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El resurgimiento del Islam

Gad el Haq Alí: "Ha llegado la hora de aplicar la ley islámica"

"Ha llegado la hora de que se aplique la sharia" (ley islámica) en Egipto, declara el gran imán de la mezquita cairota de Al Azhar, jeque Gad el Haq Alí, máxima autoridad musulmana suní del mundo, confirmando así su reciente intervención en la vida pública egipcia pidiendo a la Asamblea del Pueblo (Parlamento) que islamice la legislación en su sesión extraordinaria del próximo mes de mayo.Vestido con una larga toga marrón y la tradicional cofia roja de Al Azhar decorada con un lienzo blanco, el imán, de 67 años, en su despacho adyacente al célebre templo musulmán del siglo X y a la mayor Universidad de teología islámica, contestó, sin titubeos, en árabe a un cuestionario presentado por escrito con varios días de antelación.

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"No fue la primera vez", afirma en respuesta a la pregunta número uno sobre sus declaraciones a la revista egipcia Ajbar al Yom, advirtiendo a los diputados que infringirían la voluntad popular si no proclamasen la ley islámica, "que me pronuncié en este sentido". "Hace cinco años", prosigue, "que el Par lamento debate la cuestión de la sharia, y ya es hora de que se introduzca porque la nación está pre parada para ello".

En 1980, una enmienda constitucional adoptada en tiempos del asesinado presidente Anuar el Sadat hizo de la ley islámica "la principal fuente del derecho" egipcio, pero el jeque Sad el Haq Alí la debe considerar insuficiente "porque la legislación actualmente vigente", sostiene, "aún diverge en algunos puntos de la sharia" "Es necesario", agrega, "purificar varias leyes para que coincidan totalmente con las reglas islámicas".

En contra de los parlamentarios radicales, el imán no es partidario de la abolición de toda la legislación y su sustitución por la sharia, sino de la revisión de las actuales normas antiislámicas, entre las que destaca "el cobro de intereses bancarios, algunas prácticas de las compañías de seguros y el consumo de alcohol".

Además de modificar la ley para prohibir esos usos y costumbres, el jeque propone completarla para, por ejemplo, "poder perseguir de oficio el adulterio, aunque el cónyuge perjudicado sea consintiente". La lista de prohibiciones que enumera acaba siendo perfectamente equiparable a las de los países musulmanes integristas.

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Cuando se le pregunta justamente qué país islámico rigorista es el ejemplo a seguir, Irán, Sudán o Arabia Saudí, contesta con aplomo que "sobre el primero carecemos de informaciones para emitir una opinión". "En Sudán", afirma a renglón seguido, "la experiencia es demasiado reciente para que podamos juzgarla". "En Arabia Saudí", concluye, "el país con más tradición en la materia, el origen de su estabilidad y seguridad reside en la aplicación de la sharia".

Pero en el reino wahabita existe el castigo corporal con latigazos y amputaciones de miembros de los criminales. ¿Significa esto que debería ocurrir lo mismo en Egipto?. La más alta autoridad religiosa musulmana suni, la rama mayoritaria del islam, responde con un lacónico "por supuesto".

A diferencia de la monorquía petrolera arábiga, Egipto cuenta con una fuerte minoría cristianocopta, evaluada en un 13% de la población, cuya reacción a la introducción de la sharia no parece temer el influyente imán "porque llevan siglos conviviendo con el islam, a lo largo de los cuales hemos forjado un rico patrimonio en común". "Estas modificaciones", continúa, "que esperamos acepten, no reactivarán la tensión sectaria o confesional".

¿Se les obligará a los cristianos a acatar la ley islámica? "Su suerte no cambiará". "Las leyes Islámicas no les serán aplicadas, pero sí las leyes generales", asevera, sin especificar dónde acaban las primeras y empiezan las segundas en una sociedad en la que no existe separación de la religión y del Estado.

En cierta medida, los hombres de confesión padecen ya las leyes islámicas al no poder, por ejemplo, contraer matrimonio en Egipto con una mujer musulmana a menos de convertirse al islam, porque, recalca el jeque de Al Azhar, "el Corán afirma que una musulmana no puede casarse con un cristiano".

La reciente puesta en libertad del jefe de la Iglesia copta, el papa Chenuda III, ha sido para el imán "un motivo de alegría compartida con todos los musulmanes", y cuando se refiere a aquellos dignatarios integristas que han criticado la gracia presidencial otorgada al patriarca de Alejandría asegura que "son minoría".

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