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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'techo' de Milán

LOS PRÓXIMOS días 28 y 29 de junio se reunen en Milán los jefes de Estado y de Gobierno de los doce de la CEE, es decir, con la participación de los jefes de Gobierno de España y Portugal. Se trata, pues, de la inauguración por el Gobierno español de un nueva presencia en el corazón mismo de la actual problemática europea. Ello, lógicamente, eleva el interés de la opinión española ante lo que pueda dar de sí el Consejo de Milán. Esperanzas, sin duda excesivas, han sido alimentadas en los últimos meses en el sentido de que Milán podría permitir un viraje en la evolución de la Comunidad. Los italianos, a quienes corresponde la presidencia en esta primera mitad de 1985, pretendían asociar su etapa presidencial no sólo al hecho histórico de la integración de Portugal y España, sino al inicio de una nueva andadura capaz de adecuar las estructuras y el funcionamiento comunitario a las evidentes necesidades objetivas que la grave situación económica pone en un primer plano. ¿Durante cuánto tiempo podrá seguir funcionando la CEE con el actual desfase entre procesos de integración en la agricultura, la industria y otras ramas económicas, y la inexistencia de órganos políticos susceptibles de reflexionar, estudiar las cuestiones y decidir en nombre de Europa? En una palabra, el tema de la unidad política de Europa debía estar en el centro de las discusiones de Milán. Se han dado ya pasos importantes para preparar avances concretos en ese terreno: el Parlamento Europeo . ha aprobado, desde 1984, el proyecto Spinelli de un nuevo tratado capaz de dotar al Parlamento de poderes reales y de convertir a la Comisión de Bruselas en una especie de pregobierno europeo responsable ante dicho Parlamento. Mitterrand declaró en un discurso solemne en Estrasburgo que aprobaba el espíritu de esta propuesta. Ulteriormente, la comisión Dooge ha elaborado un proyecto de conferencia intergubernamental encargada de preparar el nuevo o los nuevos tratados necesarios para avanzar de verdad hacia una Europa política. A pesar de tales preparativos, existen hoy escasas esperanzas en las diversas capitales europeas de que el Consejo de Milán pueda tomar decisiones sustanciales en tal dirección.El plan Eureka, presentado por François Mitterrand, será otro de los platos fuertes del Consejo de Milán. El presidente francés ha insistido en que no se trata de una "respuesta" al proyecto de guerra de las galaxias del presidente Reagan, ya que Eureka se concentra en la alta tecnología en el campo civil; sin embargo, es obvio que no hay impermeabilidad y que Europa necesita escoger entre dos opciones: un esfuerzo propio para responder al desarlo americano y japonés, o convertirse, como escribía Spunelli en este mismo periódico hace unos días, resignarse a su "progresiva transformación en una provincia del imperio estadounidense". El plan Eureka ha obtenido hasta ahora una aprobación de principio de numerosas capitales europeas, incluso fuera de la CEE. La reunión de Milán permitirá probablemente medir hasta qué punto se afianza, con medidas concretas, la voluntad política no sólo de superar las dificultades clásicas de la CEE, sino de abrir ante Europa nuevos caminos para ponerla a la altura de los retos contemporáneos. A la vez, los preparativos de la reunión de Milán confirman hasta qué punto son fuertes las resistencias enraizadas en el pasado; resistencias de diverso carácter y debidas incluso a motivaciones contradictorias. Está, por un lado, la actitud del Reino Unido, sobre el que pesan los lazos históricos con EE UU, reticente por ello ante una construcción de Europa con ambiciones políticas. Las reservas griegas parten de otros supuestos: la incomprensión, alimentada desde posiciones de izquierda, de que el encierro en la defensa de soberanías nacionales es hoy inoperante ante la presión de las superpotencias. En los últimos tiempos, el presidente Mitterrand ha propugnado a todas luces las propuestas europeas más trascendentales y audaces. Pero el obstáculo principal reside hoy sin duda en la falta de un acuerdo entre Francia y la RFA. Es un hecho grave, debido en gran parte a la actitud vacilante del canciller Kohl; cabría decir incluso que dos tendencias cohabitan en el Gabinete de Bonn: una, con Genscher, más abierta a Europa y a las propuestas francesas; la del canciller Kohl, deseosa de priorizar las relaciones con EE UU. Al acercarse las fechas de la reunión de Milán, las esperanzas puestas en un importante avance hacia la unidad política disminuyen. Serán posibles, sin duda, acuerdos concretos, limitados, para restringir, por ejemplo, el uso del derecho de veto. Será posible estimular proyectos de alta tecnología con la participación, si no de todos, al menos de algunos países, mediante la.aplicación del método de la geometría variable. Pero en diversas capitales se considera casi inevitable un aplazamiento de las principales decisiones políticas hasta el consejo de diciembre, previsto en Luxemburgo. Tal desarrollo de la reunión de Milán crearía insatisfacción en sectores amplios de la opinión pública, cada vez más convencidos de la necesidad de la construcción europea. Sin duda con sus etapas, sin aventuras, pero con una voluntad firme de avanzar.

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