La crisis erosiona al solitario PRI
Miguel de la Madrid, 51 años, es descendiente de santanderinos. Hombre del aparato del PRI y experto en cuestiones económicas -master por Harvard, ex secretario de Estado para la Planificación-, accedió a la presidencia sin haber ostentado antes ni un solo cargo de representación popular y con un mandato concreto: luchar contra la crisis desencadenada por la baja del petróleo, el recurso esencial del país.La tenacidad con que se enfrenta a los desequilibrios mexicanos, su éxito en la renegociación de la deuda exterior, y su empeño en lograr una salida pacífica a la crisis de Centroamérica han dado prestigio a De la Madrid. México, que ejerce cierto liderazgo en América Latina, guarda distancias frente a la Administración Reagan -no ha roto con los sandinistas, aunque pide insistentemente que respeten el pluralismo-, propugria para El Salvador una negociación entre Gobierno y guerrilla, y condena las acciones desestabilízadoras de la CIA.
Al llegar a la presidencia, en 1983, De la Madrid tuvo que afrontar una situación dramática: la deuda exterior suponía el 68% del PNB de México, y el simple pago de los intereses anuales representaba el 57% de sus exportaciones. Al fondo, siete millones de parados, inflación del 100%, la natalidad disparada y cerca del 50%. de la población menor de edad, y el 10% de los ciudadanos repartiéndose el 51% de los bienes.
Prometió -y aplica en la medida que puede- una política de supresión de las importaciones y lucha contra la evasión de divisas, e inició una campaña contra la tradicional corrupción de los funcionarios mexicanos, que se estima que desviaban cerca de una cuarta parte de los recursos nacionales hacia sus cuentas particulares.
A causa del desprestigio de Luis Echevarría y José López Portillo, el principal sindicato del país puso, por primera vez en la historia del PRI, unas condiciones para apoyar al candidato oficialista. De la Madrid consensuó su programa y el PRI ganó (oficialmente, con el 71,6% de los votos). Pero quedó patente el final de toda una era de unanimidades, lo que se confirmó luego al ganar la oposición algunas plazas en las elecciones locales.
Ante la posibilidad de que las clases adineradas, muy quejosas por la austeridad, pasen a votar una opción más derechista, el PRI aspira a conservar el apoyo de las amplias capas de trabajadores a las que, según algunos, hasta ahora el aparato del partido apenas ha atendido ni entendido. Porque, según el análisis de un experto, Alan Riding, si De La Madrid girara hacia posturas más conservadoras (contemporizando con la especulación y la corrupción, complaciendo a los intereses norteamericanos) para congraciarse con la clase alta, correría el riesgo de despertar una reacción de obreros y campesinos con horizonte imprevisible. La sabiduría política dicta, pues, no virar a la derecha, y la realidad económica aconseja no irse hacia la izquierda. Ése es el problema del señor De la Madrid.
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