Belcebú
Prometeo estaba ante la fragua buscando la verdad dentro del fuego que había arrebatado a los dioses, y Zeus, el número uno de las esferas, aún le exigía vasallaje. Prometeo volvió hacia el Olimpo su rostro displicente y se marcó un farol: "¿Yo honrarte? ¿Y por qué?". Esos desplantes se pagan. Zeus era un dios borrascoso, cubierto de pasiones, propietario de la evidencia, guardián de la hoguera, y aquel pobre rebelde, ladrón de unas cuantas brasas, acabó encadenado en un barranco, donde los cuervos le visitaron para hallar también la certeza en el interior de sus vísceras. Algo semejante le había sucedido a Belcebú después de enfrentarse a Jehová. La pugna entre Jehová y este heraldo poseído por la vanidad del propio resplandor no fue sino un combate de astros. Belcebú, capitán del caos, dirigió aquella rebelión y, puesto que el Dios de los judíos en aquel tiempo se encontraba en buena forma todavía, el resultado no se hizo esperar. Belcebú quedó convertido en una estrella errante, probablemente en un aerolito, y la caída de los ángeles es esa parábola que describen los carbones incandescentes en el firmamento durante la noche cuando se precipitan en el abismo. Desde entonces, a Belcebú se le llama padre de la imaginación o de la mentira, príncipe de las tinieblas, dos títulos de una belleza tan literaria que para mí los quisiera yo.Lo acaba de decir el papa Wojtyla. Los informadores que hacen uso del engaño y no reflejan la verdad o dan una falsa realidad de los hechos son la reencarnación de aquel demonio en ascuas. Ignoro si el Papa se refiere a los periodistas de United Press International o a los de la agencia soviética Tass. No quiero meterme en discusiones, pero creo que hoy nada hay más moderno y neoyorquino que llevar la hermosura de Belcebú en la cara. Imagínense ustedes lo que supone en esta época de mediocridad para un escritor entrar en una discoteca de moda y que una inmaculada chica de BUP exclame: "Ahí llega el príncipe de las tinieblas". Cualquiera podría morir de placer. Por lo demás, es bien conocido que la verdad está dentro de la fragua de Prometeo. Les aconsejo que no metan la mano.
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