ha sido decisivo para lograr la liberación de los rehenes de Beirut.El presidente Reagan invoca el derecho internacional para afirmar que EE UU tiene el suyo a contestar, de la forma que decida, a los Estados terroristas; pero el derecho internacional no es algo que cualquier jefe de Estado puede invocar y aplicar según su conveniencia. No deben, por ejemplo, desdeñarse las informaciones que señalan la presencia de etarras en Nicaragua, un país que está en guerra y en el que pegar tiros es sin duda una profesión cotizada. Las relaciones entre Madrid y los sandinistas se han visto dificultadas por lo que puede considerarse en algunos aspectos un apoyo o una comprensión del Gobierno de Managua con respecto al bandidaje y al pistolerismo político que opera en nuestro país. Pero, al citar precisamente a Nicaragua en relación con el terrorismo, por su apoyo a las guerrillas de El Salvador, los sandinistas pueden argumentar que EE UU ha sido condenado por el Tribunal Internacional de Justicia por el minado de los puertos de dicho país y por su apoyo a los contra, grupos insurgentes entre cuyas formas de lucha figuran las de carácter terrorista.

Una interpretación posible del virulento discurso reaganiano tiende a considerarlo sobre todo como un acto propagandístico para dar satisfacción a los sentimientos de los sectores más derechistas del Partido Republicano, después del reciente secuestro del avión de la TWA. Pero en realidad la Administración de Washington ha podido resolver la liberación de los rehenes y la opinión pública está contenta con ese resultado. Está, por otro lado, la perspectiva del encuentro con el líder soviético Mijail Gorbachov el próximo noviembre. Es como si Reagan pretendiese combinar ciertos pasos de acercamiento con Moscú y actitudes más agresivas en sus relaciones con países pequeños, de influencia soviética, a los que considera particularmente enemigos de EE UU. Porque aun en el caso de que sean todos los que están esa lista de Gobiernos que fomentan o cooperan con el terrorismo internacional, lo que es evidente es que no están todos los que son, y que faltan unos cuantos a los que Washington considera aliados y amigos.

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