Lagrimas campesinas
En un lugar del corazón.Cuantos críticos rechazaron por sensiblera Kramer contra Kramer encuentran ahora razonable que En un lugar del corazón, la última película de Robert Benton, caiga en los esquemas tópicos del folletín, buscando La lágrima con discursos fáciles y trillados. Sin embargo, en aquella primera película que como director realizó el guionista de Bonnie and Clyde o ¿Qué me pasa, doctor, se descubrían aspectos que, sin ocultar su melodramatismo, adquirían cierta originalidad gracias al sensible trabajo de sus intérpretes.En un lugar del corazón, que recibió un pateado premio en el último Festival de Berlín, carece de aquellos estímulos al volcarse directamente en el sentimentalismo que tantas veces se reprochó a obras de truculencia parecida, es decir, entre otras, a las famosas novelas radiofónicas de Guillermo Sautier Casaseca. Transcurrido el tiempo suficiente para que el desmelene moralista del escritor español se disfrace de calidad, los mismos extremismos aparecen de nuevo, aunque sin el tono grotesco que transformaron aquellos dramones en obras de humor.
Guión y dirección: Robert Benton
Fotografía: Néstor Almendros. Música: John Kander. Intérpretes: Sally Field, Lindsay Crouse, Ed Harris, Amy Madigan. Melodrama. Norteamericana, 1984.Locales de estreno: Cartago, Infante, Juan de Austria y Lope de Vega.
Al margen de las primeras secuencias, de gran impacto, en las que se narra la muerte accidental del sherif de una población de Tejas en los años treinta, el filme se lanza a acumular sensacionalismos que difícilmente disimulan ciertas secuencias intimistas. Una joven viuda y madre de dos hijos debe afrontar las deudas familiares y regenerar la hacienda. En su duro esfuerzo es acompañada por dos hombres igualmente marginados, un joven ciego y un incansable negro, que colaboran en la recolección de algodón.
Peones lacrimógenos
La elección de tales personajes, que, según Benton, corresponden a otros reales de su propia familia, son simples peones lacrimógenos que permiten la aparición de momentos blandos ante los que el espectador adicto al folletín puede desahogar sus apetencias. Concluida la proyección, el espectador desapasionado puede interrogarse sobre el sentido de la película y concluir que, como antaño, se trata de emocionar con abstracciones.Forma parte este filme de la moda de cine campesino que lanza el cine norteamericano. Moda que coincide con la del cine policiaco y aun con otra de ficción científica cuyo denominador común es la defensa de personajes aislados, a veces incluso mesiánicos, en los que el espectador de nuestros días puede encontrar cierta identificación. Todo menos lo colectivo.
Babelia
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