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Enrique Iglesias

Canciller de Uruguay y oriundo de Asturias, ha logrado que el Principado cuente, a la vez, con dos ministros de Asuntos Exteriores: Morán y él

Enrique Iglesias nació hace 55 años en Arancedo, en las cercanías de Navia (Asturias); sus padres, campesinos humildes, emigraron a Uruguay cuando él contaba cuatro años. Un pequeño almacén de comercio fue el modesto El Dorado de aquellos emigrantes. Aún vive la madre, a la que el canciller se encuentra muy unido, y otro hermano, ya nacido en la República Oriental.

MontevideoDel nuevo canciller se cuenta en Montevideo una anécdota apócrifa pero que retrata la ausencia de chovinismo del pueblo oriental: que Enrique Iglesias decidió nacionalizarse uruguayo al darse cuenta, un punto avergonzado, de que estaba firmando los billetes del Banco Central con el pasaporte español en el bolsillo. "No fueron así las cosas; cuando fui nombrado presidente del Banco Central en 1967 ya tenía mi documentación uruguaya. Por supuesto que puedo tener los dos pasaportes, igual que podría tenerlos usted, pero yo me nacionalicé en cuanto pude por razones de edad. Lo que sí es cierto es que mi condición de hijo de españoles y nacido en España es muy notoria para la opinión pública y jamás en este país se me planteó el más pequeño problema o recelo por ello, aun cuando firmara los billetes de banco, y espero que a partir de ahora como ministro de Relaciones Exteriores. Somos un país de emigrantes que entiende bien estas cosas".Sus simpatías por su primera patria también son conocidas, y el día de la toma de posesión de Sanguinetti como presidente constitucional, una jornada infernalmente ajetreada, le pidió permiso para acompañar a Felipe González al Hogar Español de Ancianos de Montevideo, en cuyos terrenos el presidente del Gobierno español recibió a la colonia. Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Iberoamericana en 1982, el canciller uruguayo mantiene relaciones personales con el Rey de España, con el que le une: "una amistad muy cálida y frecuentada, una relación muy linda de gran cariño y respeto por mi parte". También es amigo de Felipe González, a quien conoció en Santigo de Chile. Está perfectamente informado sobre la política española y sus dirigentes, y como secretario ejecutivo de la CEPAL (Comisión Económica Para América Latina), con rango de secretario general adjunto de las Naciones Unidas, puso todo su empeño en la incorporación de España al organismo.

Estudió Economía y Administración en la universidad montevideana, mientras trabajaba en la banca privada. En 1961 fue nombrado director técnico de la Oficina Nacional de Planeamiento uruguaya y elaboró el primer plan de desarrollo del país, antes de acceder a la presidencia del Banco Central de la República. Después realizó una excelente carrera como funcionario internacional de las Naciones Unidas, que le llevó a la secretaría ejecutiva de la CEPAL, presidencia del foro del Tercer Mundo, secretaría general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Fuentes de Energía Nuevas y Renovables y la asesoría especial sobre esta materia del actual secretario de las Naciones Unidas. Hombre muy brillante y aún joven, se le tiene por secreto aspirante en el futuro a la secretaría general de las Naciones Unidas, para lo que la cancillería uruguaya le permitiría ensanchar sus contactos internacionales.

Admira a Wilson Ferreira (líder de los derrotados blancos), ha votado por su partido y lo confiesa; pero también mantiene una estrecha amistad con el presidente Sanguinetti, que le ha permitido ser designado canciller por el Gobierno con el aplauso de la primera mayoría de la oposición. "No encontrará usted en toda América Latina otro político como Sanguinetti, tan parecido en sus ideas y hasta talante personal a Felipe González."

A las ocho de la mañana, este hombre, soltero y vivaz, entra en el minúsculo y bellísimo palacio del Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo arrastrando un maletón de documentos, solo, sin escolta, muy lejos de la parafernalia de seguridad y protocolo de la dictadura que acaba de retirarse.

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