La derrota del fascismo
HACE 40 años, en la noche del 8 al 9 de mayo de 1945, se firmaba en Berlín la capitulación de Alemania. Hifier se había suicidado días antes. La guerra había terminado en Europa, si bien en Asia se prolongaría hasta el mes de septiembre. Conviene recordar, ante ciertas versiones que silencian o desfiguran verdades elementales, que la guerra fue provocada por Hitler y su partido, y que lo graron conquistar el poder en Alemania en 1933 e imponer un sistema dictatorial y militarista. En pocos casos la responsabilidad de una guerra ha sido tan clara. Hitler contó con el apoyo de las fuerzas más reaccionarias de Alemania; colocó fuera de la legalidad y persiguió, a la vez que a los judíos, a los socialistas, a los comunistas y a todos los partidos democráticos. El fascismo, en su entendimiento amplio y no estrictamente ideológico, fue una realidad europea, agrupado en torno al hitlerismo, con diferencias según la situación en unos u otros países: con Mussolini en Italia, el general Franco en España, el mariscal Pétain en Francia, el almirante Horthy en Hungría... El hundimiento del hitlerismo fue una derrota mundial del fascismo y una victoria de las fuerzas democráticas. Los intentos de interpretar la historia de la II Guerra Mundial para adaptarla a la actual división del mundo entre el bloque soviético y el bloque atlántico, chocan con hechos universalmente conocidos y con el sentido común. Los infiernos creados por el hitlerismo no tienen nada que ver con las enseñanzas de Marx ni con el comunismo. Hitler llevó la criminalidad humana a extremos inimaginables en nombre de un ideal racista, de presuntos valores "de Occidente". Y obtuvo silencios y complicidades de instituciones tradicionales de la civilización europea. La historia puede ser fuente de enseñanzas, pero sólo si se respeta su verdad.
Otra cuestión es explicar las nuevas realidades políticas de 1985. Pero no se puede hablar de la derrota del hitierismo sin recordar el papel que desempeñó la Unión Soviética en la guerra y a un precio altísimo: más de 20 millones de soviéticos murieron en la contienda, así como el del Reino Unido, que combatió desasistido contra la máquina de guerra nazi entre junio de 1940 -tras la caída de Francia- y junio de 1941 -con la invasión hitieriana de la URSS- Posteriormente la aportación militar norteamericana en el norte de Africa y el continente europeo inclinarían la balanza de forma decisiva en las batallas del frente occidental desde Normandía hasta las Ardenas.
El fin de la guerra despertó la ilusión de que un ideal democrático común permitiría resolver amistosamente todos los problemas internacionales. Con esa esperanza se constituyó la Organización de las Naciones Unidas; con su instalación en Nueva York se quería evitar un eventual alejamiento norteamericano, como el que el que había debilitado, desde su fundación misma, a la Sociedad de Naciones despues de la I Guerra Mundial. Sin embargo, la amenaza al nuevo orden internacional vino por otros caminos. En las últimas etapas de la guerra, en Yalta en particular, se había hecho en la práctica un reparto de zonas de influencia. Muy pronto el enfrentamiento entre las dos mayores potencias, URSS y EE UU, se colocó en el centro de la vida internacional. Stalin impuso artificialmente regímenes socialistas en el Este de Europa. EE UU tendió a sostener Gobiernos y partidos dispuestos a aceptar su hegemonía. De ello dimanó una actitud hacia España gracias a la cual -sin desconocer factores interiores esenciales- Franco tuvo la posibilidad de mantenerse en el poder, cuando en 1945 muchos creían que la derrota de Hitler acarrearía, también la del franquismo.
En los últimos 40 años, Europa no ha conocido ninguna guerra. Pero sería erróneo sacar de ello conclusiones excesivamente optimistas. La división en bloques ha provocado una militarización sin precedentes de la vida internacional. La existencia de arsenales nucleares que podrían destruir el mundo es, por una parte, un freno decisivo para el estallido de una nueva guerra mundial, pero también representa un peligro creciente: Europa se ha convertido en la zona del mundo con mayor acumulación de armamentos, y vive en una situación de inseguridad permanente. Al recordar hoy la derrota del hitlerismo, la preocupación de los pueblos europeos es un anhelo de paz y de desarme que disminuya los peligros y pueda crear confianza y seguridad.
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