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Terrorismo antinorteamericano en el mundo

"Si esto tarda en arreglarse, los españoles pagaréis los platos rotos" advierte el hermano de uno de los terroristas juzgados en Madrid

, Mahmud Rahal, el adolescente de 18 años que el 10 de octubre de 1984 secuestró, junto con dos compañeros, al embajador de España en Líbano, Pedro Manuel de Arístegui y Petit, es el único que parece no compartir la alegría que reina en su domicilio familiar desde que el comando que tiene en su poder al Boeing 727 de la TWA exigió la liberación de su hermano Mohamed Rahal, juzgado en España junto a Mustafá Jalil. Tras enterarse de que el fiscal pidió para el procesado 34 años de cárcel, Mahmud amenaza, apenas ve al periodista: "Si esto tarda en arreglarse, vosotros, los españoles, pagaréis los platos rotos".

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Pero su madre, Zahar, y el doctor Choucair, un médico libanés que se ofreció a hacer de intérprete, le mandan inmediatamente callar, al tiempo que le explican que es necesario ser paciente y que "España no es como Líbano, un país gobernado por milicias que a veces se intercambian rehenes, sino un Estado democrático con leyes que hay que respetar".Mahmud duda un momento, mira su metralleta de fabricación soviética, y acaba asintiendo. Mientras, Zahar se esfuerza por arreglar la situación, agradeciendo a su huésped, extranjero la "oportunidad que le brinda de dirigirse a la opinión pública española" para explicar que su hijo Mohamed, detenido hace nueve meses en Madrid por disparar contra un funcionario libio, "actuó por motivaciones religiosas, sin la intención de hacer daño, y menos aún de matar, sino de dar a conocer la tragedia que padece nuestra comunidad". "Créame", enfatiza; "podía haber le ejecutado, pero no quiso hacerlo".

Esperanzada por la "grata sor presa" que le dio el comando que secuestró el avión estadounidense al exigir a España la puesta en libertad de su hijo, Mohamed Rahal, la madre de Mohamed y Mahmud piensa ya en organizar "una gran fiesta" para recibir a su primogénito, cuyo invitado de honor sería su ex rehén, Pedro Manuel de Arístegui.

Bourj el Barajne, el populoso suburbio shií de Beirut donde vi ven los Rahal, está aún casi desierto, porque la proximidad del campamento de refugiados situado en su mismo término municipal lo convirtió hasta anteayer en un campo de batalla entre palestinos y milicianos shiíes de Arnal. Aun a pesar de los recuerdos bélicos, el optimismo reina en la modesta vivienda.

El drama de los shiíes libaneses es, por supuesto, la desaparición al término de un viaje a Libia, en 1978, de su padre espiritual y fundador de Amal, el imán Musa Sadr, del que Zahar sospecha que "está aún vivo", y que el coronel Muaminar el Gaddafi "no lo suelta porque es uno de los instigadores, de la conspiración tramada contra nosotros". Mientras circulan refrescos y cafés en el pequeño salón donde estuvo retenido el embajador Arístegui, la señora Rahal asegura con aplomo que "se enteró por la radio de la petición dirigida a España" por los secuestradores, y que supone que "esa grata sorpresa nos la dieron a nosotros, sus padres, y sus amigos del barrio".

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Aunque rehúsa pronunciarse sobre el método empleado para que les sea devuelta la libertad a Mohamed y Mustafá, Zahar no tiene la menor duda sobre la legitimidad de la principal reivindicación del comando shií que desvió el avión (la excarcelación de los presos shiíes de la prisión israelí de Atlit). La señora Rahal sostiene que "es Israel el que ha empezado a secuestrar a residentes libaneses en su territorio, y nosotros hacemos lo mismo con ciudadanos del principal aliado del' país que secuestró a nuestros compatriotas".

La causa es justa, como también lo era, según Zahar, la de su hijo Mohamed, de 21 años, cuya fe le incitó a abrir fuego; o como lo fue incluso la de Mahmud cuando cogió como rehén a Pedro Manuel de Arístegui: "Si bien no me arrepiento de lo que hizo, he de reconocer que acaso hubiese sido preferible actuar de otra manera. Pero nos encontramos entonces con todas las puertas cerradas...", explica la mujer.

Un rmuerdo excepcional

De sus encuentros con el embajador de España, la madre de Mahmud y Mohamed Rahal guarda un "recuerdo excepcional", porque "te ha volcado con nosotros y, sobre todo, con nuestro hijo prisionero", afirma, y promete a renglón seguido. en nombre de su familia, que "pase lo que "pase en el juicio que empezó el miércoles, no le volveremos nunca a invitar a la fuerza a nuestra casa".

Cuando se le pregunta qué le parece la propuesta española de que su hijo y el cómplice cumplan en Líbano la condena, Zahar ignora aparentemente que en su país las cárceles del Estado están vacías, y con una ingenuidad fingida responde que "le agradaría, porque así podríamos verles con frecuencia y llevarles comida y regalos" al establecimiento penitenciario.

En opinión de los Rahal, la mejor solución sería que "los miembros del tribunal supiesen ser tan humanos y comprensivos como vuestro embajador y les soltasen sin cargos". "Entonces, como ya habrán pasado nueve meses de cárcel...", concluye con una sonrisa maliciosa, "y tengo entendido que a partir de un año de estancia en España se puede pedir la nacionalidad española...".

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