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Thatcher perdería unas elecciones convocadas ahora, según los sondeos

Como en un concurso de la televisión norteamericana, la pregunta que circula desde hace semanas en los círculos políticos de la capital británica es de fácil enunciación pero de difícil respuesta. ¿Puede Margaret Thatcher luchar contra los elementos, decididamente en su contra, y ganar por tercera vez consecutiva las próximas elecciones generales? Si hay que hacer caso de las encuestas de opinión, la primera ministra conservadora, que a sus 59 años lleva seis en el poder, no sólo perdería unas elecciones convocadas ahora, sino que su partido quedaría en tercer lugar, tras el Laborista y la Alianza de Liberales y Socialdemócratas.

Las encuestas, realizadas por dos respetados institutos de opinión en el Reino Unido -Gallup y Mori-, demuestran además dos cosas: la primera, que, caso inédito en la historia política británica, la Alianza liberal- socialdemócrata rompería el clásico bipartidismo imperante durante siglos en este país, y la segunda, que una extrapolación de los resultados de las encuestas daría al Partido Conservador sólo 66 diputados frente a los 394 que ahora tiene en la Cámara de los Comunes.

La señora Thatcher tiene que enfrentarse no sólo a los sondeos de opinión, sino a la contestación de su política económica por amplios sectores de la población, incluido un número indeterminado de diputados de su propio partido. Recientemente, el ex secretario del Foreign. Office en el primer Gobierno Thatcher y sucesor en el cargo de lord Carrington, Francis Pym, lanzó a la arena política, con el apoyo de unos 30 diputados conservadores, el grupo Conservadores por el Centro, destinado a combatir desde dentro del partido la política económica del Gobierno y, principalmente, lo que calificó de "insensibilidad" para combatir el desempleo.

Un error de Pym

El grupo ha perdido toda su fuerza inicial por el error estratégico de Francis Pym al declarar que tendría su propia disciplina de voto en los temas conflictivos, lo que fue interpretado por la mayoría de los diputadios tories "como un partido dentro del partido", pero su fracaso inicial no resta importancia a su creación como termómetro del descontento que ciertos aspectos de la política gubernamental produce entre sus propios seguidores.Ante esta serie de contratiempos, lo prudente, en opinión de los analístas políticos, sería un cambio de rumbo en la política del Gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que la actual Administración ha pasado ya el ecuador de su segundo mandato y que las elecciones tienen que ser convocadas en 1988 como máximo, y más probablemente en 1987.

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