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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La democracia y la deuda

EL FONDO Monetario Internacional (FMI) ha suspendído bruscamente su ayuda económica a Argentina. Es un nuevo ejemplo de hasta qué punto la situación política y social de los países latinoamericanos está condicionada por factores extranjeros. La deuda exterior global de América Latina alcanza actualmente unos 360.000 millones de dólares. Sin duda, las situaciones concretas en unos y otros países son muy diferentes, pero existe un rasgo común: el pago de los intereses de tal deuda escapa a las posibilidades de esos países- es más, sus economías están completamente deformadas, viciadas, hipotecadas por el peso de ana deuda exterior de tales proporciones.En los últimos años, varios países latinoamericanos, entre ellos los mayores y más poderosos, han puesto fin a dictaduras militares y establecido regímenes democráticos, con pluralidad de partidos, libertades políticas, parlamentos. Las dos excepciones son Chile y Paraguay. Este, avance de la democracia ha sido saludado en Europa, y de modo particular en España, con satisfacción. Pero es preciso tener conciencia del marco extraordinariamente complejo en el que los nuevos regímenes democráticos se ponen en marcha. Es obvio que la democracia crea cauces legales para que los diversos sectores, incluidos los que sufren condiciones más duras, hagan valer sus reivindicaciones. Pero los intentos de iniciar políticas económicas mínimamente progresistas chocan con los topes impuestos por los acreedores extranjeros, principalmente norteamericanos. El FMI utiliza la deuda como una palanca para imponer políticas monetaristas, que repercuten negativamente en el nivel de vida de los ciudadanos.

Algunos ejemplos permiten comprender mejor esta situación angustiosa. Bolivia tiene una deuda de unos 2.700 millones de dólares, debida a unos créditos que no han servido para modernizar el aparato productivo o los servicios, sino para financiar construcciones absurdas en el centro de La Paz, para alimentar la corrupción de los altos jefes militares que han gobernado el país durante muchos años. Hoy Bolivia está en una situación de inflación galopante, de bancarrota, como consecuencia sobre todo de factores exteriores; en primer lugar, la caída del precio internacional del estaño. La desastrosa situación económica agrava las tensiones internas hasta extremos que pueden hacer inviable la democracia. La reciente huelga ha reflejado la desesperación de una masa minera que no logra encontrar en la democracia el alivio de unas condiciones de vida terribles. Ello facilita actitudes demagógícas, pero provoca sobre todo una pérdida de confianza en la democracia y el auge de tendencias autoritarias, dispuestas a imponer, por la violencia si hace falta, políticas de rigor económico. Si el general Banzer, dictador durante siete año,s, resultase elegido en las futuras elecciones, sería una señal lamentable de fracaso e incapacidad de las fuerzas democráticas.

En el caso de Perú, la deuda exterior alcanza 14.000 millones de dólares; el simple pago de sus intereses absorbería más del 70%. de lo que el país obtiene con sus exportaciones. La economía de Perú está condicionada, más que por la política del Gobierno, por las exigencias que impone el FMI. El peruano de a pie siente al FMI como una entidad muy próxima; quizá no conozca los mecanismos de su funcionamiento, pero se considera directamente afectado, en su nivel de vida, p,?r lo que el FMI decide y exige. Zonas amplísimas de la población de Perú, en los suburbios de las ciudades, en campos y montañas -en este último caso, unido a factores muy antiguos-, viven en condiciones de miseria dificiles de imaginar. Ello engendra tendencias de escepticismo ante la viabilidad de la democracia; incluso dejando de lado el extremismo terrorista de Sendero Luminoso, la realidad es que crece un radicalismo inclinado hacia soluciones socialistas inspiradas en el modelo cubano: menos productos de consumo, pero al menos una distribucióni menos injusta.

Si se pretende seguir imponiendo, con las presiones del FMI y de otros poderes financieros, una política monetarista, las consecuencias políticas en América Latina pueden ser gravísimas. Una premisa decisiva para la consolidación de la democracia es flexibilizar las condiciones económicas a las que están hoy supeditados los países de dicho continente. En otras palabras, el problema de la deuda exterior tiene que ser abordado de manera política, con medidas que pongan por encima de todo la necesidad de facilitar un desarrollo económico equilibrado. En sus reuniones de Quito, Cartagena de Indias y Mar del Plata, los países latinoamericanos han elaborado propuestas concretas en ese sentido. La voz de Europa tiene que apoyarles con más energía.

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