Nunca digas nunca jamás
El endeudamiento latinoamericano, sin ser tan grave como en 1982, vuelve a plantear quebraderos de cabeza a la banca occidental
Todo comenzó en agosto de 1982 Fue el fin de semana mexicano. El 12 de agosto, el secretario del Tesoro norteamericano, Donald Regan, recibía una llamada telefónica de Chucho Silva Herzog, ministro de Finanzas de México. Jesús Silva quería entrevistarse en Washington, con la máxima urgencia posible, con las autoridades monetarias de los Estados Unidos y del FMI para exponerles "cierto número de problemas". Silva era portador de un mensaje: el país estaba en suspensión de pagos. México tenía que pagar 10.000 millones de dólares a la banca privada en concepto de devolución de créditos en pocos meses y no tenía posibilidad alguna de hacerlo.Era el principio de la crisis financiera mundial contemporánea. El verano del ochenta y dos. Los medios de comunicación inmediatamente intuyeron lo que se venía encima. "El día en que el mundo perdió el crédito", titulaba uno de sus artículos el londinense The Sunday Times; "El crack de 198?", se interrogaba The Economist; "La bomba de la deuda", escribía en portada la revista Time algunos meses después. El camino de México fue tomado después, uno a uno, por la mayoría de países latinoamericanos.
Dos años y medio mas tarde, la deuda externa total de los países en vías de desarrollo está a punto de alcanzar el primer billón de dólares (más de 170 billones de pesetas), de los cuales, más de 360.000 corresponden a la zona latinoamericana. En la semana entrante se reúnen en Washington el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El endeudamiento será uno de los temas estrella de las reuniones de los ministros de Finanzas. La pasada semana, el proteccionismo -una de las causas del estrangulamiento exterior de muchos países en vías de industrialización- fue analizado con detenimiento en la conferencia anual de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Y ambos problemas confluirán sin duda en la cumbre de los jefes de Estado de los siete grandes países, que se celebrará en Bonn el próximo mes.
No habrá caos
La situación que se contempla este año, antes de la reunión del FMI y del Banco Mundial no es tan caótica como hace dos años, cuando el ambiente de pesimismo y las posibilidades de un shock financiero mundial se barajaban en voz baja en los más diferentes escenarios. Los historiadores recordaron entonces que en la década de los años treinta todos los países latinoamericanos, excepto tres, fueron a una moratoria general de pagos. Los financieros, quizá por temor a que esa posibilidad se convirtiese en certeza, explicaban que el sistema financiero internacional era lo suficientemente sofisticado para poder atender, aunque fuese con dificultades, a una crisis de este tipo.
Sin embargo, tampoco se abordará el problema de la deuda con el optimismo del pasado año, cuando la experiencia mexicana de durísimo ajuste hizo pensar que lo peor de la crisis había pasado definitivamente. "La experiencia indica", comenta un, banquero español con intereses acreedores en la zona "que no se puede decir nunca jamás".
Desde aquel largo fin de semana mexicano de 1982, América Latina ha pasado de negociar de forma unilateral, país por país, a intentos de cooperación regional, sin llegar a un club de deudores como el que buscaron promover algunos teóricos de la economía latinoamericana. El primer intento serio de cooperación tuvo lugar en la ciudad ecuatoriana de Quito en el mes de enero de 1984. El entonces presidente de Ecuador, Osvaldo Hurtado, convocó una Conferencia Económica Latinoamericana para aprobar "una respuesta conjunta de la región ante la crisis económica que la afecta". Asistieron 26 países latinoamericanos y del Caribe que suscribieron la Declaración de Quito.
En dicha declaración se admitió por primera, vez que "la responsabilidad del problema de la deuda externa debe ser compartido tanto por los países deudores como, por los países desarrollados, la banca privacia internacional y los organismos financieros multilaterales". Asimismo se expusieron los criterios para la renegociación.
Criterios de actuación
Algunos de estos criterios básicos son los siguientes:
-En las renegociaciones de la deuda no se deben comprometer los ingresos que provienen de las exportaciones nacionales, más allá de porcentajes razonables, compatibles con el mantenimiento de niveles adecuados de la actividad productiva interna.
-Se deben incorporar fórmulas para reducir los pagos por concepto del servicio de la deuda, mediante una reducción drástica de los intereses y comisiones que aumentan considerablemente los costos de refinanciamiento.
-Es necesario convenir plazos y vencimientos sustancialmente más largos que los actuales y periodos de gracia más amplios, y examinar la posibilidad de transformar una porción considerable de la deuda acumulada en obligaciones de largo plazo.
El siguiente gran paso de cooperación latinoamericana fue la creación del Grupo de Cartagena. 11 países con problemas de deuda se reunieron para afrontar los problemas en común. Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Venezuela y Uruguay respondieron así a la subida unilateral de tipos de interés en los Estados Unidos.
Ahora, ante las cumbres del FMI y del Banco Mundial, el Grupo de Cartagena se ha vuelto a reunir para intentar ofrecer una postura conjunta a un problema que cada vez más ofrece perfiles de solución política y no estrictamente económica. En la práctica, existen ya muy pocas personas u organismos que piensen que es posible pagar los intereses y el capital de la deuda latinoamericana en su globalidad. El factótum de estas reuniones ha sido el recién nombrado canciller de Uruguay, Enrique Iglesias, hasta hace escasas semanas secretario de la CEPAL. Iglesias se trasladó la pasada semana a Brasilia a entrevistarse con Olavo Setúbal, ministro de Asuntos Exterior brasileño. Posteriormente se reunió con Dante Caputo, canciller argentino. Y este fin de semana, Iglesias, elegido secretario del Grupo de Cartagena, ha reunido en la embajada de Uruguay a representantes de los 11 países para intentar plantear una postura conjunta ante el FMI y el Banco Mundial.
El FMI se reunirá pocos días después de que México haya suscrito la segunda reestructuración de la deuda externa del sector público, por valor de 48.500 millones de dólares. Esta segunda fase se ha logrado casi seis meses después de que Silva Herzog anunciara que se había llegado a un principio de acuerdo con los 13 bancos del grupo asesor.
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