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38º FESTIVAL DE CANNES

Francisco Regueiro presenta 'Padre nuestro' y califica el certamen de "chauvinista"

Padre nuestro, de Francisco Regueiro, abrió la sección Un certain regard. La proyección fue precedida de una presentación a cargo del cineasta, que, además de negarse a dar claves interpretativas para la comprensión del filme, calificó al festival de "montaje chauvinista" y juzgó que en la competición oficial "hay películas muy inferiores a la mía". Regueiro se lamentó de la afición francesa por convertirse en juez de todo el mundo, "por repartir bendiciones y títulos" lo que habría llevado a marginar al cine español, "a pesar de su vitalidad y buen momento, corroborado por la larga lista de premios internacionales".

Claro que el propio Regueiro reconoce que la pasión gala por dictaminar cuál es la imagen real de España y desinteresarse de la realidad, encuentra su perfecto correlato en la actitud española frente a Portugal: "será una cuestión de vecindario, algo inevitable".En cualquier caso, las lamentaciones de Regueiro, que aseguró que la organización le había prometido incluir su película en la competición oficial, no han encontrado el menor eco en la prensa local que, hasta el momento, tampoco ha publicado reseñas de Padre nuestro ni favorables ni desfavorables, casi como si el filme no existiera. Si alguien se ha referido a la cinta de Regueiro ha sido para insinuar que figuraba en Un certain regard por "razones diplomáticas", no porque se lo mereciera, sino para compensar "la ausencia de película española en concurso" interpretación que no tiene demasiado que ver con los hechos pero que deja en buen lugar al bienintencionado Silber, responsable de Un certain regard que asegura: "Soy de buena pasta: me pidieron que incluyera seis títulos más en el programa que yo había confeccionado y no supe decir que no", claro que tanta bondad se contradice con el rigor artístico y profesional, pero quizás se crea que ésa es la mejor manera de zanjar la cuestión del enorme dominio cuantitativo de las cinematografías francesa y estadounidense.

El último Godard

Detective, el último Godard, ha encontrado en Cannes una acogida lógica: más pitos que aplausos. La suya es una trayectoria demasiado personal como para merecer unanimidades. En. esta ocasión, el filme entremezcla boxeo, filosofía, asesinatos y crisis sentimentales, todo servido a base de continuas rupturas, con una lujosa banda sonora y un propósito bien definido: mostrar el caos contemporáneo como algo que sólo puede intuirse y describirse a través de los destellos, de breves iluminaciones que escapan de la trivialidad cotidiana. Detective tiene el inconveniente de no ser radicalmente nueva, sino de formar parte de un proceso de evolución del cineasta. No hay, pues, la capacidad de sorpresa que destilaban Sauve qui peut (La vie) o Passion, pero sí continuidad en la investigación, en una propuesta que, cada vez más, lleva al director suizo a creer que los "problemas de los hombres son problemas de melancolía". Johnny Hallyday y Claude Brasseur recuerdan los largos viajes en tren de su juventud, aquel incomprensible gesto ritual del ferroviario que se encargaba de golpear los ejes en cada estación. Es una memoria cargada de complicidad, nostalgia y derrota, menos por lo que se ha dejado atrás que por el absurdo actual.Para demostrar que continúa siendo quien mejor sintoniza o, para decirlo con precisión, quien capta con mayor exactitud el espíritu de la época, Godard ha desplazado sus pequeñas provocaciones fuera de la estricta imagen de ficción. En los títulos de crédito el director dedica Detective a John Cassavettes, Edgar Gulmer y Clint Eastwood, tres maneras distintas de abordar el thriller. Hay también un pequeño ajuste de cuentas con su pasado, pues en A bout de souffle los personajes se alejan de las novelas de la llamada serie negra; en ,Detective las titán por la ventana y prefieren citar a Shakespeare, Conrad o Gide. Pero ese ajuste de cuentas es un mero chiste privado. Si fue Godard quien definió el cine como "Ia verdad 24 veces por segundo", ahora, en la conferencia de prensa que seguirá al pase oficial de Detective, los fotógrafos tendrán prohibida la entrada. Al cineasta le molestan los continuos clics de las cámaras y el destello de los flashes; pero, sobre todo, lo que le irrita es que esa velocidad de captación de las imágenes no sea la de su fórmula: 24 fotos por segundo.

Pero el parecer godardiano respecto del trabajo de los fotógrafos ha encontrado una respuesta contundente: cuando el director se dirigía hacia la sala de prensa ha sido atacado por uno de esos profesionales discriminados que le ha embadurnado el rostro y el traje con una gigantesca tarta de nata. Godard ha aceptado la agresión sonriente, dejando que los fotógrafos dispararan centenares de veces mientras él intentaba recomponer la figura.

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