_
_
_
_
Malos tiempos para el disco clásico

La subida de precios acelera la crisis de la industria discográfica española

Corren malos tiempos para el disco clásico, o para el fonograma, que no todo son discos. El alza de los costes de fabricación y la consiguiente, a veces desaforada, subida de precios han influido en esa crisis. Las cerca de 1.500 pesetas (o 1.700 cuando es importado) que hoy cuesta al aficionado un elepé desbordan ya con creces el precio medio de un buen libro, cuyo importe no hace mucho doblaba al del disco. Eso explica el fracaso de muestras como Iberdisco, a la cual este año han acudido sectores como el de equipos de sonido o iluminación, y no aquel que le dio nombre y razón de ser.

Las multinacionales dominan el mercado, y cada día se les hace más difícil la supervivencia a las empresas españolas. Ahora mismo, EMI ha absorbido a Hispavox, el sello de mayor relieve e historia entre los nacionales, con grabaciones de tanta entidad e importancia para nuestra música como las incluidas en la colección Música Antigua Española, en la cual figura, por ejemplo, esa realización monumental de Antonio Baciero que son las Obras completas de Antonio de Cabezón.¿Qué ocurrirá ahora con el fondo de Hispavox? Es posible que algunos de sus títulos alcancen difusión internacional, pero también es muy probable que bajo su sello no vuelvan a grabarse obras españolas con intérpretes de nuestro país o que haya grandes dificultades para ir adelante con colecciones como la citada. Y aquí entramos en uno de los temas más difíciles y preocupantes para el porvenir de la discografía nacional. Nuestra música culta, histórica o del presente se halla en un lamentable estado de abandono discográfico. Las orquestas estatales apenas graban, y seguimos reeditando discos de hace 20 o 30 años, de la época de Ataúlfo Argenta, un gran director, por supuesto, pero que no dispuso de los medios técnicos de hoy.

Carencias

Carecemos de modernas grabaciones de zarzuela y de ópera a las que se hayan incorporado las buenas voces españolas de este momento y las modernas técnicas de registro electrónico.En la música sinfónica y en la de cámara ocurre otro tanto. Nunca se acometió una grabación sistemática de la obra de Falla o de Turina por intérpretes españoles, ni siquiera de lo más selecto de ilustres maestros desaparecidos, hoy incorporados a la historia de nuestra música sin discusión: Óscar Esplá, Jesús Guridi, Conrado del Campo, Andrés Isasi, José Antonio Donostia, Manuel Palau, Julián Bautista, Salvador Bacarise, Fernando Remacha, Andrés Gaos, Antonio José, Jaime Pahissa, Julio Gómez, Baltasar Samper, Gerardo Gombau, López Chávarri, Antonio Torrandell, Enrique Morera, Benjamín Orbón, Facundo de la Viña, Pérez Casas y tantos otros nombres de autores desaparecidos o vivos cuyo valor está fuera de toda duda.

¿Y qué decir de los grandes nombres de la polifonía del Siglo de Oro? Basta afirmar que en este momento no es posible adquirir un solo disco dedicado a la figura excelsa de Cristóbal de Morales.

Grabar es muy costoso desde todos los puntos de vista. Por ello cada vez se dan con mayor frecuencia los registros en vivo, durante el concierto, o las óperas grabadas en estudio en los mismos días o poco después de ponerse en pie sobre un escenario.

Deben crearse los mecanismos necesarios para que no queden sin grabar producciones muy costosas, como han sido ciertas zarzuelas, óperas y ballets presentados en los teatros nacionales y en festivales, de cuya buena música disfrutaron sólo 10.000 o 12.000 personas. ¿Que cuáles mecanismos son esos? Fondos económicos para los intérpretes; coordinación y buena voluntad interdepartamental; en su caso, posible construcción de unos grandes estudios estatales para grabaciones dotados con los mejores medios técnicos; posibilidad de equipos móviles para registrar con garantías de calidad en teatros y salas de conciertos, etcétera. Y sobre todo un plan de prioridades para ir grabando obras fundamentales en la historia de la música española, desde Celos aun del aire matan, de Hidalgo, hasta La Dolores, de Bretón; desde Una cosa rara, de Martín y Soler, hasta Jardín de Oriente, de Turina; desde el Réquiem, de Nebra, hasta el Miserere, de Ocón; desde los Cuartetos, de Almeyda, hasta los Caprichos románticos, de Conrado del Campo; desde el Dante, de Granados, hasta la Sinfonía pirenaica, de Guridi...

De momento habrá que atender a muchos frentes: al sinfónico, al de cámara, al villancico, a la tonadilla escénica, a la zarzuela, a la revista, al cine... Pero es indispensable si queremos saber quiénes somos musicalmente.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_