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Vendaval de casta en Las Ventas

JOAQUÍN VIDAL Los novilleros no veían por dónde les venía el vendaval de la casta de los novillos, que no paraban de embestir. Los novillos portugueses tenían trapío, sin ser grandotes; que el toro no ha de aparecer mole para estar bien presentado. Y complacían a la afición de Madrid, cuyas exigencias para el toro de lidia no son disparatadas, como dicen los taurinos en flagrante manipulación de las protestas de los aficionados, cuando se producen.Ayer, no se produjeron protestas por los novillos, para nada. Y si hubieran sido más chicos, tampoco, pues la casta ponía emoción en el ruedo, y destemplanza en los lidiadores. Hubo novillos bravos y los hubo mansos, pero embestían todos, con casta, que es la inequívoca fiereza del toro de lidia, unas veces agresiva, otras defensiva. Los novilleros no acertaban a capear aquel vendaval de embestí das codiciosas, y se vieron obliga dos a dejar para tarde más propicia la exhibición de su arte. Ahora cabe esperar de los empresarios que les den otra oportunidad de exhibirlo. Los tres son jóvenes y, naturalmente, inexpertos. André Viard lleva ya cierto tiempo de militancia en el escalafón, pero El Fundi y Carretero, alumnos aventajados de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, han debutado con caballos ayer mismo, como quien dice. Vérselas de buenas a primeras con la casta de unos novillos fuertes y agresivos como los de Infante da Cámara les viene bien para que aprendan lo que vale un peine; es decir, para poner a prueba la firmeza de su vocación.

Plaza de las Ventas

5 de mayo.Novillos de Infante da Cámara, con trapío, fuerza y casta. André Viard. Pinchazo, media perpendicular caída y seis descabellos (silencio). Pinchazo, media perpendicular delantera, tres pinchazos más, estocada y tres descabellos (silencio). El Fundi. Dos pinchazos y bajonazo (silencio). Dos pinchazos y estocada desprendida (silencio). José Antonio Carretero. Estocada (aplausos y saludos). Cinco pinchazos, cinco descabellos -aviso- y otro descabello (palmas).

El novillero que sale de una guerra así, escaldado e implorando que no le vuelvan a poner con toros de esa divisa, ya puede ir buscando otra profesión. Pero si sale herido en su amor propio y deseando perfeccionar su oficio para pasar de nuevo la prueba y dominar al toro de casta, ahí hay torero. Este puede ser el caso de los tres espadas de ayer. A los tres les sobraban novillos tanto como les faltaban piernas, brazos y resuello para quitárselos de encima, pero ninguno se afligió, ni dio la espantá. Por el contrario, todos hicieron cuanto pudieron para resolver con decoro los peligros.

Viard aguantó con valor las coladas de su primero y en una de ellas sufrió una voltereta espectacular, de la que se levantó sin mirarse siquiera, y otra vez se fue a la cara del toro, a aguantar achuchones. Al cuarto lo llevó a los medios para pasarlo de muleta, y como allí pesaba mucho la fiereza del animal, un peón se lo acercó al tercio, donde tampoco supo por dónde meterle mano. El Fundi lanceó bien a la verónica al segundo y lo lidió con buena técnica. Luego, se levantó un ventarrón helado, que se unía al vendaval de la casta, y bastante hizo con no perder los papeles. El genio del quinto, en cambio, estuvo a punto de hacérselos perder, y con buen criterio cortó el desaliñado trasteo.

El Fundi banderilleó a su primer novillo sin fortuna. Carretero hizo el tercio en los dos suyos ganando la cara con facilidad. Con la muleta estuvo fundamentalmente lidiador, según procedía, y sus mandones ayudados por bajo atemperaron las broncas acometidas.

Faltó arte a lo largo de la novillada, mientras sobró emoción, que también hace fiesta; vaya lo uno por lo otro. Y el frío enrojecía las narices de la afición, curtiéndola para la isidrada que se acerca. Durante 26 tardes, los aficionados van a tener la oficina en el tendido de Las Ventas. Algunos ya han empezado a matar parientes para justificar ante el jefe las ausencias.

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