Gigantes con pies de barro
A los recientes y ya comentados problemas que aquejan el funcionamiento de la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española, cuyos profesores estuvieron suspendidos de empleo y sueldo recientemente, vienen a sumarse los que atañen a la Orquesta Nacional de España (ONE), si nos atenemos a las palabras autorizadas de su director titular, Jesús López Cobos.Consideradas las cosas de un modo objetivo y sin entrar por ahora en mayores detalles sobre el funcionamiento administrativo y artístico de las dos formaciones, parece evidente que la vida sinfónica de la capital de España está defendida por dos gigantes con los pies de barro.
El asunto es grave, y nada adelantaremos con ocultarlo tras los datos positivos que presenta la labor de ambas agrupaciones. El primero de todos: están implantadas en el ánimo de las gentes, gozan de popularidad, aunque muchas veces, y desde hace décadas, reciban la acusación de ser mucho más orquestas madrileñas que verdaderamente nacionales.
Profesionalidad musical
No debe olvidarse que, para empezar, la profesionalidad musical española -a pesar del incesante crecimiento de matriculaciones en los conservatorios- resulta deficitaria en ciertas especialidades, como son los instrumentos de cuerda. Cuando se convocan oposiciones no llegan a cubrirse los puestos vacantes, y es habitual que el número de aspirantes sea menor que el de plazas convocadas.
Se hace preciso, entonces, abrir la puerta a profesionales extranjeros, y casi todas las orquestas de nueva planta o reconstituidas, así como la del teatro de la Zarzuela, cuentan entre sus miembros con un porcentaje considerable de músicos importados.
Otro factor preocupante, por no decir lisa y llanamente negativo: los españoles que trabajan en el extranjero no acuden a las convocatorias nacionales. Demostración de que las condiciones económicas y artísticas no les interesan. Sus razones tendrán para ello.
Hace unas semanas, la Orquesta Nacional de España realizó una breve gira por Suiza, con media docena de conciertos dedicados a un público medio que aplaudió sus versiones, sobre todo aquellas de música más visiblemente española. Sin embargo, la mayor parte de la crítica consideró más interesante la figura del director, Jesús López Cobos, que la de su propia orquesta, que viajaba con él.
Desde un punto de vista del consumo interior, el rendimiento de las orquestas estatales en Madrid no es equiparable al de formaciones análogas del otro lado de las fronteras. Por mucho que se hable de recuperación y de operación rescate de compositores españoles, la verdad es que los contemporáneos (entendiendo el término en su mayor amplitud) no gozan en los programas de la debida atención, y aun podría argüirse que décadas enteras de música europea parecen ignorarse en la programación habitual de la Orquesta Nacional de España y de la Orquesta de Radiotelevisión Española.
Problemas de gestión
Problemas de infraestructura y de gestión, dificultades de orden burocrático y de dotación económica se suman a todos los demás, hasta convertir la marcha de las primeras formaciones sinfónicas españolas en un reflejo de magníficas intenciones, en un conjunto de entusiasmos bañados cada día por el roce de los conflictos explícitos o implícitos. En el conjunto de la vida cultural de una nación, las orquestas sinfónicas desempeñan una misión fundamental, que no puede ni debe reducirse a un ir tirando como mejor se pueda; el aplauso del público ante una actuación o el entusiasmo para una obra determinada no debe engañarnos. Al contrario: obliga a mucho como reflejo de un interés por la música cada vez mayor y mejor informado.
Babelia
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