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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Argelia, Marruecos, Madrid

LA VISITA que acaba de efectuar a España el presidente argelino Chadli Benyedid abre la esperanza de una nueva etapa en la cooperación hispano-argelina en un momento en que por otra parte las relaciones entre Madrid y Rabat son las mejores de la última década.La visita viene, pues, a proporcionar un buen ejemplo de lo que quería decir el Gobierno con su "política global hacia el Magreb". Después de dos años y medio de ejercicio intelectual infructuoso para adivinar el trasfondo de esa globalización todo está claro al fin: España quiere simplemente mantener buenas relaciones con Marruecos y Argelia al mismo tiempo. Dificil, pero no imposible.

Ese deseo comienza a materializarse, aunque todavía es necesario que ambos países vecinos, enfrentados por el conflicto del Sáhara, comprendan que España no puede renunciar a ejercer su derecho soberano a una postura propia, libre de presiones, ya sea sobre el Sáhara, sobre las relaciones con Israel, sobre Oriente Próximo, la CEE o la OTAN. El presidente Chadli Benyedid y su ministro de Exteriores, Taleb Ibrahimi, han insistido en Madrid en que España tiene aún responsabilidades en el tema del Sáhara occidental. Marruecos solicita a España exactamente lo contrario: que no intervenga, que no haga nada y que se olvide del asunto.

En definitiva, y al socaire de la normalización actual, puede existir en Argel hoy la tentación de querer que España adopte una postura que influya a su favor sobre un conflicto que los países del Magreb no resuelven. Argelia, que pretende que se trata de un asunto entre Marruecos y el Polisario exclusivamente, lleva nueve años de contactos secretos con Marruecos para buscar una solución, desde que en 1977 el presidente Huari Bumedian buscara los primeros contactos con la hermana del rey Hassan II, Lalla Aicha, para negociar, hasta enero de 1985, en que Benyedid envió a Rabat a Ibrahimi con la propuesta de una singular unión de Estados entre el Sáhara y Marruecos, bajo la autoridad moral del rey Hassan 11.

En lo que se refiere al tema de las relaciones de España con Israel, el rey Hassan II albergó recientemente en Rabat una reunión del Congreso Judío Mundial, con participación de ministros del Estado de Israel, y los países miembros de la Liga Árabe aprobaron en la última cumbre árabe de Fez reconocer a Israel a cambio de que ésta reconozca a la Organización para la Liberación de Palestina. No puede existir por ello una oposición definitiva de los árabes a un reconocimiento de Israel por parte de España.

En lo que respecta a Marruecos, España ha solucionado por unos años sus problemas pesqueros, se ha comprometido a financiar proyectos de inversión o compras marroquíes por valor de 580 millones de dólares y realiza de cuando en cuando ejercicios conjuntos aéreos y navales -algunos de estos ejercicios han sido precisamente suspendidos, con pretextos técnicos, para no perjudícar la visita del presidente argelino. España ha confirmado durante esta visita que está también dispuesta a cooperar militarmente con Argelia. Y ha firmado un acuerdo de cooperación económica, técnica y cultural. Resuelto el contencioso sobre las compras de gas natural, es de esperar que se proceda a un desbloqueo de las exportaciones y las inversiones españolas en aquel país, que se han visto muy dañadas durante la renegociación de dicho acuerdo energético.

Por lo demás, la situación en el Magreb es muy cambiante. Ahora surgen problemas en la unión libio-marroquí, que ha enfriado de alguna manera las relaciones entre Estados Unidos y el Gobierno de Rabat. Al mismo tiempo Argelia ha mejorado su diálogo con Washington, pero aparece como el único país que soporta toda la ayuda militar al Polisario, una vez que Gaddafi le negó la suya como consecuencia de su pacto con Hassan. La política sobre el Sáhara aparece como la clave esencial de todo lo que sucede en el área. Y las pretensiones argelinas de que España tiene adquiridas responsabilidades sobre esta cuestión están fundadas. En su discurso en la cena ofrecida al Presidente argelino, el Rey ha reiterado la posición española de apoyo a las resoluciones de la ONU y de la OUA, refiriéndose claramente a la autodeterminación del pueblo saharaui. En todo caso, si la política de globalización sigue funcionando y el Gobierno español es capaz de mantener una cooperación efectiva a la vez con Rabat y con Argel, habrá que reconocer que se ha dado un paso de gigante en un terreno importante, y dificil, de nuestra política exterior.

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