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Ciencia y sociedad / 1

El problema de las ciencias en España a finales del siglo XX trasciende con mucho de la posible presión de un colectivo más. Centraré mi exposición sobre ciencia y sociedad en tres puntos escalonados: que la ciencia necesita de la sociedad, que la sociedad necesita de la ciencia y que el progreso científico afectará intensamente a la ética social.El desarrollo científico en la actualidad necesita del apoyo y financiación de la sociedad. Esto no fue así hasta el siglo actual. Hasta nuestro siglo, los científicos que aparecían ocasionalmente hicieron ciencia por su cuenta, no por cuenta de la sociedad. Pasteur y Cajal fueron casos precursores del cambio: empezaron por su cuenta y acabaron ganándose el apoyo de sus respectivos países. La investigación actual es demasiado cara para que los científicos puedan hacerla por su cuenta. Y demasiado competitiva para que puedan hacerla eficazmente a ratos perdidos.

Hacer frente al futuro

Ahora, y con vistas al futuro, los países que no tienen mucho petróleo -o alguna otra gran riqueza natural- necesitan de la ciencia, de la investigación, para producir más, para no seguir en el subdesarrollo o no caer en él. Es más, con la política actual y las limitaciones de recursos que están apareciendo por todas partes (hasta en los; inmensos pero ya no inagotables mares), el mundo entero necesita de la investigación para hacer frente a un futuro sin escaseces crecientes. Y España comparte con otros muchos países una necesidad urgente e ineludible. El triunfo de la ciencia y el trabajo basado en ella sobre la escasez de recursos naturales tienen ejemplos sobresalientes en la clásica Suiza, la joven Israel y el sorprendente Japón.

Aparte del rendimiento directo en cuanto a la productividad de un país, el cultivo serio de la investigación tiene el valor de asegurar un capital de mentes preparadas para hacer frente al desafio de lo inesperado, cada vez más frecuente en el mundo actual.

La investigación científica es una inversión muy rentable potencialmente. Para que lo sea de hecho hacen falta dos cosas, sólo dos, pero ambas esenciales: invertir bien e invertir mucho. Y en España siempre hemos invertido poco y no hemos invertido bien.

Muchos de nuestros economistas apurados han tenido la tentación de gastar menos en investigación. Y tenían buena parte de razón. Ya que sin una una buena política científica, la investigación es un gasto bastante superfluo y, por consiguiente, fácilmente recortable.

Pero un buen economista no debe caer en esa fácil tentación. Debe partir del hecho de que, aunque la investigación en España no haya servido de mucho, sólo con investigación puede haber un futuro holgado para España. Por eso, aunque se podría gastar incluso menos en investigación, debemos entre todos afrontar el invertir en la escala que el país necesita.

Bases para una política científica seria en España. Para tener buenas cosechas hacen falta muchas cosas. Las buenas cosechas no suelen brotar por generación espontánea. Hay que sudarlas. No sólo desde los tiempos bíblicos, sino incluso más hoy, por la relativa escasez de los campos cultivables. Para tener buenas cosechas hace falta, en general, preparar el terreno, sembrar, abonar, en muchos cultivos regar, en no pocos cultivos escardar o podar y, finalmente, cosechar, incluida la separación de la paja del grano (el clásico y trabajoso trillar). Como científico experimentado -por vocación antes y más que por profesiónquiero enunciar algunas bases importantes para formular e implementar una buena política científica en España.

a) Objetivos y prioridades. Para una nación con la potencialidad de España, el objetivo principal de una política científica seria debe ser el desarrollo del país. Y la ge neralidad de las naciones avanzadas invierten en investigación del 2% al 2,5% del producto interio bruto. Como España gasta algo menos del 0,5%, es mucho lo que tenemos que recorrer. Tanto que no se puede improvisar. Propongo que el factor limitante en cuanto a inversión en investigación en el futuro próximo no debe ser cuánto podemos destinar a ello, sino cómo deprisa podemos invertir eficazmente; un giro copernicano respecto a la actitud tradicional entre nosotros.

Investigación básica o aplicada

Es preciso afrontar con realismo e problema de si se debe apoyar la investigación básica o la aplicada o si basta apoyar el desarrollo y puede prescindirse de la investigación. Sin investigación básica no se puede tener una buena investigación aplicada y, consiguientemente, desarrollo. El problema es el reparto y la integración. Los científicos tienden a preferir la investigación libre bajo el calificativo depura. La sociedad debe sostener ésta sólo si es básica en el doble sentido de fundamental y potencialmente capaz de vigorizar una más amplia investigación aplicada.

Hay que atender a la integración para que la investigación básica sirva realmente esta función de soporte. Como analogía puede mencionarse el caso de una mesa mínima: un tablero circular sostenido a altura conveniente por un cilindro... ¡colocado debajo y en el centro!

b) Ambiente. Desde que yo volví de Estados Unidos, hace 30 años, para investigar en España, lo que más he echado de menos es la falta de ambiente, más que la escasez de medios.

En un famoso informe de la Fundación Rockefeller sobre The pursuit of excellence se concluía que cada sociedad obtiene las excelencias que se merece porque las cultiva y premia. Los políticos que tengan interés en desarrollar la ciencia en España para que España se desarrolle deben tener en cuenta la gran importancia de crear un ambiente para la ciencia, en general, y la investigación, en particular. Yo pienso a veces si una fórmula práctica podría utilizar como módulo el fútbol atendiendo a los científicos que investigan, digamos, la mitad que a los futbolistas que juegan (bien en ambos casos).

Alberto Sois es bioquímico, premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.

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