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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una nueva generación al frente de la URSS

LA NOTICIA de la muerte de Konstantín Chernenko ha sido anunciada muy pocas horas antes de la del nombramiento para sucederle de Mijail Gorbachov, el más joven de los miembros del Buró Político. Esta inmediatez de las dos comunicaciones confirma que desde hace varios meses Gorbachov venía ocupando espacios decisivos del poder, mientras se extinguía la vida de un Chernenko anciano, aquejado de graves enfermedades. Es más, todo parece indicar que, ya en la etapa que siguió a la muerte de Andropov, el acuerdo sobre la candidatura de Chernenko para sustituirle se hizo con una condición complementaria: la de que Gorbachov ocuparía una posición excepcional como segundo hombre en la dirección. De hecho, en el año transcurrido, Gorbachov ha ido desempeñando funciones dirigentes, no ya en la agricultura o en la economía, que era su rama específica, sino en las diversas esferas de la política estatal. Fue nombrado presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Soviet Supremo, y como tal realizó un importantes viaje a Londres y sostuvo conversaciones con hombres de Estado extranjeros. Abordó las cuestiones ideológicas y de orientación general de la política soviética en diversos informes y discursos, insistiendo en la necesidad de afrontar con espíritu de reforma aspectos esenciales de la economía de la URSS. Por tanto, parece que en este caso la sucesión estaba preparada con tiempo; si bien los viejos hábitos de una cultura del misterio en todo lo referente al poder han prolongado hasta hace muy poco, de cara al público soviético, la ficción de un Chernenko que seguía ejerciendo.Hoy está ocurriendo en la URSS algo que no es simplemente la sustitución de un dirigente por otro. No es algo asimilable al paso de Breznev a Andropov; o de éste a Chernenko. Es más bien la ruptura del método que se impuso en esos dos casos que acabamos de recordar. En los últimos dos años y medio tres jefes de Estado han muerto en la URSS. El método de promover candidatos ancianos, e incluso enfermos, para prolongar una situación de provisionalidad acaba desgastando seriamente el prestigio del país; siembra tendencialmente incertidumbre e inseguridad, y síntomas en este orden se observan, por ejemplo, entre miembros del Pacto de Varsovia. Alianza el poder de la burocracia, que con su rutina e inmovilismo es el factor de la continuidad. Tales inconvenientes eran obvios; pero prevalecía, a todas luces, en el momento de designar al nuevo dirigente, el temor a la llegada de una nueva generación. Temor no demasiado sorprendente, si se recuerda que todos los dirigentes en tomo a los 70 años se han formado en el período de Stalin; con los ecos aún de la revolución de 1917; con los sacrificios y entusiasmos de la guerra contra Hitler; con un apriorismo de superioridad y de desprecio a todo lo representado por Occidente.

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Gorbachov es otra cosa. Era un niño cuando estalló la II Guerra Mundial. Ingresó en el partido meses antes de la muerte de Stalin; no tiene, pues, nada que ver con ese período de feroz represión. Su formación se hizo en la etapa de Jruschov, en la que se produjo cierta apertura ideológica, cuando las nuevas generaciones empezaron a relativizar las pretensiones de superioridad absoluta de la URSS que los mayores se empeñaban en transmitir. Los cambios generacionales no tienen siempre la misma significación; pero en el caso de la URSS, entre un hombre de 72 y uno de 54, las circunstancias que han rodeado sus vidas han sido radicalmente distintas. Ello ayuda a comprender la importancia de la decisión adoptada ayer por el Comité Central del PCUS.

Lo que interesa hoy es saber si Gorbachov va a representar un cambio de verdad, y, más concretamente, qué cosas van a cambiar. Evitando las especulaciones, cabe destacar un hecho reconocido prácticamente por todo el mundo: el sistema económico estatal, basado en tina planificación centralizada, sufre deficiencias tremendas, que ponen en peligro su funcionamiento mismo. Está anquilosado por el inmovilismo de la burocracia; por una corrupción muy extendida. Además, han aparecido, fuera del plan y de la legalidad, formas de trabajo libre, grupos de obreros que se contratan directamente y gracias a los cuales se, cumplen no pocos de los objetivos del plan. La necesidad de flexibilizar el sistema económico, de introducir reformas que creen estímulo, que superen la esclerosis, que liberen capacidades productivas, es un problema objetivo, reconocido incluso en documentos oficiales que circulan en medios gubernamentales y en los centros científicos. Que Gorbachov tiene que abordar esta cuestión apremiante es casi una evidencia.

Pero reformas de ese género, si bien en sí no cambian el sistema, chocan con enormes intereses creados. Sobre todo, con esa burocracia desarrollada y afianzada en los 18 años de dirección brezneviana y que se ha construido sobre todo con criterios de jerarquía y servilismo, de clientela, de fidelidad al superior. Hoy, el mismo reto de la revolución cibernética e informática, al que la URSS tiene que hacer frente, exige principalmente criterios de conocimiento, eficacia, profesionalidad. En este terreno, la carrera de Gorbachov es interesante. No es un aparatchik, un hombre de aparato; ha estudiado derecho e ingeniería. Ha cosechado los éxitos -gracias a los cuales se ha convertido en un dirigente nacional- en la agricultura, en la producción. Ha ido a la política desde la gestión de empresa. Es lógico suponer que representa no sólo a una nueva generación, sino a esos sectores de profesionales, científicos y técnicos sometidos hoy en gran medida a jerarcas del aparato, pero que son indiscutiblemente los que pueden promover un proceso modernizador. En una etapa muy distinta, ante otros problemas, Jruschov intentó desmontar la burocracia heredada del estalinismo; pero el aparato se comió la reforma y a Jruschov. Es lógico prever una resistencia muy fuerte de la burocracia actual ante eventuales intentos reformadores.

En el plano internacional, Gorbachov goza de una imagen francamente favorable. Durante su viaje a Londres, Margaret Thatcher dijo después de una conversación entre ambos: "Me gusta el señor Gorbachov; se puede trabajar con él". Pocos políticos, incluso occidentales, han recibido tan elogioso comentario. En todo caso representa un estilo nuevo, aunque no sería lógico esperar cambios en la política exterior de la URSS, elaborada directamente por el ministro de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko. Al menos en un plazo corto. Pensando con más perspectiva, los efectos internacionales del cambio en la dirección soviética pueden ser importantes. Ciertos comentaristas han dicho ya que Chernenko le venía mejor a Reagan. Un proceso de modernización en la URSS podría modificar la imagen de cierre, de dureza, tan negativa, que ésta ha presentado en los últimos tiempos. Europa se encuentra en un momento complejo, en el que algunos de los esquemas que han funcionado desde el fin de la II Guerra Mundial se ponen en tela de juicio. Hay una tendencia, que se manifiesta particularmente en la RFA, a buscar caminos de seguridad que no estén centrados exclusivamente en estrategias militares. La nueva generación soviética que llega al poder tiene posibilidades de contribuir a un proceso de distensión, de pasos positivos para superar algunos; de los conflictos más amenazantes; de facilitar nuevos enfoques internacionales. Pero vencer el pasado no es nunca fácil.

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