Tensión contenida en el funeral por los dos agentes asesinados

El presidente del Gobierno vasco, José Antonio Ardanza; el presidente del PNV, Jesús Insausti Uzturre; el consejero de Interior del Ejecutivo autónomo, Luis María Retolaza, y los máximos representantes nacionalistas de las instituciones provinciales asistieron ayer, junto con el ministro del Interior, José Barrionuevo, al funeral por los dos policías nacionales asesinados el martes en el monte Ulía, de San Sebastián, que se desarrolló en un ambiente de tensión contenida.José Barrionuevo manifestó minutos antes de la ceremonia religiosa que el Gobierno se mantiene en una actitud de "firmeza inmutable, decidido -a trabajar sin descanso para poner fin a estos crímenes". "La insólita crueldad de estos asesinatos", dijo, "no quedará sin castigo; incrementaremos las medidas de protección de los policías y trabajaremos sin desmayo hasta acabar con ellos".

Los féretros, precedidos por familiares de las víctimas, fueron introducidos en la iglesia de la Sagrada Familia a hombros de policías y guardias civiles y escoltados por decenas de coronas de flores. El llanto de los familiares se mezclaba con los compases de la marcha fúnebre interpretada por la banda de la Policía Nacional.

A la salida del templo se produjeron gritos de dolor, vivas enfervorizados a España y a la Policía Nacional y aplausos cerrados al paso de los cuerpos de Máximo Díaz Barqueras y Francisco Rivas López. El ministro del Interior se dirigió al público, más numeroso que en otros funerales de miembros de las Fuerzas de Seguridad asesinados, para dar los habituales vivas a España, al pueblo vasco, a la Constitución, al Rey y a la Policía Nacional. Poco después, el cadáver de Francisco Rivas fue trasladado al cementerio de Polloe, en San Sebasfián, donde será enterrado, y el de su compañero, al aeropuerto de Fuenterrabía, de donde partió para Pedro Bernardo (Ávila). Una mujer de edad, familiar de uno de los policías muertos, sufrió un desmayo y hubo de ser hospitalizada.