Los guardaespaldas del presidente Reagan
En la reciente visita a Madrid del presidente de EE UU ha habido algo que a mí en particular me ha llenado de estupor y de bochorno. Algo que hemos podido contemplar por televisión todos los españoles.Estaba dando Televisión Española la llegada a la recepción que en honor de nuestros ilustres visitantes daban Sus Majestades en el palacio Real.
Las cámaras nos ofrecieron, en principio, unos planos donde todos pudimos ver a los asistentes al acto, que esperaban la llegada de nuestros Reyes con sus invitados de honor.
Un poco más tarde, estas mismas cámaras nos ofrecieron ya la entrada al salón principal del trono de Sus Majestades, acompañados del señor y señora Reagan. Y aquí vino mi asombro, ya que todos pudimos ver a un cierto señor -recuerdo que llevaba corbata amarilla y un traje un tanto chocante para tal recepción- que, en actitud vigilante y de evidente alerta, rodeaba, en cierta manera, a los señores Reagan, ante todas aquellas personas que se encontraban allí.
Usted comprenderá que resulta cuando menos sorprendente que, en el interior de nuestro palacio Real, en el salón del trono, y en una cena de gala presidida por nuestros Reyes, donde sólo podían encontrarse altas personalidades de nuestra nación, se tomen tales precauciones. Esto, me parece, es algo que ofende la sensibilidad de nuestro pueblo, al menos la mía. Encuentro lógico y natural que el presidente de EE UU y todas aquellas personas que ocupan puestos de tan alta responsabilidad se sirvan de guardaespaldas. Pero que éstos se hagan visibles de forma tan descarada, a la vista de todos los españoles, en la compañía de nuestros Reyes y dentro del palacio Real es algo, repito, que me llena de asombro y de vergüenza.
Si alguna vez viene usted a mi casa, señor director, yo personalmente le garantizo que nadie le quitará la cartera mientras esté usted allí. No necesita usted traer a nadie para que le proteja-
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