Madrid favorece a Miguel Ríos
Rock en el ruedo
Conciertos de Alarma (46 minutos) y Miguel Ríos (122 minutos). Las Ventas. Madrid, 8 de junio.
El trío Alarma convenció como grupo de apoyo al evento central. "No sabéis bien lo que es para un tío como yo no veros; así, a vosotros, todos los días en la carretera. Gracias, Madrid; cómo lo estaba esperando". Miguel Ríos subió rápido, saltarín y dichoso a su escenario giratorio, porque las gradas y la arena aparecían repletas de espectadores, cuya algarabía volvió a representar una parte notable, fundamental, del espectáculo.
Rock en el ruedo es la última prueba que el primer rockero español se ha impuesto con cierto grado de riesgo. Miguel Ríos había suspendido sus actuaciones en Jaén y Albacete y había cantado ante apenas un millar de personas en Murcia. Se hablaba de 15 o 20 millones de pesetas perdidas. Y en Madrid el clima y las circunstancias -un concierto reciente de Dire Straits y sábado de largo puente- no le perjudicaron. El cantante granadino, con 41 años y un día, ganó en tan difícil tentativagracias a su capacidad de comunicación en directo, su virtud más reconocida y superior, sin duda, al efecto logrado por su última grabación, La encrucijada.
Nuevo espectáculo
El montaje escénico, basado en un octógono cubierto que se centra en el ruedo y que tiene público en todo su entorno, es innovador, suntuoso, admirable, y en él Miguel Ríos descubrirá día tras día nuevos movimientos y posibilidades de hacerse con quienes principalmente asisten sin prejuicios a divertirse. Han variado las formas y también el repertorio de canciones, instrumentadas además por un sonido diferente y unos arreglos mejorados por la inclusión de tres músicos magníficos de viento: Stephen Frankevich a la trompeta -que se lució con unos agudos solos en Al-Andalus y El caballo de la muerte-, Javier Pajariño al saxo y Andreas Prittwich al barítono.
Se sucedieron temas nuevos con sus mayores éxitos, a veces inteligentemente enlazados, de manera que el ritmo animoso no se perdía. Asimismo, se unieron las baladas y en Todo a pulmón la voz de Miguel Ríos se distinguió con un tono brillante y unos ricos matices. Nunca había sido apoyado por coros tan apropiados, quizá por la intervención de su productor, el chileno Carlos Narea -¡qué voz en Santa Lucía!- que desde su puesto en la percusión dirigió los inicios de las composiciones, y en No estás sola sustituyó al duro Sergio Castillo en la batería. "Esto es vida", exclamaba Miguel Ríos.
Niños eléctricos, Antinuclear o Banzai permitieron que Antonio García de Diego, todo un estilista, o Paco Palacios, más enérgico, sobresaltaran con sus punteos de guitarra. El público, más que cachondo, se identificó con el lugar y para ovacionar y requerir la presencia de Miguel Ríos, por tres veces, sacó los pañuelos como si demandase a una presidencia invisible dos orejas para el rockero lidiador. "A todos los que habéis venido aquí y habéis sido capaces de pagar una entrada para que podamos cubrir todo este tinglado que hemos montado por y para vosotros" era la dedicatoria del comunicador agradecido.
Si el rock de este hombre no puede funcionar, nadie progresará con sus músicas y bártulos por las carreteras de este país en largo tiempo.
Babelia
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