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La visita del rey Juan Carlos a París

( ... ) No se puede decir que, siendo ya rey, haya cambiado. Tiene siempre ese espíritu, muy peculiar, de buscar establecer inmediatamente con su interlocutor un clima de confianza. Tarea particularmente necesaria cuando el interlocutor es un periodista. ( ... )La fórmula consagrada quiere, en este caso, que el rey reine, pero no gobierne. Uno estaría tentado en el caso de Juan Carlos de invertir el orden de las dos proposiciones. No gobierna, o, mejor dicho, no gobierna más, pero reina, y reina plenamente. No gobierna más, pero es porque lo ha decidido así. Comprendió, al entrar en el juego, que una vez desaparecido el caudillo la suerte de España y la suya propia no era la restauración de una monarquía derribada en 1931 y, finalmente, poco asentada en la conciencia popular, sino la llegada de un reconciliador, decidido a arrancar al país de los fantasmas de la guerra civil. Llegaría en seguida el momento de transferir el símbolo de la unidad reencontrada del hombre Juan Carlos a la institucíón monárquica. ¿Quién puede discutir que este proceso se encuentre en buen camino? El Rey ha escogido en los primeros años los hombres que iban a conducir la democratización. Él mismo se ha puesto a la tarea, encargándose a veces, muy a menudo, de ir a los cuarteles a apaciguar a los elementos más turbadores del Ejército. Por su resolución hizo fracasar en febrero de 1981 la tentativa de golpe de Estado del teniente coronel Tejero. Pero tenía conciencia de que, al hacerlo, cumplía su último acto de rey en el sentido antiguo del término. (...) El éxito arrollador de los socialistas en las elecciones de octubre de 1982 ha facilitado considerablemente las cosas. (...) Los militares más tentados por la aventura han sacado la conclusión: han comprendido que no se les obedecería y desde entonces se mantienen tranquilos. En España no hay prácticamente extrema derecha ni partido comunista, éste como consecuencia de las luchas fratricidas entre pro y antisoviéticos, que se encuentran en plena disgregación. La derecha se halla desconcertada; España no tiene un Chirac, ni un Barre, ni un Giscard; tiene solamente un Fraga, que parece una figura rescatada del franquismo, y el ex primer ministro Adolfo Suárez, que comienza ahora mismo a recuperar el te rreno perdido. Los socialistas franceses pueden sentirse celosos, desde este punto de vista, de sus camaradas españoles. Pero éstos parecen, paradójicamente, molestos por la inconsistencia de la oposición. El Rey también. Juan Carlos, es un secreto a voces, no se llevaba bien con Adolfo Suárez, a quien había, sin embargo, creado. Tiene las mejores relaciones con Felipe, de quien todo el mundo se pregunta, desde el jueves, si no ha cometido su primer error grave con una remodelación ministerial que la Prensa madrileña considera una crisis. (...)

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